Huir hacia el conflicto
La crisis de Macedonia sigue abierta, aunque haya pasado a un segundo plano tras el 11 de septiembre. La necesidad de lograr un acuerdo global de cooperaci¨®n y seguridad en los Balcanes sigue siendo, sin embargo, una prioridad; sobre todo para Europa.
Ha habido avances, en su mayor¨ªa gracias a la mediaci¨®n -y presi¨®n, por supuesto- de los dirigentes de la pol¨ªtica europea y de la OTAN. Se trataba sobre todo de enmendar errores previos, como la ins¨®lita libertad de movimientos que tuvo la guerrilla albanesa de Kosovo para, una vez desmovilizada all¨ª, reconvertirse en grupo armado en la regi¨®n de Macedonia de mayor¨ªa albanesa. La responsabilidad de las tropas internacionales estacionadas en Kosovo (Kfor) en esta situaci¨®n es incuestionable. Con su actividad, la l¨®gica de acci¨®n-represi¨®n ha llevado a un reforzamiento de los frentes entre nacionalistas eslavos macedonios y albaneses macedonios. Es cierto que el conflicto es, en su mayor parte, responsabilidad directa de grupos armados albaneses cuyos intereses nada tienen que ver con los derechos de su minor¨ªa. Pero no lo es menos que ha existido tradicionalmente discriminaci¨®n contra una minor¨ªa que con su crecimiento exponencial no puede ser ignorada en la constituci¨®n de una democracia.
Los acuerdos logrados en Ohrid entre partidos macedonios eslavos y albaneses son el m¨ªnimo denominador com¨²n actualmente existente entre estas comunidades. Sobre ellos debe basarse la dif¨ªcil tarea de reconstruir la convivencia tras los enfrentamientos habidos. Tanto eslavos como albaneses deber¨ªan tener claro que nadie apoya una revisi¨®n de fronteras. Pero los nacionalistas macedonios que ahora bloquean en el Parlamento la aprobaci¨®n de los acuerdos que otorgan mayores derechos a la comunidad albanesa tambi¨¦n est¨¢n obligados a tener en cuenta que sin estabilidad pol¨ªtica interna nadie puede garantizar nada. Por eso es imprescindible que, junto al desarme de la guerrilla albanesa y la persecuci¨®n por parte de las tropas internacionales de los activistas que se resistan a ello, y un firme compromiso para la defensa del Estado macedonio, se aprueben unos acuerdos que puedan convencer a los albaneses de Macedonia de que pueden vivir en el mismo Estado que los macedonios eslavos.
La alternativa es la guerra. El Parlamento de Skopje debiera ser consciente de su responsabilidad hist¨®rica y acabar de una vez con sus maniobras dilatorias para obstaculizar un arreglo definitivo.
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