Manzanilla de la discordia
Un pastor al que le piden dos a?os de prisi¨®n por haber cogido en Sierra Nevada una flor protegida que confundi¨® con una planta com¨²n exige que se celebre su juicio de una vez
Lo acusaron de haber robado en las cumbres de Sierra Nevada. Lo sometieron a un proceso judicial. Pidieron para ¨¦l m¨¢s de dos a?os de prisi¨®n. El esc¨¢ndalo de su historia dio la vuelta al pa¨ªs. ?l ahora exige que lo juzguen. Quiere acabar, seg¨²n dice, con la angustia de saber si tendr¨¢ que ir o no a la c¨¢rcel. No. No es un caso de altas finanzas, ni un fraude especulativo. El delito que cometi¨® el pastor de ovejas Miguel Gallegos, alpujarre?o, es m¨¢s llamativo: arranc¨® unas matas del monte que ¨¦l cre¨ªa manzanilla para infusiones y que eran, en realidad, una especie end¨¦mica, protegida, del parque natural. Manzanilla de la discordia.
Gallegos vive perdido en lo m¨¢s alto de La Alpujarra, en Pe?ablanca, diez kil¨®metros por encima del pueblo de Capileira. Casado, con dos hijos de 11 y 12 a?os, parece tener 65 cuando en realidad tiene veinte menos. Sufre de los huesos, de asma y de un alcoholismo que se ha agudizado desde que recibi¨® un papel judicial en el que se le acusaba de un presunto delito ecol¨®gico.
Todo ocurri¨® el 5 de agosto de 1998. Gallegos pastoreaba a su reba?o por mitad de Sierra Nevada cuando encontr¨® unas matas de manzanilla que arranc¨® del suelo. 'A mis ni?os les dol¨ªa la barriga y la manzanilla iba a venirles bien', cuenta que pens¨®. Ni sab¨ªa que estaba cometiendo un delito ni tampoco que lo hab¨ªan visto un agente de Medio Ambiente y un celador forestal. Tuvo un altercado con los agentes, que le exigieron y requisaron lo que hab¨ªa recolectado y guardado en su zurr¨®n. El alijo eran 190 gramos de artemisia granatensis boiss, una planta muy similar a la manzanilla com¨²n, aunque catalogada como una especie silvestre en peligro de extinci¨®n, una rar¨ªsima flor end¨¦mica de Sierra Nevada. Ah¨ª comenz¨® su pesadilla.
T¨¦cnicamente, el pastor hab¨ªa cometido un presunto delito ecol¨®gico. La m¨¢quina judicial se puso a funcionar contra ¨¦l. El fiscal le pidi¨® dos a?os y tres meses de prisi¨®n, adem¨¢s de 250.000 pesetas de indemnizaci¨®n, como procede, seg¨²n la ley, contra el que 'corte, tale, queme, arranque, recolecte o efect¨²e tr¨¢fico ilegal de alguna especie o subespecie de flora amenazada'. A Gallegos, hombre de monte de toda la vida, habituado al fr¨ªo y la soledad, el mundo se le vino encima: 'Yo no he matado a nadie para tener que ir a la c¨¢rcel', dice. 'Como vaya, es mi ruina. ?De d¨®nde voy yo a alimentar a la familia si estoy en la c¨¢rcel, si lo ¨²nico que tengo son cuatro ovejas y media?'.
Obsesionado
Se volvi¨® paranoico. 'Cada vez que un coche se acerca por aqu¨ª', dice su mujer, Mar¨ªa, de 32 a?os, 'cree que vienen a llev¨¢rselo: est¨¢ obsesionado'. Luego a?ade: 'El huerto ya lo ha abandonado casi del todo, no puede trabajar, el asma lo est¨¢ matando y no para de beber para olvidar los problemas'.
Cuando su abogado, Miguel Ruiz de Almod¨®var, acudi¨® a la casa perdida en la sierra en donde vive la familia para completar un papeleo, vio que el asunto judicial estaba minando seriamente la salud de Gallegos. 'Est¨¢ sufriendo un perjuicio doble, triple, desmesurado con respecto a lo que se supone que hizo', explica. 'Un hombre de campo, acostumbrado a recoger del suelo lo que necesita, a valerse de las plantas que tiene en el entorno, desconoce si una especie est¨¢ protegida o desprotegida... pero lo peor es llevar tres a?os esperando un juicio, viviendo con un miedo permanente'.
Ante su delicado estado de salud, el abogado y la familia decidieron que Gallegos deb¨ªa ir a Madrid, a una cl¨ªnica, para tratar su alcoholismo cada vez m¨¢s agudo y su p¨¢nico. Pero el precio del tratamiento es desorbitado para su econom¨ªa: 100.000 pesetas. Han abierto una suscripci¨®n popular en un banco y el abogado ha pedido, ante todo, que se celebre la vista cuanto antes, en el juzgado de lo penal n¨²mero 7 de Granada. Cree que el pastor, que vive con ese temor ascentral de la gente de campo a la justicia o el presidio, pase el mal trago de una vez.
Ruiz de Almod¨®var es consciente de que un juicio razonable terminar¨¢ en la absoluci¨®n. Gallegos tambi¨¦n. 'A m¨ª me meten en la c¨¢rcel', dice, 'y ya me extrav¨ªan para los restos'. 'No tengo dinero, ni fincas, ni televisi¨®n', a?ade. De hecho, ni siquiera se hab¨ªa enterado que d¨ªas atr¨¢s se produjo un atentado terrorista en Nueva York que ha conmocionado al mundo. 'Yo no quiero que se entere de las malas noticias', confiesa su mujer, 'porque en seguida se pone malo y se echa a llorar, por la cosa que sea'.
Sin cuarto de ba?o
La vida del matrimonio es dur¨ªsima. Durante el verano, los dos hijos se han encargado del huerto familiar, del pastoreo de las ovejas por los alrededores y de unas cuantas gallinas que merodean en una casa que s¨®lo tiene un oscuro comedor y un par de dormitorios. No hay cuarto de ba?o. Ahora, con el comienzo del curso, los ni?os tendr¨¢n que volver a recorrer, a pie, a diario, los diez kil¨®metros monte abajo y monte arriba que separa la casa, arrendada, del pueblo de Capileira. '?l ya no puede hacer nada, est¨¢ muy mal', dice la mujer. Y ¨¦l lo confirma: 'Es el asma, sobre todo el asma, que hace que ya no pueda estar ni con las ovejas'.
Gallegos vive angustiado ante la idea de que pueda ser condenado y su familia se quede sin recursos para vivir. Una y otra vez clama por su inocencia y rechaza las acusaciones de que iba a 'traficar' con la manzanilla. 'Si lo ¨²nico que hice fue coger un pu?ado', se queja, 'para los ni?os, porque yo de eso es que ni tomo'.
En los ¨²ltimos meses recela ya de todos los visitantes que se acercan hasta su casa. Ha sufrido varios ataques de ansiedad y se ha vuelto m¨¢s hosco y hura?o, aunque contin¨²a acogiendo con buen humor e invitaciones para una futura matanza a quienes se interesan por su estado. La peripecia m¨¢s grande que ha vivido fue hace unos d¨ªas, cuando viaj¨® a Madrid para hablar de su tratamiento. '?Cu¨¢ndo me hubiera imaginado yo verme en un Madrid?', pregunta sonriente. Luego a?ade, m¨¢s sombr¨ªo: 'Yo ya no puedo ni trabajar. Lo que quiero es que esto se acabe de una vez. ?C¨®mo se me iba a ocurrir que por un pu?ado de manzanilla se me iba a venir esto encima?' Manzanilla de la discordia.
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