El euro, cerca y lejos
El euro no ha entrado todav¨ªa en la imaginaci¨®n de los espa?oles, pero ya est¨¢ en nuestros bancos y en nuestras n¨®minas. A mediados de septiembre, las entidades bancarias convertir¨¢n las cuentas corrientes y libretas de ahorro de pesetas a euros y todos los funcionarios recibir¨¢n este mes su n¨®mina en la nueva moneda europea. La revoluci¨®n que supone un cambio de divisa se est¨¢ desarrollando, en Espa?a y en los otros 11 pa¨ªses de la Uni¨®n Europea que han adoptado el euro, en dos planos. Uno m¨¢s t¨¦cnico, relacionado con las entidades bancarias y financieras y las administraciones, que va a buen ritmo y cumple, m¨¢s o menos, los calendarios y objetivos previstos; y otro vinculado a la ciudadan¨ªa y a la opini¨®n p¨²blica, que est¨¢ peligrosamente retrasado.
Parece como si la entrada en funcionamiento de la moneda ¨²nica fuera a reproducir todas las virtudes y defectos que rodean la construcci¨®n europea: grandes ideas que no se explican suficientemente a quienes van a utilizarlas. Todos los esfuerzos est¨¢n dedicados de momento a solucionar los problemas estrat¨¦gicos de distribuci¨®n y seguridad, sin duda muy importantes, pero los responsables de la Uni¨®n Europea deber¨ªan recordar que el euro tendr¨¢ ¨¦xito si es aceptado no s¨®lo por los bancos y los mercados, sino, por encima de todo, por sus millones de usuarios. Es decir, si se convierte en una moneda amigable que no provoca temor ni resulta hostil.
Faltan menos de 120 d¨ªas para que estemos obligados a usar en la vida cotidiana la nueva moneda y ya es hora de arrancar a toda potencia con las campa?as de informaci¨®n. Es imperioso que el euro empiece a estar presente en nuestras calles, en los escaparates, en el vocabulario de nuestros pol¨ªticos, en las vallas publicitarias, en las conversaciones y hasta en los chistes. El doble etiquetado en los productos de consumo, que tantas esperanzas divulgativas despert¨®, ha sido hasta ahora bastante in¨²til, porque el precio en euros ha pasado completamente inadvertido. Algunos t¨¦cnicos proponen que se vuelva a cambiar, como se ha hecho ya en otros pa¨ªses, de forma que ahora sea el precio en pesetas el que exija una mayor atenci¨®n. En Francia se han repartido este verano millones de talonarios de cheques en euros (lo que ha causado algunos problemas porque los usuarios no saben que est¨¢n obligados a aceptarlos, igual que aceptan los cursados en francos) y en las calles de algunas ciudades europeas han empezado a aparecer grandes convertidores de moneda.
El reparto de billetes y monedas se est¨¢ efectuando a toda velocidad, aunque, al menos en Espa?a, ha habido que cambiar algunos planes. Las grandes superficies, en las que tanto se conf¨ªa para ayudar a realizar el cambio, se han negado a recibir hasta el mes de diciembre los contenedores con las nuevas divisas, alegando que no tienen suficientes medidas de seguridad ni fondos como para mantener las pesetas y comprar al mismo tiempo reservas en euros. Los bancos tampoco han hecho caso todav¨ªa a las recomendaciones del BCE para la progresiva recogida de pesetas. En Alemania, por ejemplo, m¨¢s de seis millones de personas han ingresado este verano en sus cuentas bancarias la calderilla que se acumulaba en cajones, botes de confitura o viejos bolsos. S¨ª parece que van mejor en Espa?a los planes para que a partir de enero algunas 'unidades m¨®viles' acudan a los peque?os pueblos en los que no hay sucursales bancarias para facilitar a los vecinos el r¨¢pido cambio de moneda.
Sea como sea, el 1 de enero pr¨®ximo, la mayor parte de los espa?oles deber¨ªa ser capaz de calcular el valor del euro y de sus c¨¦ntimos sin sufrir ataques de p¨¢nico y sin caer en manos de desaprensivos y sinverg¨¹enzas siempre dispuestos a aprovecharse. La responsabilidad ser¨¢ estrictamente del Gobierno y no cabr¨¢ ninguna disculpa ni excusa.
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