La leyenda de la mujer-oveja
La incre¨ªble historia de Eulalia, la de Villaseca, resuena en este barranco lateral del r¨ªo Durat¨®n, en Segovia
En el d¨¦cimo libro de La Rep¨²blica de Plat¨®n, Er, el soldado, ve en un sue?o a las almas elegir su destino antes de beber en el no del Olvido. Agamen¨®n escoge ser un ¨¢guila, Orfeo un cisne y Ulises un hombre del mont¨®n. No es probable que nadie, pudiendo transmigrar a capricho, eligiese ser una oveja, salvo Eulalia, la de Villaseca. Cuenta la leyenda que Eulalia, la de Villaseca, sali¨® una tardecica a por plantas arom¨¢ticas y, cuando estaba herborizando en un barranco a un kil¨®metro escaso del pueblo, se le ech¨® la noche encima y se perdi¨®. Raro es que se extraviara en un ca?oncete que es como un tobog¨¢n -arriba, el pueblo; abajo, la hoz del Durat¨®n-; m¨¢s raro, que anduviera varios d¨ªas sin saber salir; y, ya de Expediente X, el que, al acercarse esperanzada a un reba?o de ovejas, se convirtiera, por arte de magia, en una de ellas. Todo el pueblo la busc¨® -el primero el carnicero, que era su novio-, mas fue in¨²til, y mucho se llor¨® la p¨¦rdida de esta moza que, seg¨²n dicen, era asaz hermosa y hacendosa.
Sigue contando la leyenda que, varios meses m¨¢s tarde, con motivo de un ¨¢gape que iba a celebrarse en Villaseca, el pastor del reba?o al que se hab¨ªa agregado la oveja Eulalia la llev¨® al pueblo para proceder a su sacrificio, y el novio matarife, no m¨¢s verla, la reconoci¨® -'?Eulalia!'-, se?al de que tampoco era tan guapa. El caso es que, al o¨ªr su nombre, volvi¨® a su humano ser. En mala hora. Pues fue para descubrir que el del cuchillo, en su ausencia, se hab¨ªa casado con una viuda que era, para m¨¢s inri, due?a de muchas merinas.
La leyenda acaba con Eulalia ingresada en un manicomio, no sin antes haber ingresado en unos cuantos reba?os con el deseo de convertirse de nuevo a la raza ovina, pues afirmaba, y no se le puede discutir, que las ovejas eran mejores personas que las personas, y todo por culpa de aquel barranco que le hizo perder el rumbo, el novio y el juicio, y que, por eso mismo, hay quienes dicen que est¨¢ encantado y le llaman, para que no haya dudas, el ca?¨®n de la Perdida.
El ca?¨®n de la Perdida -que otros llaman vallejo de los C¨¢rcavos y otros, los menos imaginativos, hoz del Barranco- es una preciosa garganta caliza que ha sido labrada a lo largo de miles de a?os por un afluente habitualmente seco del Durat¨®n, r¨ªo con el que comparte el v¨¦rtigo de los acantilados. Eso y la soledad -a s¨®lo dos pasos de los asadores de Sep¨²lveda y de las hoces m¨¢s famosas de Espa?a- son sus grandes encantos. Cualquier otro encantamiento, si alguna vez lo hubo, se perdi¨® tambi¨¦n en el barranco, como Eulalia.
Desde la iglesia de Villaseca vamos a bajar por la calle principal hasta rebasar una torre con aire de palomar -en realidad, un viejo dep¨®sito de agua-, dejaremos luego a la izquierda una fuentecilla esquinera y cogeremos la calle que, rodeando por la derecha las ¨²ltimas casas del pueblo, va a salir a un ancho camino de tierra junto a un largu¨ªsimo abrevadero de piedra. Por este camino nos alejaremos con rumbo sureste, entre sembrados y bald¨ªos, hasta alcanzar en diez minutos la cabecera del ca?¨®n, a¨²n poco profundo.
Por veredas de ovejas, y entre cortados cada vez m¨¢s altos, des-cenderemos sin problemas por el cauce seco del ca?¨®n culebrean-do entre sabinas, enebros y lavandas como las que sali¨® a buscar Eulalia. As¨ª, hasta arribar una hora m¨¢s tarde a los C¨¢rcavos, vertiginosos escarpes escalonados donde el ¨²nico senderillo posible nos guiar¨¢ por la empinada ladera izquierda para, de nuevo por el fondo, sorteando pinchudos escaramujos, salir a la hoz del Durat¨®n.
Tras holgarnos en el r¨ªo y su alameda, avanzaremos ojo avizor a manderecha, pues muy cerca, en una repisa baja de la pared de la hoz, abre su boca la cueva de los Siete Altares, iglesia rupestre visig¨®tica. Un centenar de metros m¨¢s abajo cruza el r¨ªo Durat¨®n la carretera de Sebulcor a Villaseca, por la que podremos regresar c¨®modamente al punto de partida. O, si nos ha gustado, volveremos por el ca?¨®n de la Perdida, que ya sabemos que no tiene p¨¦rdida.
Evitar el mucho calor y la lluvia
- D¨®nde. Villaseca (provincia de Segovia) dista 135 kil¨®metros de Madrid yendo por la carretera de Burgos (N-I) hasta Castillejo de Mesle¨®n, donde se ha de coger el desv¨ªo se?alizado hacia Sep¨²lveda -por las comarcales SG-234 y SG-233- y, una vez aqu¨ª, seguir las indicaciones viales hacia Castrillo de Sep¨²lveda y Villaseca. - Cu¨¢ndo. Marcha de tres horas -siete kil¨®metros, ida y vuelta por el mismo cami-no-, con un desnivel de 150 metros y una dificultad media-baja, que s¨®lo presenta el inconveniente de tener que ir sorteando los pinchudos enebros y, al final del ca?¨®n, los escaramujos. Evitar los d¨ªas de mucho calor -apenas hay som-bra- y de lluvias torrenciales, pues el fondo del barranco puede ser intransitable. - Qui¨¦n. Jos¨¦ Luis Cepillo, Francisco Ruiz y Juan Madrid son los autores de Andar por las Sierras y Barrancos de la Zona Centro (40 itinerarios), un cl¨¢sico de las gu¨ªas de senderismo que incluye la descripci¨®n de este peque?o ca?¨®n y que a¨²n puede adquirirse en La Tienda Verde (calle de Maudes, 23 y 38; tel¨¦fono: 915 343 257). - Y qu¨¦ m¨¢s. Aunque no hay p¨¦rdida, puede ser ¨²til el mapa 19-17 (Sep¨²lveda) del Servicio Geogr¨¢fico del Ej¨¦rcito, o el equivalente (431) del Instituto Geogr¨¢fico Nacional, ambos a escala 1: 50.000.
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