En busca de la belleza
La cirug¨ªa est¨¦tica aplicada al alma podr¨ªa hacer maravillas. Yo tengo muchas cosas que olvidar, mucha grasa existencial, como para hacerme una liposucci¨®n de recuerdos molestos, y arreglar ese pasado que estuvo torcido durante tanto tiempo. Claro que podr¨ªa vivir con mis recuerdos durante toda una vida, pero, qu¨¦ quieren, con las nuevas t¨¦cnicas de la ciencia uno se olvida, los malos rollos se cercenan con el bistur¨ª y se aplica un relleno de silicona all¨ª donde no estuvimos a la altura de las circunstancias. Nuestro peso vital se puede aligerar con un corte por all¨ª, otro corte por all¨¢, un vaciado completo y un cosidito que lo deje todo impecable. Desafortunadamente, todav¨ªa no se han empezado a rellenar de silicona los cerebros, y hay mucha gente por ah¨ª que parece que no tiene seso, y todo por no aparentar.
Dentro de poco los cabezones como el de Pericles se pondr¨¢n de moda, y nos haremos aumentar el cr¨¢neo para parecer m¨¢s inteligentes. La t¨¦cnica de inflado craneal todav¨ªa no est¨¢ demasiado desarrollada, de tal forma que la cirug¨ªa est¨¦tica que se ocupa de las ideas se limita a adornar las gilipolleces cotidianas para que pasen por aut¨¦nticos ¨¦xitos de la mente humana. El equilibrio entre forma y contenido, responsable de la belleza, se convierte en una ilusi¨®n ideol¨®gica operada cien mil veces. Sin cicatrices. La mediocridad se hace pasar por genialidad gracias a la cirug¨ªa. Si las ideas se caen, hay que enderezarlas con una simple operaci¨®n, hasta borrar toda asimetr¨ªa, toda sospecha de que podamos envejecer. Y enseguida llegar¨¢ la preocupaci¨®n por nuestro cuerpo. Miraremos nuestras lorzas en el espejo, y apretaremos los michelines. Nuestra desnudez, acusadora, tan crudamente reveladora acerca de nuestra vida, nos avergonzar¨¢. Decidiremos entonces que no estamos en absoluto de acuerdo con nuestro cuerpo, le pese a quien le pese -a nosotros-, y tal vez optemos por la cirug¨ªa est¨¦tica. Porque, como todo el mundo sabe, envejecer es cosa de mal gusto.
La b¨²squeda de la belleza se ha convertido en una odisea. El cuerpo es tan maleable como la plastilina con la que jug¨¢bamos cuando ¨¦ramos peque?os. La revoluci¨®n de la cirug¨ªa est¨¦tica hace estragos en todo el mundo. Mucha gente no est¨¢ de acuerdo con sus carnes. ?Hace falta distinguir entre lo aut¨¦ntico y lo falso, lo natural y lo artificial, o da lo mismo mientras el resultado sea atractivo? Sea lo que sea, hay gente que muere en los quir¨®fanos en nombre de la belleza. No hay cosa m¨¢s po¨¦tica que morir por un ideal. Hubo quien dijo que la b¨²squeda de la belleza es la aspiraci¨®n humana m¨¢s genuina. Son frases que quedan muy bien para ilustrar la imagen de un cad¨¢ver sobre la mesa de operaciones. La muerte de una mujer a causa de una liposucci¨®n ha saltado a los titulares. Fue una m¨¢rtir de la belleza. Su ¨²nico anhelo era reducir unos cuantos cent¨ªmetros de abdomen. Pero la suprema b¨²squeda de la belleza, como la del Santo Grial, tiene sus riesgos. Mientras que nuestros antepasados s¨®lo pasaban por el quir¨®fano cuando era absolutamente necesario, en la actualidad la mesa de operaciones ha perdido solemnidad. Uno se tumba en la mesa simplemente para ser un poco m¨¢s guapo o estar un poco m¨¢s delgado. Y la defunci¨®n puede tomarse por un imponderable. De esto se deduce que importa m¨¢s la belleza que la propia vida, lo cual no deja de sorprender. En este mundo materialista en el que vivimos, la belleza cuesta cara. Y a veces hay que pagar con la muerte.
La belleza prefabricada se impone en el mundo occidental, y la cirug¨ªa est¨¢ al alcance de todo el mundo. El culto al cuerpo exige cada vez m¨¢s sacrificios. En estas circunstancias, no queda m¨¢s que maldecir a la belleza. La belleza puede ser p¨¦rfida, traicionera, est¨²pida, y hacernos muy desgraciados. La cruel tiran¨ªa de la proporci¨®n nos invade a trav¨¦s de los medios, y el canon de belleza actual es despiadado. La belleza puede convertirse, incluso, en una vulgaridad. Algunos muertos quedan muy guapos, eso s¨ª. Est¨¢n muertos, pero no tienen ni un solo gramo de grasa. Seguramente, antes de quedarse dormida, la v¨ªctima pens¨® que se despertar¨ªa bella de su sue?o. No imagin¨® que hay muchos otros muertos que buscaban la belleza. Como los caballeros de la tabla redonda, fueron cayendo en su viaje. En pos de un ideal de belleza, dulce trampa, mueren los seres humanos. So?ando que despertar¨¢n en un mundo mejor.
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