Gr¨²a en la Casa de Campo
Me llam¨® la atenci¨®n la enorme gr¨²a estacionada al lado de la tapia, hist¨®rica para m¨¢s se?as, que rodea la Casa de Campo.
Lo primero que pas¨® por mi cabeza fue el incumplimiento de se?alizaci¨®n de un veh¨ªculo que invad¨ªa casi en su totalidad lo que podr¨ªamos llamar camino de ronda de la Casa de Campo, pero en un instante esto se convirti¨® en secundario cuando vi los enormes paneles de hormig¨®n prefabricado que se est¨¢n instalando pr¨¢cticamente pegados a la tapia por el lado exterior y sobresaliendo de ¨¦sta de una manera llamativa; con el prop¨®sito, me imagino, de proteger un chal¨¦, aunque quiz¨¢ fuese m¨¢s apropiado decir mansi¨®n. Como iba corriendo y ya estaban instalados algunos de estos paneles, pude admirar la desmedida demostraci¨®n de mal gusto y pens¨¦ que, aparte del desprecio a la est¨¦tica de la propia tapia (quiz¨¢ alg¨²n responsable del Patrimonio de la Comunidad tendr¨ªa algo que decir al respecto), rodean su propiedad con algo tan feo para enmascarar aquello que ocultan, respondiendo a la nueva est¨¦tica de imitar la pobreza o porque se guardan para s¨ª la belleza.
Pero, mientras paso a paso haces kil¨®metros, piensas, y yo pensaba: ?qu¨¦ curioso!, lo que es la vida. Quiz¨¢ estos mismos, a los de la mansi¨®n de Somosaguas me refiero, como otros muchos, hayan cantado con m¨¢s ¨¦nfasis que nadie las bondades -?beneficios para algunos?- para la humanidad y las libertades de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, muro ciertamente de la verg¨¹enza; pero si esto es as¨ª, ?por qu¨¦ se levantan cada vez m¨¢s muros? El muro o los muros que exist¨ªan imped¨ªan salir. Los nuevos muros impiden entrar. No poder salir, no poder entrar... ?Cu¨¢l es la diferencia?
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