Espacio libre en un lugar hist¨®rico
El Playazo de Vera es un gran trozo de arena abierto al Mediterr¨¢neo, convertido en lugar de encuentro plural y generoso con quienes lo visitamos con fidelidad. No siempre fue as¨ª, como nos lo recuerda el Cerro de la Pelea, donde seg¨²n la leyenda los lugare?os trataron de rechazar el desembarco de los cartagineses de An¨ªbal. Hoy, un parque acu¨¢tico se ha atrevido a profanar la memoria de aquellos hechos heroicos, y duele contemplar un horrendo tobog¨¢n azul instalado sobre sus vestigios.
El Cerro marca, con la debida flexibilidad, la l¨ªnea divisoria entre la zona naturista de la playa, que se extiende en direcci¨®n norte casi hasta la desembocadura del Almanzora, y el resto del Playazo -otros cinco kil¨®metros-, en el que conviven ejemplarmente los antiguos habitantes de las casetas-vivienda de Garrucha, algunos colonos belgas pioneros de la urbanizaci¨®n Puerto Rey, y los visitantes que poco a poco nos hemos dejado seducir por sus encantos, hasta caer en sus redes.
Los hay que prefieren bajar a la playa en cuanto despunta el sol. De buena ma?ana, el mar no ha despertado a¨²n de su descanso nocturno y el agua parece haber recibido un ba?o de plata, hasta confundirse en el horizonte con el color del cielo. Es el momento de emprender un largo paseo, antes de que empiece a apretar el calor. Caminando en direcci¨®n sur, a lo lejos se divisa la silueta de Moj¨¢car, incrustada en las estribaciones de Sierra Cabrera.
Para los m¨¢s perezosos, el atardecer desde el Playazo ofrece otra visi¨®n m¨¢gica. El sol se encamina hacia su ocaso, y sus ¨²ltimos rayos consiguen extraer del Mediterr¨¢neo un azul intenso, mezclado con pinceladas de color rosa. La Sierra Almagrera, perforada ya por fenicios y romanos en busca de sus minerales, se viste a esas horas con sus mejores galas. Apetece leer sentado cerca de la rompiente de las olas, o prolongar la conversaci¨®n con los amigos hasta que la temperatura aconseja ponerse a resguardo y prepararse para la cena.
La mesa y los fogones no est¨¢n lejos. En el chiringuito de Maruja, o en el de Mar¨ªa, se preparan ya los av¨ªos para preparar los pescados del d¨ªa o, si se tercia, dorar sobre la plancha unos espl¨¦ndidos gambones de Garrucha.
Dicen que cerca de all¨ª, en el fondo de una sima a pocas millas de la costa, descansa para siempre la famosa bomba de Palomares, que pudo en su d¨ªa causar muerte y desolaci¨®n en este lugar. Este verano, en cambio, bajo la arena y protegidos por un vallado, reposan en la playa unos huevos de tortuga que se han convertido en un s¨ªmbolo de vida y en un ejemplo de respeto a la naturaleza.
Joaqu¨ªn Almunia es diputado socialista en el Congreso y naci¨® en Bilbao en 1948
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