El cierzo lanza al pelot¨®n
Igor Gonz¨¢lez de Galdeano gana en Zaragoza la etapa m¨¢s r¨¢pida en la historia del ciclismo
Entre Logro?o y Zaragoza sopl¨® el cierzo. Un hurac¨¢n. Viento del noroeste, la misma direcci¨®n de la carretera. Viento de cola para los ciclistas, que volaron por las llanuras del Ebro. Alcanzaron una media de 55,176 kil¨®metros por hora. R¨¦cord absoluto. Ni en el Tour ni en el Giro se ha alcanzado jam¨¢s esa velocidad. Tampoco en la Vuelta, claro. Fueron 180 kil¨®metros de v¨¦rtigo. El pelot¨®n termin¨® roto casi sin necesidad de que los equipos m¨¢s airosos organizaran esa especialidad tan espa?ola llamada abanico. No ten¨ªa sentido. Con el viento de cola es imposible alcanzar grandes ventajas. Por delante llegaron 40 corredores. Todos los fuertes de la Vuelta, excepto David Plaza, que anda de capa ca¨ªda desde que se vaci¨® en la contrarreloj de Torrelavega. Gan¨® un ciclista airado, Igor Gonz¨¢lez de Galdeano, que aprovech¨® la victoria para denunciar una campa?a de desestabilizaci¨®n contra ¨¦l en particular y contra su equipo, el ONCE-Eroski en general.
Igor atac¨® a dos kil¨®metros de la llegada de una etapa tan r¨¢pida como invisible (no pudo verse por televisi¨®n) y evit¨® un sprint reducido en el que Freire podr¨ªa haber colmado el vac¨ªo que tiene en el est¨®mago. No estaba delante Zabel, el alem¨¢n que le ha amargado toda la Vuelta; desgraciadamente, tampoco ten¨ªa compa?eros que le ayudaran a controlar al grupo. 'Ya sab¨ªa yo que aprovechar¨ªa para ganar alguno de los que organizaron el corte', dijo el c¨¢ntabro, a quien el estir¨®n del pelot¨®n en Fusti?ana, en Navarra, a 70 kil¨®metros de la llegada, le encontr¨® desubicado, en la zaga del grupo. Logr¨® enlazar con los delanteros unos kil¨®metros m¨¢s tarde, pero s¨®lo le acompa?aba un compa?ero, Ca?ada.
Johan Bruyneel es un hombre r¨¢pido. Siempre que hay un r¨¦cord est¨¢ por ah¨ª el belga que dirige al US Postal. En 1993, cuando corr¨ªa con el ONCE, el equipo que siempre juega a favor del viento, Bruyneel gan¨® la etapa m¨¢s r¨¢pida hasta entonces en la historia del Tour a 49,417 kil¨®metros por hora de media; y en 1999, cuando Cipollini logr¨® ganar al sprint la Laval-Blois, 194,5 kil¨®metros volados a 50,355 kil¨®metros por hora, ya estaba Bruyneel al volante victorioso del US Postal que llevar¨ªa a Armstrong a su primer Tour. Y ayer, el alumno dilecto de Manolo Saiz, el rey del abanico, fue quien mand¨® a sus corredores ponerse en fila india y acelerar la marcha de un pelot¨®n ya lanzado a favor del cierzo. Iban rectos por Fusti?ana. Iban a m¨¢s de 60 por hora. La cuerda se tens¨® y se rompi¨®. El ONCE-Eroski, claro, estaba atento; tambi¨¦n el Kelme, de quien su director, Vicente Belda, dice ir¨®nicamente que se ha convertido en un equipo de rodadores; y tambi¨¦n el iBanesto.com, al menos su guerrillero principal, Juan Miguel Mercado. Los dem¨¢s no contaban. El corte naci¨® de la inercia f¨ªsica, y del cansancio de unos cuantos, y se mantuvo por la misma ley.
La victoria de Igor fue un final l¨®gico para un d¨ªa exagerado de una Vuelta exagerada, donde todo es hiperb¨®lico, dram¨¢tico e irreversible, pero s¨®lo hasta el d¨ªa siguiente. Llega Beloki y dice que est¨¢ tan mal que no se ve ganador y al d¨ªa siguiente se viste de l¨ªder; llega Igor, el segundo del tridente y dice que esta Vuelta no es la suya y a los dos d¨ªas gana una etapa. Hoy la Vuelta descansa; ma?ana llega a Andorra, el territorio en que mejor se expresa el menor de los Galdeano.
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