Los tiempos sombr¨ªos
Hay un libro, Mi vida, del cr¨ªtico alem¨¢n Marcel Reich-Ranicki, que incluye una apasionante y escalofriante historia de lo que les pas¨® a los ciudadanos jud¨ªos en Varsovia. Algunas im¨¢genes quedan del rostro apesadumbrado de aquellos ciudadanos: la humillaci¨®n a la que somet¨ªan a los que iban a ser condenados a muerte, la prepotencia implacable de los verdugos, caras an¨®nimas, miles y miles de muertos, zanjas de las que ya luego no se iban a levantar nunca los condenados. En medio de aquel desastre humano al que Hitler condujo a millones de seres humanos en la Europa de Einstein y de Russell, la Europa culta de los conciertos, la literatura y la titubeante libertad, aquellos personajes humillados y ofendidos, que hab¨ªan sido profesores, artistas o empresarios, hallaron el cobijo de la solidaridad o del arte, se refugiaron en la posibilidad de la sabidur¨ªa. Esos hombres sepultados en una vida sin dignidad ni remedio, asaltados por la ignominiosa bota que domin¨® los tiempos sombr¨ªos del ¨²ltimo trazo del m¨¢s reciente milenio, se resistieron a aceptar que ese muro acababa con su capacidad para pensar, escribir o vivir. Dirig¨ªan orquestas andrajosas y de maravillosa m¨²sica, le¨ªan a escondidas libros prohibidos e imborrables, y se salvaban de la muerte por ajusticiamiento gracias a milagrosas cabriolas del destino. Aguzaron su instinto para seguir, y sobrevivieron, como hombres y tambi¨¦n como creadores de ideas, e incluso como ideas, a una tarea de exterminio que ven¨ªa de un pensamiento ¨²nico: el pensamiento que daba luz verde a la muerte del otro, la muerte a toda costa, la muerte total, el exterminio.
En ese libro de Reich-Ranicki hay algunas escenas conmovedoras en que se hace verdad esa capacidad que tiene el arte para devolver la dignidad a la vida. La que se ha quedado m¨¢s pegada a mi memoria es la de ese hombre lleno de andrajos que de pronto se alza entre la multitud entusiasmada pero empobrecida que acude a un concierto y recibe los aplausos con los que se premia la gran obra de un creador. ?se es el hombre, suya es la m¨²sica y no de otro, pero le averg¨¹enzan sus ropas y por eso tarda minutos y minutos en atender la placentera obligaci¨®n de dar las gracias. El propio Reich-Ranicki estuvo escondido durante meses por un mec¨¢nico colaboracionista que se qued¨® fascinado por la memoria literaria del ahora muy famoso cr¨ªtico alem¨¢n. ?ste le ayudaba de d¨ªa a liar cigarrillos para su venta clandestina y por la noche deleitaba a la pareja que les dio refugio contando novelas que ¨¦l hab¨ªa le¨ªdo en su primera juventud. As¨ª se salv¨®.
Reich-Ranicki fue notorio en Espa?a cuando dio a conocer su entusiasmo por Javier Mar¨ªas y luego fue tambi¨¦n conocido su espectacular gesto contra la ¨²ltima novela de G¨¹nter Grass. Pod¨ªa pensarse que su libro iba a ser una especie de recorrido por la gesti¨®n literaria de su memoria, pero no es eso: es la cr¨®nica de un hombre que sobrevive a los tiempos sombr¨ªos pero ya no se los puede quitar de su recuerdo. Ese libro, del que en Espa?a se han dicho algunas cosas desde?osas quiz¨¢ porque la gente lee con falta de generosidad y tambi¨¦n con el apresuramiento que se usa para manifestar desprecio por el trabajo ajeno, salta ahora a la memoria a la vista de lo que sucede, porque del mismo modo que aquel fue un tiempo terriblemente sombr¨ªo nosotros estamos en los albores de una tormenta que no se sabe c¨®mo va a parar, y quiz¨¢ s¨®lo la literatura, la poes¨ªa, el pensamiento, en definitiva el arte, puede ayudar a explicar. La guerra -su pasado, su vislumbre- es un desastre para todo el mundo y todo el mundo interpreta el desastre desde ese punto de vista: desde el punto de vista del desastre. La agresi¨®n brutal contra las vidas humanas es un azote que pervivir¨¢ en la memoria como una execrable memoria de nuestro tiempo. Es imposible saber, como suger¨ªa ayer Jos¨¦ Mar¨ªa Ridao, si la historia del futuro va a recoger este instante fatal de la Humanidad de una forma u otra, pero ahora mismo lo que se recoge del suelo es un mundo m¨¢s despedazado que antes del 11 de septiembre de 2001. Ahora todos vivimos m¨¢s sombr¨ªos, y el drama no est¨¢ en un lado o en otro del mundo, sino en todo el mundo. Lo dec¨ªa Brecht, tambi¨¦n habr¨¢ luz en los tiempos sombr¨ªos, y ahora vivimos en el medio, otra vez, de los tiempos sombr¨ªos. La oscuridad. Ojal¨¢ la oscuridad no.
Babelia
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