La carne en verano
El verano y los esc¨¢ndalos van unidos. En otra ¨¦poca, lo escandaloso se daba en las playas, por donde los primeros s¨ªntomas de libertad aparec¨ªan en forma de biquini sueco y, algo m¨¢s tarde, top-less sin denominaci¨®n de origen. El episcopado no estaba en la orilla para exorcizar con la mitra o el agua bendita a las mujeres obscenas, pero siempre sal¨ªa de una sombrilla un matrimonio mayor con bigotes (bigote ¨¦l y bigote ella) lanzado a la maldici¨®n del desnudo y a la denuncia a un guardia de la porra. Ahora las arenas est¨¢n hasta el culo de tetas, pero la porra, la mitra y el bigotillo de la hispanidad siguen actuando.
Hace semanas una multitud se congreg¨® en Berl¨ªn para ver la ca¨ªda en el patio de un centro cultural de una vaca previamente muerta. La vaca estaba sana antes de morir, quiero decir no espongiforme, y el artista Wolfgang Flatz la pag¨® religiosamente, la mat¨® y la colg¨® de una cuerda (quiz¨¢ la palabra soga confundir¨ªa menos en este contexto), pase¨¢ndola despu¨¦s por los aires de la ciudad antes de soltarla desde un helic¨®ptero. Al estrellarse en el suelo, unos cohetes embutidos en el vientre del animal produjeron fuegos artificiales. Era una performance con un sentido: 'simbolizar el miedo de los seres humanos a la carne', pero estuvo a punto de ser prohibida por el municipio despu¨¦s de que una ni?a de 13 a?os y una sociedad protectora de animales pusieran una demanda judicial. Los jueces estuvieron sabios en esta ocasi¨®n, permitiendo la actuaci¨®n de Flatz ante el numeroso p¨²blico que quer¨ªa ver el estallido de la vaca; nadie obliga a los demandantes, a?ad¨ªa el tribunal, a asistir al espect¨¢culo que les desagradaba.
En Valencia se produjo durante el verano otro esc¨¢ndalo relacionado con la carne. Al anunciar el nuevo director de la Mostra de Cine, Jorge Berlanga, que en la edici¨®n de este a?o se har¨¢ un homenaje al malogrado director valenciano Carles Mira, un teniente de alcalde del PP y un ramillete de instituciones p¨ªas de la ciudad saltaron. No se pod¨ªa permitir que en un festival patrocinado por el Ayuntamiento se proyectase la pel¨ªcula La portentosa vida del Padre Vicente, una ¨¢cida guasa biogr¨¢fica del santo patr¨®n de la ciudad, Vicente Ferrer. La pel¨ªcula ya tuvo conflictos en su d¨ªa por su saludable desverg¨¹enza carnal, pero eran los d¨ªas con freno y marcha atr¨¢s de la transici¨®n: 1978. M¨¢s de veinte a?os despu¨¦s, esos se?ores de Valencia act¨²an como si nada. Quieren prohibir. No les importa la integridad de una obra cinematogr¨¢fica, la libre expresi¨®n, el derecho del p¨²blico a elegir lo que ve; el teniente de alcalde (al que finalmente parece que la alcaldesa le ha parado los pies) confes¨® incluso, en medio de la pol¨¦mica originada, que ¨¦l no hab¨ªa visto la pel¨ªcula. Lo esencial era que, para que unos cuantos santurrones caducos que ni van al cine estuvieran tranquilos, el resto de la poblaci¨®n tuviese prohibida la posibilidad de pecar con la cinta de Mira.
Yo sufr¨ª en mi propia carne hace poco m¨¢s de un a?o algo que nunca he contado. La Empresa Municipal de Transportes del Ayuntamiento de Madrid deneg¨® el permiso para rodar en uno de sus autobuses una escena de mi pel¨ªcula Sagitario argumentando, tras leer el gui¨®n, que era pornogr¨¢fica. En la escena un actor pasaba sus labios por el pecho (?totalmente vestido!) de su novia; encontramos una alcald¨ªa de la periferia menos retr¨®grada, la escena se rod¨®, y la pel¨ªcula la pueden ver sin peligro, seg¨²n la Junta de Calificaci¨®n, los ni?os de 14 a?os. Es terrible, pero la censura vuelve, si se fue, y vuelve remasterizada. Concejales, obispos, beatos, bienpensantes de un ecologismo mal entendido: todo el mundo con algo de poder o representaci¨®n se siente autorizado para prohibir lo que a ellos les molesta y a una mayor¨ªa le gusta, le interesa o le resulta indiferente. En el tiempo de la liberal¨ªsima globalizaci¨®n del planeta, la polic¨ªa italiana entra nocturna y alevosamente para apalear a unos manifestantes durmientes, tortur¨¢ndoles a continuaci¨®n en comisar¨ªa, y la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica espa?ola se mete en la cama de sus profesoras para inculcarles el dogma. La carne, siempre haciendo perder la cabeza.
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