Pol¨¦mica en el surrealismo
Leo este verano la magn¨ªfica revista Le Surr¨¦alisme, m¨ºme, que Andr¨¦ Breton public¨® tan tard¨ªamente como en l957. El n¨²mero 3 es espectacular, con la colaboraci¨®n de Andr¨¦ Breton, el entonces joven Octavio Paz, Robert Lebel, Kostas Axelos y E. L. T. Mesens. En contra de aquel t¨®pico que afirmaba que el surrealismo apenas tuvo inter¨¦s tras la II Guerra Mundial, ¨¦sta y otras revistas de la segunda fase del movimiento (VVV, Bief, Medium) vienen a probar lo contrario. Hoy, los nombres de aquella segunda generaci¨®n empiezan a estar tan de moda como en los a?os sesenta y setenta estuvieron los de la primera. Y as¨ª, hoy todos admiran el arte de Roberto Matta, de V¨ªctor Brauner y de Hans Bellmer, mientras las mujeres surrealistas est¨¢n en la cresta de la ola. Poco a poco, tras los nombres ya famosos de Frida Khalo y de Meret Oppenheim, el p¨²blico avisado empieza a descubrir a Dora Maar, a la checa Toyen, a Unica Z¨¹rn, a Joyce Mansour...
Ahora, el tema de las mujeres surrealistas ha suscitado una viva pol¨¦mica. Desde hace a?os, varias historiadoras de arte norteamericanas se empe?an en considerarlas, desde una postura feminista a ultranza, como unas v¨ªctimas de sus colegas masculinos. Se amparan en el concepto restringido de mujer tan frecuentemente expresado por los surrealistas : el de la mujer-ni?a, por un lado, el de la mujer maga o femme fatale por otro y el de la musa, por otro ; as¨ª como en la poca 'visibilidad' de las mujeres artistas o en lo tard¨ªo de su reconocimiento. Todo ello merece una matizaci¨®n.
Por un lado, siempre me choc¨® que en la famosa fotograf¨ªa en donde todos los surrealistas escuchan el dictado del sue?o hipn¨®tico de Robert Desnos, no haya m¨¢s que una mujer, Simone Kahn-Breton, que precisamente es quien est¨¢ sentada a la m¨¢quina de escribir, se dir¨ªa que haciendo de secretaria...
Pero por otro, son numerosos no s¨®lo los testimonios contrarios,sino sobre todo las acciones contrarias. Dora Maar, por ejemplo, me coment¨® en l994 : 'Justamente,lo que estaba bien en el surrealismo es que tomaban a las mujeres muy en serio. Si ten¨ªan talento, eran muy escuchadas y apreciadas. Breton se tomaba esto muy en serio'. Como record¨® Dominique Rabourdin en Le Magazine Litt¨¦raire (en su numero de julio-agosto de 2000), muchas pintoras y escritoras surrealistas colaboraron estrechamente en publicaciones con sus colegas masculinos: Andr¨¦ Breton public¨® un libro sobre Toyen (y public¨® una fotograf¨ªa de Dora Maar en L'amour fou); Joan Mir¨® ilustr¨® un libro de Alice Paalen (y otro de Lise Deharme, La petite pie); los libros de Gis¨¨le Prassinos iban acompa?ados de fotograf¨ªas de Man Ray y de Bellmer..., y los ejemplos ser¨ªan m¨²ltiples.
En realidad, el tema es mucho m¨¢s complejo y no puede ser zanjado con la simple dicotom¨ªa esgrimida por las feministas entre 'mujeres buenas' y 'hombres malos'. Cuanto m¨¢s se conoce la historia, m¨¢s da la sensaci¨®n de que no puede tratarse a todas las surrealistas bajo el mismo patr¨®n: unas se quedaban calladas por timidez y porque poco ten¨ªan que decir en unas reuniones en donde privaba la brillantez dial¨¦ctica (una actitud, por otro lado, compartida por ejemplo por Joan Mir¨®); otras discut¨ªan con gran brillantez de pol¨ªtica y firmaban manifiestos, como Claude Cahun y Dora Maar; otras reivindicaban abiertamente su liberaci¨®n sexual, como Meret Oppenheim, que se masturbaba en p¨²blico, y a la mayor¨ªa de ellas les complac¨ªa sobremanera ejercitar su papel de seductoras,encantadas de seguir los 'modelos femeninos' surrealistas. Que algunas de sus carreras fueron mucho m¨¢s lentas que las de sus colegas masculinos es cierto, y atribuible al atraso de su ¨¦poca en aceptar con el mismo patr¨®n las obras de las mujeres, pero no es imputable espec¨ªficamente a los escritores o pintores surrealistas, sino m¨¢s bien e editores y marchantes, que eran los que hab¨ªan de comercializar y difundir su obra.
Tambi¨¦n se tiene la sensaci¨®n de que la actitud de algunos surrealistas varones va cambiando ligeramente con los a?os. V¨¦ase si no este n¨²mero 3 de Le Surr¨¦alisme,m¨ºme, que se abre con un claro homenaje de Andr¨¦ Breton a Flora Tristan, de quien se publican siete cartas in¨¦ditas.'Saludamos en Flora Tristan' -escribe Breton- 'a aquella que afirma que 'la mujer refleja la luz divina' y tambi¨¦n a aquella que, cuatro a?os antes del Manifiesto Comunista, preconiz¨® la organizaci¨®n aut¨®noma del proletariado'. Las cartas de Flora Tristan -un personaje que sin duda gozar¨¢ de un nuevo reconocimiento cuando Mario Vargas Llosa publique su ensayo novelado sobre ella- emocionan por su franqueza, por su libertad, por su modernidad: 'Oh, c¨®mo me gustar¨ªa ser un hombre para ser amado por una mujer', exclama en l839. Y a?ade: 'He llegado a un punto en el que ning¨²n amor de hombre me basta -?el de una mujer, quiz¨¢? La mujer tiene tanta fuerza en el coraz¨®n, en la imaginaci¨®n, tantos recursos en el esp¨ªritu'.
En el mismo n¨²mero, un art¨ªculo de Nora Mitrani titulado Sobre las esclavas, las sufragistas y el l¨¢tigo reivindica, para las mujeres, el uso de la inteligencia unida a la belleza. Con una condici¨®n: 'Que lleven su belleza como un reto y un esc¨¢ndalo, como un caballero la espada'. Resulta refrescante encontrar a alguien que fue un ejemplo, ella misma, de inteligencia y belleza (Nora escribi¨® excelentes p¨¢ginas sobre Hans Bellmer, sobre Sade y sobre Pessoa), considerando estos temas desde una perspectiva mucho menos puritana que la de las feministas e igualmente liberadora para la condici¨®n de la mujer, si no m¨¢s. En la cr¨ªtica de Rabourdin, antes citada, al libro de Giorgina Colville titulado Scandaleusement d'elles, se se?ala el profundo olvido de los lazos de amistad, admiraci¨®n y amor profundos que tantas veces unieron a hombres y mujeres surrealistas. Y es cierto. En realidad, estas feministas 'estrechas' ignoran por completo que el deseo es un poderoso trampol¨ªn de la imaginaci¨®n, y el amor la mejor droga para crear. Y no son capaces de ver hasta qu¨¦ punto este 'descubrimiento' de los surrealistas los ayud¨®, a ellos y a ellas, por igual.
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