Un nuevo investigador
Un detective jud¨ªo, su ayudante cirujano y el rey de los ladrones de Londres protagonizan la novela de misterio Una conspiraci¨®n de papel, de David Liss.
UNA CONSPIRACI?N DE PAPEL
David Liss Traducci¨®n de Eva Cruz Alfaguara. Madrid, 2001 564 p¨¢ginas. 3.125 pesetas
David Liss (Florida, 1966) ha ideado en Una conspiraci¨®n de papel (A Conspiracy of Paper, 2000) a un detective extraordinario: Benjamin Weaver, extra?o en la cristiana Inglaterra y extra?o entre los suyos, apartado de la fortuna e influencia de su familia, de la que huy¨®, ladr¨®n de su propio padre. Jud¨ªo portugu¨¦s nacido en Amsterdam y vecino de Londres, Weaver renunci¨® a su apellido para ser delincuente y pugilista, el Le¨®n de Judea, adem¨¢s de buscador de objetos robados. Entonces un comerciante se ahorca en sus cuadras y un coche de caballos mata a un corredor de bolsa: dos muertos en un d¨ªa, enredados, para que el detective desate el nudo que parece unirlos. Weaver, hijo del corredor atropellado, rememora treinta a?os despu¨¦s los hechos luctuosos con la socarroner¨ªa de quien ha vivido mucho en un mundo no menos extraordinario que ¨¦l: la calle de la Bolsa londinense en 1719, los primeros a?os de la dinast¨ªa de Hannover, mezquina ¨¦poca de inmensas oportunidades, buenos tiempos para un hombre cuyo sustento depende del crimen y la confusi¨®n.
El h¨¦roe es el narrador, rechazado por jud¨ªo, sociable a pesar de todo, pues su m¨¦todo de investigador consiste en preguntar y poner la oreja. Weaver es noble y valiente, sin familia ni propiedad, rico en palabras y argucias con la pistola y el cuchillo, entre prostitutas y caballeros, todos leve o gravemente sobornables o criminales. La l¨®gica del beneficio en los nuevos mercados monetarios exige alguna vez el robo y la falsificaci¨®n de documentos, o la quema de una imprenta, incluido el personal.
Liss conoce el mundo de los primeros millonarios y la mitolog¨ªa de las novelas de misterio: un anciano sufragar¨¢ la regeneraci¨®n del joven Weaver, que lo rescat¨® de un asalto nocturno y, convertido en detective, tiene a un m¨¦dico cirujano como ayudante en la lucha contra el maligno Jonathan Wild, apresador de ladrones y rey de los ladrones de Londres. Este Wild me recuerda al gran Isaac Sidel, polic¨ªa de Nueva York inventado por Jerome Charyn, pieza de una tradici¨®n de investigadores jud¨ªos a la que ya pertenece Benjamin Weaver.
El asesino de Una conspi
raci¨®n de papel es como el valor del dinero: original hombre de papel, verdadero e imaginario a la vez, un acierto de Liss, estudioso de las relaciones entre dinero e imaginaci¨®n en el Siglo de las Luces, de una brillantez que casi roza la incoherencia cuando algunos de los principales auspiciadores de los movimientos del investigador resultan ser los culpables, tan taimados y volubles que se persiguen a s¨ª mismos. Pero Weaver prefiere la horca a comprometer su inflexible honestidad, aunque la horca sea para una de sus confidentes forzosas, no para ¨¦l, investigador golpeado, raptado, expulsado de su casa, encarcelado, siempre con ingenio y humor, salvados en una afortunada traducci¨®n.
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