Un hinchada singular
Los colegios son instruidos para que cada uno anime a una selecci¨®n determinada, pero a veces se confunden
Con la vegetaci¨®n asediando los muros de los fondos y acariciando la espalda de los m¨²sicos que no paran de hacer sonar sus improvisados tambores -barriles de cerveza- el estadio Ato Boldon de Couva se convirti¨® el pasado s¨¢bado en un improvisado recinto festivo al aire libre. La mayor¨ªa de las entradas se han distribuido gratuitamente entre los colegios y los institutos de la zona. A cada instituci¨®n le corresponde animar a un equipo. Con banderitas y las gargantas prestas, los apaciguados trinite?os se convierten en hooligans de ocasi¨®n: pero la cosa no funciona.
La desapasionada concepci¨®n del f¨²tbol en la isla hace que a los pocos minutos del encuentro las hinchadas se mezclen y se confundan. Se les olvid¨® que en el f¨²tbol no se puede ir con los dos equipos. Pero en realidad ellos no van con ninguno, ellos van con la pelota y con los jugadores, con todos. Abuchean al que comete una falta y le reprochan con gritos su feo gesto, aplauden con alegr¨ªa y admiraci¨®n un regate en el centro del campo, asombrados de la capacidad malabar de los futbolistas y cuando el bal¨®n se aproxima a las ¨¢reas un murmullo creciente nace de las gradas, que miran expectantes la jugada. Todos juntos hacen la ola cada cierto tiempo y sobre todo bailan.
Los noventa minutos se confunden en el contoneo permanente de los trinite?os que no pueden evitar mover el cuerpo al comp¨¢s de la percusi¨®n que ameniza sin descansar un solo segundo cada choque. La encargada de organizar a la afici¨®n espa?ola asegura con una amplia sonrisa: 'Nosotros somos los supporters de Espa?a'. Es una hondure?a que da clases de primaria en una ciudad industrial del sur de la isla, San Fernando, y se queja de que ellos no tienen banderitas. No se las han dado, pero a¨²n as¨ª asegura muy contenta que para el pr¨®ximo partido conseguir¨¢ traer m¨¢s hinchas y adem¨¢s de mayor edad.
La hinchada argentina parece mejor organizada y es la m¨¢s numerosa, aunque aplauden con entusiasmo los goles del rival del equipo suramericano, Burkinna Fasso. Y es que la idea es pasarlo bien y cuando concluye el encuentro y suenan los acordes de un calypso por el altavoz a nadie se le ocurre marcharse a su casa, sino prolongar la diversi¨®n bailando junto a las vallas que separan la grada del estadio. El f¨²tbol es una fiesta en Trinidad.
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