?Est¨¢n impidiendo los ¨¢rboles ver el bosque?
El autor repasa la evoluci¨®n de la econom¨ªa valenciana, en la que coexisten un bajo nivel educativo y una elevada sobrecualificaci¨®n
Que los ¨¢rboles formen el bosque no evita en muchas ocasiones que, como constata el dicho popular, los primeros impidan verlo. Algo de esto puede estar sucediendo con la situaci¨®n de la econom¨ªa valenciana, en la cual empiezan a emerger rasgos cada vez m¨¢s preocupantes. La espectacularidad del endeudamiento generado por los actuales gestores del Consell, su fracaso en conseguir equilibrar las asimetr¨ªas en la financiaci¨®n por habitante en el nuevo marco de financiaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas o su incapacidad para prever los recursos con los que financiar el funcionamiento anual de la costosa pol¨ªtica de grandes contenedores culturales a la que se lanzaron reci¨¦n llegados al gobierno, son, sin duda, algunos de ellos. Pero, probablemente, tambi¨¦n son ese tipo de ¨¢rboles que dificultan ver el conjunto del bosque. De esta forma, su espectacularidad, y el que la acci¨®n p¨²blica ocupe un espacio destacado en los medios de comunicaci¨®n, puede estar impidiendo detectar y diagnosticar otras carencias de la estructura productiva y la magnitud de los retos que, dentro del nuevo marco econ¨®mico internacional, ¨¦stas imponen para asegurar una senda de crecimiento sostenido en el largo plazo compatible con bajos niveles de desempleo.
El fuerte endeudamiento p¨²blico constituye un hecho de innegable trascendencia
No se trata de negar lo evidente: el fuerte endeudamiento p¨²blico constituye un hecho de innegable trascendencia, tanto por su cuant¨ªa y su origen como por la hipoteca que supone. Pero la duda es si los interrogantes sobre nuestro futuro pueden articularse en torno a las consecuencias de este aspecto. Porque en el terreno de la econom¨ªa la inc¨®gnita a despejar es en qu¨¦ medida la adaptaci¨®n de la estructura productiva a la nueva realidad derivada de su plena integraci¨®n en el mercado europeo y de la revoluci¨®n tecnol¨®gica -de la globalizaci¨®n-, no presenta carencias de magnitud suficiente para poner en peligro a medio plazo la continuidad del ritmo de crecimiento y el nivel de bienestar alcanzado. Lo cual determinar¨ªa un aumento de la diferencia porcentual, que hoy como ayer, mantenemos en nuestro nivel de renta por habitante respecto al de los pa¨ªses m¨¢s avanzados.
A la dificultad de acertar en el diagn¨®stico contribuye, sin duda, el creciente escepticismo de los economistas sobre nuestra capacidad para identificar cu¨¢les son las causas por las que unas econom¨ªas son m¨¢s ricas que otras. Adem¨¢s, en nuestro caso concreto, influye de forma muy destacada la escasa proclividad de los gestores p¨²blicos a crear espacios comunes para el debate y la pasividad, como colectivo, de los economistas acad¨¦micos valencianos una vez que la, en otros tiempos, c¨ªvicamente activa Facultad de Ciencias Econ¨®micas y Empresariales ha quedado definitivamente convertida en un instituto de ense?anza secundaria.
En cualquier caso, el desconocimiento no es total y mucho menor de lo que pretenden las declaraciones de los gestores p¨²blicos. Tras decenios de debate sobre las causas de la riqueza, y la pobreza, de las naciones, hoy disponemos de algunas certezas. Y su contrastaci¨®n con la informaci¨®n cuantitativa sobre la situaci¨®n valenciana no arroja un balance que incite al optimismo o deje resquicios para la autocomplacencia.
La inexistente convergencia
Una de esas certezas es la extrema dificultad de las econom¨ªas para converger; para equiparar sus rentas por habitante. Del ingente esfuerzo acad¨¦mico de los ¨²ltimos a?os, que Lant Pritchett sintetizara en el Journal of Economic Perspectives, emerge con claridad la conclusi¨®n de que los diferenciales temporales en el ritmo de crecimiento de las econom¨ªas menos desarrolladas, como la valenciana o la espa?ola, no han conducido en el ¨²ltimo siglo, con excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, a converger con las m¨¢s avanzadas. De lo cual deber¨ªan tomar nota los gobernantes, valencianos y no valencianos, que, incluso iniciada la fase de desaceleraci¨®n, no dejan de anunciar la ya pr¨®xima equiparaci¨®n de nuestra renta por habitante con la de la media de la Europa de los Quince.
Ciertamente, como la historia es muda, siempre es posible elegir per¨ªodos ad hoc para intentar demostrar lo contrario. Pero si en lugar de trocearla seg¨²n el inter¨¦s de cada cual, se analiza el conjunto del siglo XX, la conclusi¨®n desde la perspectiva de la convergencia es desoladora. La comparaci¨®n de los resultados de las investigaciones de Albert Carreras y Leandro Prados de la Escosura con las cifras sobre otros pa¨ªses recopiladas por Agnus Maddison as¨ª lo demuestra: en t¨¦rminos porcentuales y sobre la renta por habitante de las econom¨ªas m¨¢s avanzadas, Espa?a ha acabado el siglo XX pr¨¢cticamente en el mismo punto en que lo comenz¨®: en el rango del 70-75% de la media del PIB por habitante de Gran Breta?a, Francia y Alemania.
Y lo mismo cabe indicar en relaci¨®n con la econom¨ªa valenciana, aunque la informaci¨®n disponible obligue a un c¨¢lculo indirecto. La mejora entre comienzos y finales del siglo ha sido, en el mejor de los casos, de dos puntos porcentuales respecto a la media espa?ola. Es decir: de convergencia nada de nada. Ello no niega la importancia de las transformaciones que han tenido lugar porque aun sin convergencia, la distancia respecto a las econom¨ªas m¨¢s avanzadas no ha aumentado. Pero, en mi opini¨®n, las cifras resaltan sobre todo la vigencia del consejo del conejo rojo a la reina Alicia cuando le dijo que 'en este pa¨ªs, Alicia, hay que correr mucho para no quedarse retrasado'.
Crisis del modelo valenciano
En relaci¨®n con las transformaciones del pasado, tambi¨¦n el resultado de las investigaciones sobre la econom¨ªa valenciana es taxativo: su incorporaci¨®n al tren del desarrollo, tanto en la segunda mitad del siglo XIX como en la etapa final de la industrializaci¨®n durante los a?os sesenta, se produjo gracias a la favorable combinaci¨®n de tres factores: mano de obra relativamente cualificada, tecnolog¨ªa susceptible de ser adaptada a las necesidades del sistema productivo y a la dotaci¨®n de factores y estructura de la propiedad. Fue esa combinaci¨®n la que hizo posible superar la escasez de capital, principal restricci¨®n al crecimiento durante este largo per¨ªodo. Ello no evit¨® una especializaci¨®n en t¨¦cnicas intensivas en trabajo y que buena parte de los procesos m¨¢s rentables, pero para los que los requerimientos de capital fijo eran m¨¢s elevados, quedaran en manos de empresarios for¨¢neos. Pero s¨ª hizo posible el traslado de recursos hacia los sectores de mayor productividad y una senda de crecimiento y de creaci¨®n de empleo que, sin ser excepcional dentro del panorama europeo, ha permitido no perder posiciones respecto a los pa¨ªses l¨ªderes.
Lo preocupante, sin embargo, es que la combinaci¨®n favorable de factores que han permitido en el ¨²ltimo siglo y medio evitar un proceso de divergencia pueden estar desapareciendo. Cualquiera que sea la valoraci¨®n personal del fen¨®meno de la globalizaci¨®n, parece indiscutible que ¨¦sta coloca en un lugar todav¨ªa m¨¢s central que en el pasado al capital humano. El conocimiento, las ideas o, en t¨¦rminos pr¨¢cticos, el nivel de cualificaci¨®n de la poblaci¨®n activa, es el que permite crear, implementar y adaptar las nuevas tecnolog¨ªas y, por tanto, fomentar el crecimiento y abandonar el segmento del mercado en donde la competitividad se basa, prioritariamente, en bajos costes salariales.
Es cierto que el crecimiento de una econom¨ªa, de la valenciana como de cualquier otra, no es funci¨®n s¨®lo de las ideas generadas en su seno. Pero tambi¨¦n lo es que el aumento sostenido del producto por habitante depende de la creaci¨®n de puestos de trabajo de elevada productividad funci¨®n, a su vez, de lo que Abramovitz denomin¨® 'capacidad social' de absorci¨®n, o de adaptaci¨®n, de las nuevas tecnolog¨ªas. La cual est¨¢ directamente relacionada con el nivel de cualificaci¨®n de su poblaci¨®n.
D¨¦ficit de capital humano
Y es en este terreno, donde las carencias de la econom¨ªa valenciana son especialmente relevantes. Tanto se ha insistido en el bajo nivel educativo de su poblaci¨®n activa (como aproximaci¨®n a su capacidad para comprender, aplicar y desarrollar tecnolog¨ªas que impulsen mejoras en la productividad) que su recordatorio ha dejado de ser noticia. Que su nivel se sit¨²e entre los m¨¢s bajos de las comunidades aut¨®nomas y junto a las m¨¢s atrasadas, muy por debajo, por tanto, del de los pa¨ªses m¨¢s avanzados de la Europa de los Quince, parece no importar a pesar de toda la evidencia acumulada sobre su relevancia para el aumento sostenido de la renta. Y lo mismo empieza a ocurrir con el modesto nivel de inversi¨®n en I+D cuya tasa, seg¨²n cifras p¨²blicas, ha ca¨ªdo en la Comunidad Valenciana casi a la tercera parte entre 1987/92 y 1993/1998, superando el 80% en el caso de las universidades.
Pero esto no es todo. Demasiado a menudo se olvida que la cualificaci¨®n de la poblaci¨®n es condici¨®n necesaria pero no suficiente para el aumento de la productividad y, por tanto, del bienestar. La conexi¨®n entre ambas exige que los puestos de trabajo existentes, o al menos los de nueva creaci¨®n, tengan unos requerimientos acordes con los mayores niveles de cualificaci¨®n laboral conseguidos. ?Est¨¢ teniendo lugar esta conexi¨®n en la econom¨ªa valenciana? Con la informaci¨®n disponible, la respuesta es no: gran parte de los puestos de trabajo son de baja cualificaci¨®n, lo cual ha dado lugar a un aumento del fen¨®meno de la 'sobrecualificaci¨®n'. En pocas palabras, la realizaci¨®n de las tareas de buena parte de los puestos de trabajo no requiere el uso de las aptitudes adquiridas por quienes los desempe?an. Seg¨²n la Encuesta de Inserci¨®n Laboral realizada por el IVIE para la Fundaci¨® Bancaixa, el desajuste objetivo severo (muy o bastante sobrecualificado) de los j¨®venes, tanto en el primer empleo como en el ¨²ltimo, ha aumentado en diez puntos porcentuales entre 1996 y 1999 situ¨¢ndose, en ambos casos, por encima de un tercio del total de los puestos de trabajo. Por su parte, la existencia de alg¨²n tipo de sobrecualificaci¨®n (muy, bastante o algo sobrecualificado) supera el 50% frente a s¨®lo un 25% de adecuadamente preparados.
La coexistencia de bajos niveles educativos y porcentajes elevados de sobrecualificaci¨®n es uno de los rasgos m¨¢s preocupantes de la estructura productiva valenciana y remite a la baja cualificaci¨®n de los empresarios y a la creciente dificultad de muchos de ellos para aprovechar las posibilidades que brinda la revoluci¨®n tecnol¨®gica en un contexto cada vez m¨¢s global. A pesar del desinter¨¦s p¨²blico sobre esta cuesti¨®n, el problema es socialmente muy relevante. Primero porque los empresarios son una pieza fundamental en la creaci¨®n de empleo. Y segundo, porque, con una movilidad creciente del trabajo, fomentada por una inmigraci¨®n alegal cada vez m¨¢s intensa, las consecuencias de la baja capacidad empresarial para aprovechar las ventajas del nuevo contexto internacional generando empleo de elevada productividad no las sufren los propios empresarios. Son los trabajadores los m¨¢s amenazados por esta situaci¨®n: los no cualificados por cuanto pueden ser f¨¢cilmente sustituidos por extranjeros alegales, y los sobrecualificados porque las tareas poco cualificadas de sus puestos de trabajo pueden ser f¨¢cilmente realizadas por trabajadores menos preparados, obligando a los m¨¢s cualificados a emigrar hacia otras econom¨ªas con mayores requerimientos de capital humano. Una econom¨ªa dominada por puestos de trabajo menos cualificados implica empleo peor retribuido lo que, ciertamente, implica costes menores y posibilidad de subsistir para empresas de baja productividad. Pero, al mismo tiempo, ello supone tambi¨¦n menores salarios y, menor capacidad de crecimiento a largo plazo, por la baja productividad y, por tanto, menores posibilidades de aumentar el nivel de bienestar para todos.
Ninguna de la constataciones anteriores tiene relevancia pol¨ªtica partidaria. Afortunadamente, los procesos descritos son lentos en t¨¦rminos del ciclo pol¨ªtico tal y como ¨¦ste se desarrolla entre nosotros. Quiz¨¢ por ello puede no ser un exceso de ingenuidad pensar que los agentes p¨²blicos, sociales y pol¨ªticos, pueden, y deben, afrontar el an¨¢lisis de la amplitud de estas carencias y sus soluciones. Contribuir¨ªan con ello a asegurar un mejor futuro no s¨®lo para la generaci¨®n de valencianos hoy en el mercado de trabajo, sino tambi¨¦n para sus hijos y para los hijos de sus hijos.Que los ¨¢rboles formen el bosque no evita en muchas ocasiones que, como constata el dicho popular, los primeros impidan verlo. Algo de esto puede estar sucediendo con la situaci¨®n de la econom¨ªa valenciana, en la cual empiezan a emerger rasgos cada vez m¨¢s preocupantes. La espectacularidad del endeudamiento generado por los actuales gestores del Consell, su fracaso en conseguir equilibrar las asimetr¨ªas en la financiaci¨®n por habitante en el nuevo marco de financiaci¨®n de las comunidades aut¨®nomas o su incapacidad para prever los recursos con los que financiar el funcionamiento anual de la costosa pol¨ªtica de grandes contenedores culturales a la que se lanzaron reci¨¦n llegados al gobierno, son, sin duda, algunos de ellos. Pero, probablemente, tambi¨¦n son ese tipo de ¨¢rboles que dificultan ver el conjunto del bosque. De esta forma, su espectacularidad, y el que la acci¨®n p¨²blica ocupe un espacio destacado en los medios de comunicaci¨®n, puede estar impidiendo detectar y diagnosticar otras carencias de la estructura productiva y la magnitud de los retos que, dentro del nuevo marco econ¨®mico internacional, ¨¦stas imponen para asegurar una senda de crecimiento sostenido en el largo plazo compatible con bajos niveles de desempleo.
No se trata de negar lo evidente: el fuerte endeudamiento p¨²blico constituye un hecho de innegable trascendencia, tanto por su cuant¨ªa y su origen como por la hipoteca que supone. Pero la duda es si los interrogantes sobre nuestro futuro pueden articularse en torno a las consecuencias de este aspecto. Porque en el terreno de la econom¨ªa la inc¨®gnita a despejar es en qu¨¦ medida la adaptaci¨®n de la estructura productiva a la nueva realidad derivada de su plena integraci¨®n en el mercado europeo y de la revoluci¨®n tecnol¨®gica -de la globalizaci¨®n-, no presenta carencias de magnitud suficiente para poner en peligro a medio plazo la continuidad del ritmo de crecimiento y el nivel de bienestar alcanzado. Lo cual determinar¨ªa un aumento de la diferencia porcentual, que hoy como ayer, mantenemos en nuestro nivel de renta por habitante respecto al de los pa¨ªses m¨¢s avanzados.
A la dificultad de acertar en el diagn¨®stico contribuye, sin duda, el creciente escepticismo de los economistas sobre nuestra capacidad para identificar cu¨¢les son las causas por las que unas econom¨ªas son m¨¢s ricas que otras. Adem¨¢s, en nuestro caso concreto, influye de forma muy destacada la escasa proclividad de los gestores p¨²blicos a crear espacios comunes para el debate y la pasividad, como colectivo, de los economistas acad¨¦micos valencianos una vez que la, en otros tiempos, c¨ªvicamente activa Facultad de Ciencias Econ¨®micas y Empresariales ha quedado definitivamente convertida en un instituto de ense?anza secundaria.
En cualquier caso, el desconocimiento no es total y mucho menor de lo que pretenden las declaraciones de los gestores p¨²blicos. Tras decenios de debate sobre las causas de la riqueza, y la pobreza, de las naciones, hoy disponemos de algunas certezas. Y su contrastaci¨®n con la informaci¨®n cuantitativa sobre la situaci¨®n valenciana no arroja un balance que incite al optimismo o deje resquicios para la autocomplacencia.
La inexistente convergencia
Una de esas certezas es la extrema dificultad de las econom¨ªas para converger; para equiparar sus rentas por habitante. Del ingente esfuerzo acad¨¦mico de los ¨²ltimos a?os, que Lant Pritchett sintetizara en el Journal of Economic Perspectives, emerge con claridad la conclusi¨®n de que los diferenciales temporales en el ritmo de crecimiento de las econom¨ªas menos desarrolladas, como la valenciana o la espa?ola, no han conducido en el ¨²ltimo siglo, con excepciones que se cuentan con los dedos de una mano, a converger con las m¨¢s avanzadas. De lo cual deber¨ªan tomar nota los gobernantes, valencianos y no valencianos, que, incluso iniciada la fase de desaceleraci¨®n, no dejan de anunciar la ya pr¨®xima equiparaci¨®n de nuestra renta por habitante con la de la media de la Europa de los Quince.
Ciertamente, como la historia es muda, siempre es posible elegir per¨ªodos ad hoc para intentar demostrar lo contrario. Pero si en lugar de trocearla seg¨²n el inter¨¦s de cada cual, se analiza el conjunto del siglo XX, la conclusi¨®n desde la perspectiva de la convergencia es desoladora. La comparaci¨®n de los resultados de las investigaciones de Albert Carreras y Leandro Prados de la Escosura con las cifras sobre otros pa¨ªses recopiladas por Agnus Maddison as¨ª lo demuestra: en t¨¦rminos porcentuales y sobre la renta por habitante de las econom¨ªas m¨¢s avanzadas, Espa?a ha acabado el siglo XX pr¨¢cticamente en el mismo punto en que lo comenz¨®: en el rango del 70-75% de la media del PIB por habitante de Gran Breta?a, Francia y Alemania.
Y lo mismo cabe indicar en relaci¨®n con la econom¨ªa valenciana, aunque la informaci¨®n disponible obligue a un c¨¢lculo indirecto. La mejora entre comienzos y finales del siglo ha sido, en el mejor de los casos, de dos puntos porcentuales respecto a la media espa?ola. Es decir: de convergencia nada de nada. Ello no niega la importancia de las transformaciones que han tenido lugar porque aun sin convergencia, la distancia respecto a las econom¨ªas m¨¢s avanzadas no ha aumentado. Pero, en mi opini¨®n, las cifras resaltan sobre todo la vigencia del consejo del conejo rojo a la reina Alicia cuando le dijo que 'en este pa¨ªs, Alicia, hay que correr mucho para no quedarse retrasado'.
Crisis del modelo valenciano
En relaci¨®n con las transformaciones del pasado, tambi¨¦n el resultado de las investigaciones sobre la econom¨ªa valenciana es taxativo: su incorporaci¨®n al tren del desarrollo, tanto en la segunda mitad del siglo XIX como en la etapa final de la industrializaci¨®n durante los a?os sesenta, se produjo gracias a la favorable combinaci¨®n de tres factores: mano de obra relativamente cualificada, tecnolog¨ªa susceptible de ser adaptada a las necesidades del sistema productivo y a la dotaci¨®n de factores y estructura de la propiedad. Fue esa combinaci¨®n la que hizo posible superar la escasez de capital, principal restricci¨®n al crecimiento durante este largo per¨ªodo. Ello no evit¨® una especializaci¨®n en t¨¦cnicas intensivas en trabajo y que buena parte de los procesos m¨¢s rentables, pero para los que los requerimientos de capital fijo eran m¨¢s elevados, quedaran en manos de empresarios for¨¢neos. Pero s¨ª hizo posible el traslado de recursos hacia los sectores de mayor productividad y una senda de crecimiento y de creaci¨®n de empleo que, sin ser excepcional dentro del panorama europeo, ha permitido no perder posiciones respecto a los pa¨ªses l¨ªderes.
Lo preocupante, sin embargo, es que la combinaci¨®n favorable de factores que han permitido en el ¨²ltimo siglo y medio evitar un proceso de divergencia pueden estar desapareciendo. Cualquiera que sea la valoraci¨®n personal del fen¨®meno de la globalizaci¨®n, parece indiscutible que ¨¦sta coloca en un lugar todav¨ªa m¨¢s central que en el pasado al capital humano. El conocimiento, las ideas o, en t¨¦rminos pr¨¢cticos, el nivel de cualificaci¨®n de la poblaci¨®n activa, es el que permite crear, implementar y adaptar las nuevas tecnolog¨ªas y, por tanto, fomentar el crecimiento y abandonar el segmento del mercado en donde la competitividad se basa, prioritariamente, en bajos costes salariales.
Es cierto que el crecimiento de una econom¨ªa, de la valenciana como de cualquier otra, no es funci¨®n s¨®lo de las ideas generadas en su seno. Pero tambi¨¦n lo es que el aumento sostenido del producto por habitante depende de la creaci¨®n de puestos de trabajo de elevada productividad funci¨®n, a su vez, de lo que Abramovitz denomin¨® 'capacidad social' de absorci¨®n, o de adaptaci¨®n, de las nuevas tecnolog¨ªas. La cual est¨¢ directamente relacionada con el nivel de cualificaci¨®n de su poblaci¨®n.
D¨¦ficit de capital humano
Y es en este terreno, donde las carencias de la econom¨ªa valenciana son especialmente relevantes. Tanto se ha insistido en el bajo nivel educativo de su poblaci¨®n activa (como aproximaci¨®n a su capacidad para comprender, aplicar y desarrollar tecnolog¨ªas que impulsen mejoras en la productividad) que su recordatorio ha dejado de ser noticia. Que su nivel se sit¨²e entre los m¨¢s bajos de las comunidades aut¨®nomas y junto a las m¨¢s atrasadas, muy por debajo, por tanto, del de los pa¨ªses m¨¢s avanzados de la Europa de los Quince, parece no importar a pesar de toda la evidencia acumulada sobre su relevancia para el aumento sostenido de la renta. Y lo mismo empieza a ocurrir con el modesto nivel de inversi¨®n en I+D cuya tasa, seg¨²n cifras p¨²blicas, ha ca¨ªdo en la Comunidad Valenciana casi a la tercera parte entre 1987/92 y 1993/1998, superando el 80% en el caso de las universidades.
Pero esto no es todo. Demasiado a menudo se olvida que la cualificaci¨®n de la poblaci¨®n es condici¨®n necesaria pero no suficiente para el aumento de la productividad y, por tanto, del bienestar. La conexi¨®n entre ambas exige que los puestos de trabajo existentes, o al menos los de nueva creaci¨®n, tengan unos requerimientos acordes con los mayores niveles de cualificaci¨®n laboral conseguidos. ?Est¨¢ teniendo lugar esta conexi¨®n en la econom¨ªa valenciana? Con la informaci¨®n disponible, la respuesta es no: gran parte de los puestos de trabajo son de baja cualificaci¨®n, lo cual ha dado lugar a un aumento del fen¨®meno de la 'sobrecualificaci¨®n'. En pocas palabras, la realizaci¨®n de las tareas de buena parte de los puestos de trabajo no requiere el uso de las aptitudes adquiridas por quienes los desempe?an. Seg¨²n la Encuesta de Inserci¨®n Laboral realizada por el IVIE para la Fundaci¨® Bancaixa, el desajuste objetivo severo (muy o bastante sobrecualificado) de los j¨®venes, tanto en el primer empleo como en el ¨²ltimo, ha aumentado en diez puntos porcentuales entre 1996 y 1999 situ¨¢ndose, en ambos casos, por encima de un tercio del total de los puestos de trabajo. Por su parte, la existencia de alg¨²n tipo de sobrecualificaci¨®n (muy, bastante o algo sobrecualificado) supera el 50% frente a s¨®lo un 25% de adecuadamente preparados.
La coexistencia de bajos niveles educativos y porcentajes elevados de sobrecualificaci¨®n es uno de los rasgos m¨¢s preocupantes de la estructura productiva valenciana y remite a la baja cualificaci¨®n de los empresarios y a la creciente dificultad de muchos de ellos para aprovechar las posibilidades que brinda la revoluci¨®n tecnol¨®gica en un contexto cada vez m¨¢s global. A pesar del desinter¨¦s p¨²blico sobre esta cuesti¨®n, el problema es socialmente muy relevante. Primero porque los empresarios son una pieza fundamental en la creaci¨®n de empleo. Y segundo, porque, con una movilidad creciente del trabajo, fomentada por una inmigraci¨®n alegal cada vez m¨¢s intensa, las consecuencias de la baja capacidad empresarial para aprovechar las ventajas del nuevo contexto internacional generando empleo de elevada productividad no las sufren los propios empresarios. Son los trabajadores los m¨¢s amenazados por esta situaci¨®n: los no cualificados por cuanto pueden ser f¨¢cilmente sustituidos por extranjeros alegales, y los sobrecualificados porque las tareas poco cualificadas de sus puestos de trabajo pueden ser f¨¢cilmente realizadas por trabajadores menos preparados, obligando a los m¨¢s cualificados a emigrar hacia otras econom¨ªas con mayores requerimientos de capital humano. Una econom¨ªa dominada por puestos de trabajo menos cualificados implica empleo peor retribuido lo que, ciertamente, implica costes menores y posibilidad de subsistir para empresas de baja productividad. Pero, al mismo tiempo, ello supone tambi¨¦n menores salarios y, menor capacidad de crecimiento a largo plazo, por la baja productividad y, por tanto, menores posibilidades de aumentar el nivel de bienestar para todos.
Ninguna de la constataciones anteriores tiene relevancia pol¨ªtica partidaria. Afortunadamente, los procesos descritos son lentos en t¨¦rminos del ciclo pol¨ªtico tal y como ¨¦ste se desarrolla entre nosotros. Quiz¨¢ por ello puede no ser un exceso de ingenuidad pensar que los agentes p¨²blicos, sociales y pol¨ªticos, pueden, y deben, afrontar el an¨¢lisis de la amplitud de estas carencias y sus soluciones. Contribuir¨ªan con ello a asegurar un mejor futuro no s¨®lo para la generaci¨®n de valencianos hoy en el mercado de trabajo, sino tambi¨¦n para sus hijos y para los hijos de sus hijos.
Jordi Palafox es catedr¨¢tico de Historia e Instituciones Econ¨®micas en la Universidad de Valencia.
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