Noches de vigilia en Legazpi
Un centenar de vecinos organiza patrullas nocturnas para ahuyentar a vendedores y consumidores de droga
Los ocho metros de asfalto de la calle de Teresa L¨®pez Valc¨¢rcel son la frontera que separa dos mundos enfrentados y obligados a convivir en la zona sur del barrio de Legazpi (Arganzuela). Al oeste se levantan naves industriales abandonadas en las que se refugian vendedores de droga y centenares de toxic¨®manos que acuden a adquirir sus dosis. Al este, m¨¢s de un centenar de propietarios de unas flamantes viviendas de nueva construcci¨®n, 'hartos de la venta de drogas en el barrio, que lo ha inundado de atracos y robos en las casas', llevan dos semanas patrullando en grupos por el barrio cada noche para ahuyentar a los drogodependientes y camellos y llamar la atenci¨®n sobre su situaci¨®n.
La tensi¨®n entre los vecinos y los ocupantes de las naves -que comenz¨® en mayo pasado, seg¨²n los residentes- ha subido de tono en las ¨²ltimas semanas. A finales de agosto se produjeron los primeros conatos de agresiones f¨ªsicas y, en la madrugada del pasado mi¨¦rcoles, unos desconocidos arrojaron seis botellas incendiarias contra una casa ocupada por 16 personas sin techo a quienes los vecinos acusan de participar en el trapicheo de droga. El incidente fue confirmado por la polic¨ªa y los bomberos, que acudieron a sofocar el peque?o fuego causado por el ataque.
Miguel ?ngel, Juan Mu?oz y un centenar largo de vecinos se concentraban a las 22.30 del pasado mi¨¦rcoles, como cada d¨ªa desde hace dos semanas, 'para denunciar que es una injusticia que, teniendo localizados los cuatro o cinco puntos de venta de droga, no se haga nada para pararlo'. 'Compramos nuestros pisos por 40 millones de pesetas con la ilusi¨®n de vivir en un lugar agradable, y ahora no podemos ni dejar a los ni?os jugar en la calle', se lamentan los vecinos.
El trasiego de toxic¨®manos es visible durante todo el d¨ªa. Pero las autoridades dicen que poco pueden hacer por detenerlo. 'No podemos arrestar a los consumidores, y para entrar en las naves donde presumiblemente se trafica necesitamos una orden judicial', explican fuentes policiales. Aun as¨ª, un veh¨ªculo policial monta guardia por las noches para prevenir males mayores.
En apenas 100 metros de la calle Maestro Arb¨®s, los vecinos afirman que hay cuatro puntos de venta. Uno en el n¨²mero 23, otro en el n¨²mero 15 (antiguo Economato Laboral de la empresa Talbot) y dos m¨¢s en el 17. La creciente presencia policial no satisface a los vecinos, que la consideran insuficiente.'Por eso salimos a la calle, para denunciar lo que est¨¢ pasando y alejar a los toxic¨®manos a gritos', dice una mujer. La ronda nocturna no est¨¢ exenta de cierta tensi¨®n. Cuando aparece alg¨²n supuesto toxic¨®mano, los vecinos le increpan. Mientras, desde las ventanas de los edificios ocupados asoman cabezas que insultan a los de abajo.
Primeros conatos de pelea
Justo en la frontera, la casa que fue atacada el mi¨¦rcoles, ocupada por 16 inmigrantes y ex toxic¨®manos, focaliza la disputa. 'En la casa se han vendido drogas hasta hace una semana', asegura Miguel ?ngel. Los primeros conatos de pelea se produjeron junto a la vivienda -que est¨¢ en tr¨¢mite de desalojo, seg¨²n la Junta Municipal de Arganzuela-. Los vecinos presionaron a los ocupantes de la casa para que dejaran de trapichear. 'Acordamos con ellos que no habr¨ªa m¨¢s droga en la casa y que se marchar¨ªan en una semana', relata Miguel ?ngel. 'Lo primero parece que lo han cumplido, pero lo segundo no. Hoy [el mi¨¦rcoles] acaba el plazo y aqu¨ª siguen', apostilla.
Paul y Bego?a, ¨¦l originario de Ghana y ella una ex toxic¨®mana espa?ola que dice haber dejado la droga con un programa con metadona, niegan que en la casa que ocupan se vendan estupefacientes. 'Casi no tenemos dinero para vivir. ?Crees que vendiendo vivir¨ªamos as¨ª?', pregunta Bego?a se?alando la destartalada casa. Paul dice que el ataque con los objetos incendiarios les sorprendi¨® mientras dorm¨ªan. Uno incendi¨® el tejado, aunque los bomberos frenaron su extensi¨®n.
'No queremos problemas con los vecinos, pero no vamos a dejar que nos ataquen de esta manera', advierte Paul. Algunos residentes se desmarcan r¨¢pidamente del ataque y admiten que, ante el deterioro de la situaci¨®n, 'puede ser que alguien se haya pasado de la raya'.
Polic¨ªa, vecinos y la concejal presidenta de Arganzuela, Eva Dur¨¢n, coinciden en que la soluci¨®n al conflicto pasa por el derribo de los edificios en los que, presuntamente, se vende droga. 'Ya fueron derribados seis cuando se consigui¨® la orden de los due?os. Estamos siguiendo el proceso con los dem¨¢s, pero si un propietario, como el de Maestro Arb¨®s, 23, no quiere, nosotros no podemos hacer nada', explica Dur¨¢n. Este edificio ha sido desalojado judicialmente y vuelto a ocupar por los presuntos traficantes tres veces en los ¨²ltimos meses.
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