?D¨®nde pelear? ?Contra qui¨¦n pelear?
El Gobierno de George W. Bush se enfrenta a una contienda que nada tiene que ver con los ataques a¨¦reos de Clinton en 1998 o la guerra del Golfo emprendida por su padre
Cuando el presidente George W. Bush y sus ayudantes hablan acerca de emprender acciones militares para acabar con el apoyo que Afganist¨¢n da al terrorismo, se est¨¢n refiriendo a ataques para castigar al r¨¦gimen talib¨¢n y minar su control sobre el pa¨ªs, pero en ning¨²n caso hablan de una ocupaci¨®n norteamericana a gran escala. No parece que se hayan puesto de acuerdo sobre ning¨²n plan de guerra, aunque, oficialmente, la Administraci¨®n Bush insiste en que no ha excluido ninguna opci¨®n. Sin embargo, Washington est¨¢ preparando un ingente ataque militar si los talib¨¢n, como se espera que suceda, reh¨²san entregar al terrorista Osama Bin Laden y acabar con su red terrorista.
El golpe intentar¨ªa no s¨®lo destruir las bases terroristas en Afganist¨¢n, sino tambi¨¦n demostrar a otras naciones que a aquellos que den refugio a los enemigos de Estados Unidos se les har¨¢ pagar un alto precio. La opci¨®n principal es intervenir militarmente en la guerra civil afgana del lado de los enemigos de los talib¨¢n: la asediada alianza rebelde que controla una m¨ªnima parte del pa¨ªs.
Para complicar m¨¢s las cosas al Gobierno de Bush, se ha perdido algo esencial: el elemento sorpresa
No bastar¨¢ con uno o dos ataques a¨¦reos. Ser¨¢ una campa?a militar que puede durar a?os, no meses
Ahora, esa Alianza del Norte est¨¢ m¨¢s debilitada que nunca con el asesinato de su l¨ªder, Ahmed Sha Masud, quien falleci¨® el pasado s¨¢bado tras un ataque terrorista con bomba, justo dos d¨ªas antes de los atentados en Nueva York y Washington.
Al mismo tiempo, EE UU ejercer¨ªa presi¨®n adicional persuadiendo, por ejemplo, a Pakist¨¢n para que cierre todos los canales financieros a la organizaci¨®n de Bin Laden y corte el suministro de petr¨®leo a Afganist¨¢n. Tales iniciativas deber¨ªan conducir en poco tiempo a la aplastante derrota talib¨¢n.
Pero, para complicar los planes de la Administraci¨®n Bush, se ha perdido algo esencial: el elemento sorpresa. Tanto los talib¨¢n como los hombres de Bin Laden esperan un bombardeo y han evacuado sus campamentos y bases, seg¨²n los servicios secretos de EE UU.
Y aun as¨ª existe una aceptaci¨®n de que ir m¨¢s lejos de todo lo anteriormente expuesto, con una ocupaci¨®n al estilo de la sovi¨¦tica con miles de tropas, colocar¨ªa a EE UU en una inc¨®moda posici¨®n con la mayor¨ªa de los pa¨ªses isl¨¢micos y tornar¨ªa la situaci¨®n en peligros¨ªsima.
La Administraci¨®n Bush se ha empe?ado en conseguir un plan que incluya tropas del aire, y potencialmente tropas terrestres, siendo ¨¦ste un plan m¨¢s poderoso que los misiles de crucero que lanz¨® el Gobierno de Bill Clinton en 1998 contra Bin Laden en Afganist¨¢n -con escaso efecto-, pero que es menor que la ingente ofensiva a¨¦rea y terrestre que EE UU llev¨® a cabo durante la guerra del Golfo.
Los responsables de Defensa indican que una acci¨®n militar contra Afganist¨¢n no necesita ser un asunto de urgencia si carece del elemento sorpresa. De hecho, el Pent¨¢gono necesitar¨¢ tiempo para colocar sus fuerzas si decide llevar a cabo un mayor ataque en regiones lejanas como lo es Afganist¨¢n, lejos de las bases norteamericanas.
Pero esos mismos responsables tambi¨¦n son conscientes de que, pol¨ªticamente, ser¨ªa m¨¢s f¨¢cil emprender acciones mientras el clamor del mundo por las atrocidades de los ataques terroristas contra el World Trade Center y el Pent¨¢gono est¨¦ aun fresco.
La acci¨®n militar planeada para Afganist¨¢n es parte de una pol¨ªtica diplom¨¢tica y militar m¨¢s amplia, que englobe a todos los pa¨ªses que proveen de ayuda y refugio a los terroristas. El objetivo de la Administraci¨®n Bush es claro: arrancar de cuajo la red de los terroristas. Pero mientras que los terroristas se hacen dif¨ªciles de encontrar, Washington se est¨¢ concentrando no s¨®lo en ellos, sino tambi¨¦n en el gobierno que los respalda. Definitivamente, capturar a un terrorista o un l¨ªder enemigo es una de las tareas m¨¢s dif¨ªciles a las que se enfrentan los militares. Los militares norteamericanos trataron en vano de capturar al se?or de la guerra somal¨ª Muhamad Farah Aidid. Y fallaron en desalojar a Sadam Husein del poder a pesar de sus numerosos intentos y bombardeos, incluido alg¨²n intento de asesinato del l¨ªder iraqu¨ª.
La primera Administraci¨®n de George Bush padre tuvo ¨¦xito en la captura de Manuel Noriega, el hombre fuerte de Panam¨¢. Pero Washington ten¨ªa muchas ventajas, incluida la de que pose¨ªa bases a¨¦reas y campos de aviaci¨®n en Panam¨¢. Pero Bin Laden ha sido esquivo y se ha escondido en una escabrosa y accidentada regi¨®n remota de las bases y tropas estadounidenses.
El vicepresidente Dick Cheney aseguraba ayer que EE UU no estaba seguro de que Bin Laden estuviese todav¨ªa en Afganist¨¢n. Enfrentados a una dif¨ªcil tarea de rastreo, la Administraci¨®n Bush ha respondido ampliando el problema. La teor¨ªa es que mientras los terroristas son dif¨ªciles de encontrar, el Gobierno que los haya cobijado no lo es. 'Las organizaciones terroristas y los terroristas no tienen objetivos de alto valor', dijo ayer el secretario de Defensa Donald Rumsfeld en el canal de noticias Fox. 'No tienen ni ej¨¦rcito, ni marina, ni fuerzas contra las que se pueda batallar. No tienen capitales de valor que les importe perder'. Pero a?adi¨®: 'Algunos de los pa¨ªses que est¨¢n dando refugio a los terroristas s¨ª tienen capitales. S¨ª tienen ej¨¦rcitos'.
La semana pasada, el n¨²mero dos del Departamento de Defensa, Paul Wolfowitzen, habl¨® de 'acabar con los Estados que apoyan el terrorismo'. Algunas fuentas matizaron poco despu¨¦s que Wolfowitzen fue malinterpretado y que lo que realmente quer¨ªa decir es que hab¨ªa que acabar con el apoyo que proporcionaban los Estados a los terroristas.
En algunos casos, como Afganist¨¢n, esto ser¨ªa pr¨¢cticamente un asunto sem¨¢ntico desde el momento en que el objetivo sea desbancar al r¨¦gimen talib¨¢n si se niegan a cooperar con la campa?a contraterrorista de Washington.
En otros casos, se aplicar¨¢ una presi¨®n pol¨ªtica, econ¨®mica y militar limitada. Desde luego, la Administraci¨®n de Bush no va a emprender la invasi¨®n de todos los pa¨ªses que el departamento de Estado lista como terroristas -Ir¨¢n, Irak, Siria, Sud¨¢n, Libia, Cuba y Corea del Norte-.
Y deber¨ªa estar preparado para mostrar cierta flexibilidad t¨¢ctica. Algunos altos responsables han declarado que no excluyen la posibilidad de cooperar con Ir¨¢n, uno de los pa¨ªses que apoyan a las milicias antitalib¨¢n insurgentes en su tarea de derribar al r¨¦gimen de Kabul. ?ste ser¨ªa el m¨¢s claro ejemplo del dicho 'el enemigo de mi enemigo es mi amigo'.
En un pa¨ªs tan pobre como Afganist¨¢n existen pocos objetivos de alto valor como a los que se refer¨ªa Rumsfeld. Pero s¨ª que existen bases, puestos de polic¨ªa y fuerzas armadas que EE UU podr¨ªa atacar. Sin lugar a dudas, los objetivos se encuentran en Afganist¨¢n.
Cheney asegur¨® que no exist¨ªan indicaciones de que Irak estuviese relacionado con los ataques terroristas de la semana pasada. 'Sadam Husein se ha reprimido en este caso', dijo Cheney.
Reconociendo la dificultad de su tarea, la Administraci¨®n Bush ha querido evitar expectativas del tipo de que con uno o dos ataques a¨¦reos se ponga fin a la amenaza del terrorismo en el mundo. Se habla de una campa?a militar que podr¨ªa durar a?os, no meses.
'Lo que tenemos que hacer es destruir las redes de las organizaciones terroristas', manifest¨® Cheney ayer. 'Creo que ¨¦ste es un asunto en el que EE UU se va a ver implicado en el futuro m¨¢s previsible'.
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