El traumatismo de nuestra vulnerabilidad
Washington, 11 de septiembre. Escribo estas l¨ªneas en mi estudio que da al jard¨ªn de un barrio residencial de Washington, poblado de ¨¢rboles, a unas pocas calles de la residencia del vicepresidente de Estados Unidos y de varias embajadas. Hay un ¨²nico s¨ªntoma de que algo ha cambiado en el decorado: la ausencia absoluta de aviones en el cielo que se aprestan a aterrizar o acaban de despegar del cercano aeropuerto nacional y de los ocasionales cazabombarderos o helic¨®pteros de las Fuerzas A¨¦reas.
El presidente Bush acaba de dirigirnos la palabra desde Luisiana, donde lo deposit¨® el avi¨®n que horas antes le hab¨ªa evacuado de la Casa Blanca y a la que, inexplicablemente, no le ha devuelto para recuperar as¨ª su lugar en el puesto de mando. Bush ha utilizado un t¨¦rmino que est¨¢ hoy en boca de muchos: los que perpetraron los ataques de Nueva York y Washington son unos 'cobardes'. Curiosa palabra ¨¦sta, ya que muy pocos de los que abundan en su uso -y por encima de todo aquellos que hablan sin parar de la necesidad de que la naci¨®n sea fuerte- han mostrado alguna inclinaci¨®n por lanzarse a defender causa alguna. Esa palabra tambi¨¦n oscurece el hecho de que los perpetradores de tan criminales actos lo que han librado es una acci¨®n de guerra, en el sentido m¨¢s contempor¨¢neo de la palabra, contra la naci¨®n estadounidense. Est¨¢ claro que la utilizaci¨®n de un vocabulario denigratorio y criminalizador pretende dar la explicaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s realista posible de por qu¨¦ ha ocurrido algo que parec¨ªa imposible. Pero si seguimos por ese camino, ello nos condenar¨¢ como naci¨®n a instalarnos cada vez m¨¢s firmemente en la convicci¨®n de que Estados Unidos siempre tiene raz¨®n, y de que sus cr¨ªticos y enemigos pueden estar en ocasiones equivocados, pero siempre sufren de una conducta irreductiblemente patol¨®gica.
El traumatismo de la nueva experiencia de nuestra vulnerabilidad como naci¨®n es muy grande. Tanto m¨¢s cuanto que la burocracia del Departamento de Seguridad Nacional no ha cesado de hablar ¨²ltimamente de la amenaza de los misiles procedentes de 'Estados irresponsables', y de debatir tambi¨¦n constantemente sobre si nuestras Fuerzas Armadas pueden combatir con ¨¦xito en dos guerras al mismo tiempo, o m¨¢s particularmente, de si debe o no debe haber soldados estadounidenses en los Balcanes. Lo que no se ha intentado en ning¨²n caso es promover entre la opini¨®n p¨²blica una discusi¨®n seria de nuestro papel a nivel mundial, la elecci¨®n de nuestros aliados, o nuestra interdependencia de hecho con el resto del mundo. Y ahora el mundo ha contraatacado. En el momento en que escribo estas l¨ªneas se ignora por completo qui¨¦nes son los perpetradores del crimen, c¨®mo consiguieron coordinar sus actividades y qu¨¦ mensaje quer¨ªan enviar al mundo con su comportamiento atroz.
Es posible que algunos de los ciudadanos estadounidenses reflexionar¨¢n ahora sobre por qu¨¦ raz¨®n la naci¨®n puede enviar armas a los cuatro confines del globo, destacar asesores y agentes secretos por todo el planeta, y contraer alianzas sin tener que pagar por ello ning¨²n precio, como el que es probable que inflijamos unilateralmente a aquellos que, a sabiendas o no, sean percibidos como enemigos del poder estadounidense. El presidente, un na?f ataviado de adulto, parec¨ªa profundamente conmocionado. ?se puede ser, quiz¨¢, el comienzo de una nueva pedagog¨ªa para ¨¦l y para decenas de millones de nuestros conciudadanos. Si as¨ª es, esa educaci¨®n de las masas va a llevar alg¨²n tiempo, y su resultado, en cualquier caso, es imposible de predecir.
Norman Birnbaum es profesor em¨¦rito de la Universidad de Georgetown y asesor del Comit¨¦ Progresista del Congreso.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.