Panero el loco
La realidad es m¨¢s grande que la Historia, est¨¢ llena de secretos y olvidos; de cat¨¢strofes privadas que no salen en los peri¨®dicos, que quedan m¨¢s all¨¢ de las torres destruidas en Nueva York; del hundimiento de la Bolsa; de la sangre que se derrama en Jerusal¨¦n, en Kabul o en San Sebasti¨¢n; de los 65 cr¨ªmenes cometidos este a?o en Madrid, y del resto de las atrocidades que llenan de tinta roja los diarios. Uno de esos olvidos se llama Leopoldo Mar¨ªa Panero, tiene 53 a?os, est¨¢ loco y es uno de los mayores y m¨¢s originales poetas que ha dado la literatura espa?ola en las ¨²ltimas cuatro d¨¦cadas. La editorial Visor acaba de publicar su Poes¨ªa completa 1970-2000, un tomo de casi seiscientas p¨¢ginas, mitad Libro de los Muertos, mitad Caja de Pandora, que no va a recibir ni por parte de los medios de comunicaci¨®n ni por parte de los lectores -y ojal¨¢ me equivoque- la atenci¨®n que merece. Por desgracia, algunos libros son, como el moho o las goteras, un extremo visible del olvido.
Leopoldo Mar¨ªa Panero es una especie de H?lderlin contempor¨¢neo, en todos los sentidos, s¨®lo que en lugar de vivir en la ciudad de T¨¹bingen, en casa del carpintero Zimmer y a orillas del r¨ªo Neckar, est¨¢ internado en el Hospital Cl¨ªnico de Madrid, en la plaza de Cristo Rey. Antes de volver a su ciudad natal -naci¨® el 16 de junio de 1948 en casa de sus padres, en la calle de Ibiza, n¨²mero 25-, en la que ha vivido en centros como el Alonso Vega, de Madrid; el San Juan de Dios, en Ciempozuelos; el Psiqui¨¢trico Provincial de Colmenar, y el hospital Santa Isabel de Legan¨¦s, Panero habit¨® una larga lista de centros psiqui¨¢tricos en toda Espa?a: el de Santa ?gueda, en Zaragoza; la Cl¨ªnica Psiqui¨¢trica Pedralbes, en Barcelona; el hospital Hermanas Hospitalarias de Nuestra Se?ora de la Paz, en Elizondo, Pamplona; el Sanatorio Psiqui¨¢trico Hermanos de Dios, en Mondrag¨®n, Guip¨²zcoa; el hospital Insular de Las Palmas, o la cl¨ªnica Pedro Mata, de Reus. Con raz¨®n, uno de los cap¨ªtulos m¨¢s extensos de su biograf¨ªa -El contorno del abismo, escrita por J. Benito Fern¨¢ndez- se titula Mis hospitales, mis prisiones.
Hoy, Panero est¨¢ ingresado en el hospital Cl¨ªnico de Madrid, vive aislado de todo y de casi todos, y se siente tan al margen de la vida que asegura que hace tiempo que ha muerto. ?sa es una de sus paranoias m¨¢s frecuentes, pero tambi¨¦n tiene otras, como una seg¨²n la cual la CIA lo persigue desde hace a?os y otra seg¨²n la cual fue su madre, Felicidad Blanc, quien lo volvi¨® loco y quien ahora, despu¨¦s de muerta, lo sigue atormentando en sue?os, apareci¨¦ndosele en las sombras y devorando poco a poco su coraz¨®n. La historia tormentosa de la familia Panero -que incluye al prestigioso poeta Juan Luis Panero, hermano mayor de Leopoldo Mar¨ªa, y al padre de ambos, Leopoldo Panero, un gran poeta a principios de los a?os treinta, cuando deslumbr¨® con sus versos a Pablo Neruda y a Rafael Alberti, y un oscuro franquista y escritor mediocre a finales de esa misma d¨¦cada- la conocen algunas personas gracias a las memorias de Felicidad Blanc, Espejo de sombras, y Juan Luis Panero, Sin rumbo cierto, y muchas m¨¢s gracias a las pel¨ªculas El desencanto, de Jaime Ch¨¢varri, y Despu¨¦s de tantos a?os, de Ricardo Franco. En la segunda ya pudo verse el estado lamentable en el que malvive el autor de As¨ª se fund¨® Carnaby Street, Teor¨ªa, Narciso o El ¨²ltimo hombre, obras que en su momento fueron reconocidas como episodios esenciales de la poes¨ªa espa?ola contempor¨¢nea y que han tenido una brillante prolongaci¨®n en libros como Poemas del manicomio de Mondrag¨®n, Orfebre o Guarida del animal que no existe.
Pero la locura, el alcohol y un car¨¢cter conflictivo han sepultado la importancia literaria de Leopoldo Mar¨ªa Panero, un escritor respetado por muchos e ignorado por casi todos, un hombre al que las circunstancias parecen darle la raz¨®n, puesto que de ¨¦l se suele hablar igual que si ya estuviese muerto. Pero no lo est¨¢, est¨¢ vivo, escribe una ca¨®tica autobiograf¨ªa y sigue creando poemas de una belleza cegadora. Hace poco lo visit¨¦ en el hospital. Est¨¢ muy deteriorado, su ropa est¨¢ ra¨ªda, tiene la delgadez de quien parece estar en su cuerpo como al borde de un abismo. Se sienta frente a ti, habla sin parar y toma vasos de leche sin parar, yo le vi beberse veintid¨®s en una hora y media. All¨ª, sentado en la cafeter¨ªa del hospital Cl¨ªnico, parece un ser improbable, un mito del pasado. Resuc¨ªtenlo leyendo su Poes¨ªa completa 1970-2000. Conozcan al gran poeta vivo de esta ciudad.
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