Hace falta una soluci¨®n pol¨ªtica, no militar
En un viaje que hice a Pakist¨¢n hace unos a?os, habl¨¦ con un ex general sobre los grupos isl¨¢micos militantes de la regi¨®n. Le pregunt¨¦ por qu¨¦ esta gente, que hab¨ªa aceptado con gusto el dinero y las armas de Estados Unidos durante la guerra fr¨ªa, se hab¨ªa vuelto antiestadounidense de la noche a la ma?ana. Me explic¨® que no eran los ¨²nicos. Muchos oficiales paquistan¨ªes, que hab¨ªan servido lealmente a Estados Unidos desde 1951 en adelante, se sent¨ªan humillados por la indiferencia de Washington.
'Pakist¨¢n era el cond¨®n que los estadounidenses necesitaban para entrar en Afganist¨¢n', dijo. 'Cumplimos con nuestro prop¨®sito y ellos piensan que nos pueden tirar sin m¨¢s por el retrete'.
'Los talib¨¢n no podr¨ªan haber conquistado solos Kabul. Estaban dirigidos por 'voluntarios' paquistan¨ªes'
'Israel puede desafiar a la ONU, India tiranizar Cachemira, pero es Irak quien debe ser castigado'
El antiguo cond¨®n est¨¢ siendo repescado otra vez para el uso, pero ?funcionar¨¢? La nueva 'coalici¨®n contra el terrorismo' necesita los servicios del Ej¨¦rcito paquistan¨ª, pero el general Musharraf tendr¨¢ que ser extremadamente cauteloso. Un compromiso excesivo con Washington podr¨ªa conducir a una guerra civil en Pakist¨¢n y dividir a las Fuerzas Armadas. Mucho ha cambiado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas, pero las iron¨ªas de la historia siguen multiplic¨¢ndose.
En el propio Pakist¨¢n, el islamismo obtuvo su fuerza del patrocinio estatal, m¨¢s que del apoyo popular. La ascendencia del fundamentalismo religioso es el legado de un dictador militar anterior, el general Zia-Ul-Haq, que recibi¨® s¨®lido respaldo de Washington y Londres a lo largo de sus 11 a?os como dictador.
Fue durante su gobierno (1977-1989) cuando se cre¨® una red de madrasas (internados religiosos) financiadas por el r¨¦gimen saud¨ª.
A los ni?os, que posteriormente fueron enviados a luchar como muyahidines en Afganist¨¢n, se les dec¨ªa que descartasen toda duda. La ¨²nica verdad era la divina. Cualquiera que se rebelase contra el imam se rebelaba contra Al¨¢. Las madrasas s¨®lo ten¨ªan un objetivo: la producci¨®n de fan¨¢ticos desarraigados en nombre de un sombr¨ªo cosmopolitismo isl¨¢mico. Los manuales ense?aban que la letra yim del urdu equival¨ªa a 'yihad'; la tay, a 'tope' (ca?¨®n); la kaaf, a Kal¨¢shnikov, y la kay, a Jun (sangre).
Dos mil quinientas madrasas produjeron una cosecha de 225.000 fan¨¢ticos dispuestos a matar y morir por su fe cuando sus l¨ªderes religiosos se lo pidiesen. Enviados al otro lado de la frontera por el Ej¨¦rcito paquistan¨ª, se lanzaban a la batalla contra otros musulmanes si se les dec¨ªa que no eran verdaderos musulmanes. El credo talib¨¢n es una rama ultrasectaria, inspirada por la secta wahab¨ª que gobierna Arabia Saud¨ª. La severidad de los mul¨¢s afganos ha sido calificada de desgracia para el Profeta por cl¨¦rigos sun¨ªes de al-Azhar, El Cairo y por te¨®logos shi¨ªes de Qom.
Sin embargo, los talib¨¢n no podr¨ªan haber conquistado solos Kabul simplemente con su exceso de celo religioso. Estaban armados y dirigidos por 'voluntarios' del Ej¨¦rcito paquistan¨ª. Si Islamabad decidiese cerrar el grifo, ser¨ªa posible desbancar a los talib¨¢n, pero no sin graves problemas. La victoria en Kabul cuenta como el ¨²nico triunfo del Ej¨¦rcito paquistan¨ª. Todav¨ªa hoy, el antiguo secretario de Estado de Estados Unidos Zbigniew Brezinski se mantiene recalcitrante: '?Qu¨¦ era m¨¢s importante para el mundo desde el punto de vista de la historia?', pregunta con algo m¨¢s que un toque de irritaci¨®n, '?los talib¨¢n o la ca¨ªda del imperio sovi¨¦tico? ?Unos cuantos musulmanes agitados o la liberaci¨®n de Europa Central y el fin de la guerra fr¨ªa?'.
Si las normas de Hollywood necesitan una guerra corta y claramente definida contra el nuevo enemigo, el C¨¦sar estadounidense har¨ªa bien en no insistirles a las legiones paquistan¨ªes. Las consecuencias podr¨ªan ser funestas: una brutal y despiadada guerra civil que causar¨ªa m¨¢s amargura y favorecer¨ªa m¨¢s actos de terrorismo individual. Islamabad har¨¢ todo lo posible por evitar una expedici¨®n militar a Afganist¨¢n. Primero, porque hay soldados, pilotos y oficiales paquistan¨ªes en Kabul, Bagram y otras bases. ?Cu¨¢les ser¨ªan esta vez las ¨®rdenes? ?Las obedecer¨ªan? Es mucho m¨¢s probable que Osama Bin Laden sea sacrificado por el inter¨¦s de la causa general y que su cuerpo, vivo o muerto, sea entregado a sus anteriores jefes de Washington. Pero, ?bastar¨¢ con eso?
La ¨²nica soluci¨®n verdadera es de naturaleza pol¨ªtica. Requiere eliminar las causas que crean el descontento. La desesperaci¨®n alimenta el fanatismo y es consecuencia de la pol¨ªtica de Washington en Oriente Pr¨®ximo y en otras partes. La casu¨ªstica ortodoxa entre los fact¨®tums, los columnistas y los cortesanos leales al r¨¦gimen de Washington la simboliza el ex diplom¨¢tico Robert Cooper, asesor personal para Asuntos Exteriores de Tony Blair, que escribe con bastante sinceridad: 'Tenemos que acostumbrarnos a la idea de los dobles criterios'. La m¨¢xima que oculta este cinismo es que vamos a castigar los cr¨ªmenes de nuestros enemigos y recompensar los cr¨ªmenes de nuestros amigos. ?Al menos no es eso preferible a la impunidad universal? La respuesta a esto es sencilla: este tipo de 'castigo' no reduce, sino que fomenta la criminalidad de aquellos que la ejercen. Las guerras del Golfo y de los Balcanes fueron los primeros ejemplos del cheque en blanco moral que supone un vigilantismo selectivo. Israel puede desafiar impunemente las resoluciones de la ONU, India puede tiranizar Cachemira, Rusia puede destruir Groszny, pero es Irak el que tiene que ser castigado y son los palestinos quienes siguen sufriendo.
Cooper contin¨²a: 'Consejo a los Estados posmodernos: acepten que la intervenci¨®n en los premodernos va a ser un acto habitual. Dichas intervenciones quiz¨¢ no solucionen los problemas, pero pueden sosegar las conciencias. Y eso no las hace necesariamente peores'. Intenten explicarle eso a los supervivientes de Nueva York y Washington.
Estados Unidos se est¨¢ lanzando a una locura. Sus ide¨®logos hablan de esto como si fuese un ataque a la 'civilizaci¨®n', pero ?qu¨¦ tipo de civilizaci¨®n es la que piensa en una venganza con derramamiento de sangre? Durante los ¨²ltimos sesenta a?os y m¨¢s, Estados Unidos ha hecho caer a dirigentes democr¨¢ticos, ha bombardeado pa¨ªses de tres continentes, ha utilizado armas at¨®micas contra civiles japoneses, pero nunca supo qu¨¦ se siente cuando las propias ciudades de uno son atacadas. Ahora lo sabe. A las v¨ªctimas del atentado y a sus familiares tenemos que ofrecerles nuestra profunda condolencia, igual que se la ofrecemos a aquellos a quienes el Gobierno de Estados Unidos ha convertido en v¨ªctimas. Pero considerar que, de alguna manera, la vida de un estadounidense vale m¨¢s que la de un ruand¨¦s, un yugoslavo, un vietnamita, un coreano, un japon¨¦s, un palestino... es inaceptable.
Tariq Al¨ª es novelista y dramaturgo paquistan¨ª, autor de novelas como A la sombra del granado. Una novela de la Espa?a musulmana (Edhasa) y El libro de Saladino (Edhasa). Entre sus obras de car¨¢cter sociol¨®gico destacan: Can Pakistan survive? (1998), Masters of the Universe: NATO's balkan crusade (2000) y Marching in the streets (con Susan Watkins) (1998). Miembro del consejo de Redacci¨®n de la New Left Review.
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