Al filo del doctor Guillotin
'La guillotina es el progreso', exclama un sans-culotte en la pel¨ªcula de Eric Rohmer La inglesa y el duque. La frase es algo sorprendente, porque lo nuevo -el instrumento ideado por el doctor Guillotin- se emplea para referirse a lo m¨¢s viejo, ejecutar seres humanos. Es una frase en el fondo sobrecogedora, tan inesperada como la pel¨ªcula del director franc¨¦s. Un film en apariencia un poco impropio de la trayectoria del autor de los Cuentos de invierno, una historia basada en el diario de Grace Elliott, que sobrevivi¨® a la Revoluci¨®n Francesa, y, al as¨ª llamado, Rasoir national. Y, sin embargo, la historia que nos narra el director franc¨¦s, con esos decorados pintados y claramente artificiales, no puede resultar de mayor actualidad en estos d¨ªas de dolor y de conflicto internacional. Porque Eric Rohmer no ha querido realizar tan s¨®lo una pel¨ªcula hist¨®rica, sino, como en todos sus relatos, ha buscado reflexionar sobre la condici¨®n humana, sobre la civilizaci¨®n y sobre la libertad.
Y por eso nunca de mayor actualidad aquella frase que Mme Roland grit¨® al pueblo parisino antes de que la decapitaran: 'Libertad, ?cu¨¢ntos cr¨ªmenes se cometen en tu nombre!'. Toda la pel¨ªcula de Rohmer reflexiona sobre esta idea, sobre aquel periodo del Terror que acab¨® con la vida de 1.343 arist¨®cratas, entre ellos las de los monarcas Luis XVI y Mar¨ªa Antonieta. H?lderlin tem¨ªa toda aquella violencia que nac¨ªa de las mejores intenciones de los fil¨®sofos rousseaunianos: 'Yo hubiera preferido ser un hombre de acci¨®n; lo he intentado, pero siempre me ha asustado pensar que en la acci¨®n se pierde de vista la idea'. Rohmer denuncia lo mismo, la barbarie revolucionaria, que permiti¨® que las cabezas de los arist¨®cratas se pasearan por las calles de Par¨ªs clavadas en picas; el torbellino, la avalancha que empuja al pusil¨¢nime duque de Orleans, Philippe Egalit¨¦, 'a perder de vista la idea' y a votar a favor de la muerte de su primo Luis XVI.
Es este horror el que llena de contenido la pel¨ªcula de Rohmer y el que hace del libro de Grace Elliott (Journal of my life during the French Revolution) tan atractivo. H?lderlin siempre mantuvo que todas las guerras, incluso aquellas que se produc¨ªan en defensa de una buena causa, originaban maldad. Y algo parecido nos quiere sugerir Rohmer, donde el artilugio del buen doctor Guillotin (m¨¦dico ilustrado, lector de Beccaria y propagador de la vacuna en Francia) siega vidas humanas de una manera insaciable. Alfred de Vigny, en el Journal d'un po¨¨te, escribe que cuesta imaginar a Robespierre ni?o, llevado de la mano por la criada, y al que su madre le ha sonre¨ªdo mientras le dice: 'Le beau petit gar?on!'. Y, sin embargo, Robespierre fue el mejor y m¨¢s implacable, el m¨¢s fiel ejecutor de los principios revolucionarios, y, quiz¨¢ por ello -como se?alan los hermanos Goncourt- ese af¨¢n suyo de llevar hasta el ¨²ltimo extremo sus ideas deshonr¨® para siempre a la revoluci¨®n.
De todo esto, nos habla la pel¨ªcula de Eric Rohmer: de c¨®mo los hechos no concuerdan con la idea, de c¨®mo las pasiones desbordan la doctrina, de c¨®mo la raz¨®n ha de mostrarse m¨¢s precavida y humilde. Y de las grandes y crueles iron¨ªas de la vida. Porque el instrumento que acab¨® con la mayor parte de los arist¨®cratas franceses fue un encargo realizado por el mismo monarca a aquel m¨¦dico preocupado por librar de dolor a la humanidad. Luis XVI quer¨ªa evitar a los condenados a muerte un sufrimiento innecesario, y encarg¨® a Joseph Ignace Guillotin una m¨¢quina que acabase de manera r¨¢pida, segura y certera con el reo. En el palacio de Versalles discutieron el proyecto, y el monarca hizo comentarios y especificaciones. Sin duda, cuando Luis XVI subi¨® los escalones de la guillotina, debi¨® pensar en c¨®mo aquella m¨¢quina ideada para librar de dolor a los hombres estaba haciendo tanto da?o a Francia. Quiz¨¢ entonces entendi¨® que la guillotina no era el progreso, y que el ¨²nico progreso real en la historia de la humanidad es el perd¨®n y la clemencia. Pero ya era demasiado tarde. El pueblo franc¨¦s jale¨® su muerte y poco despu¨¦s cant¨® por las calles de Par¨ªs: 'Monsieur Guillotin/ Ce grand m¨¦decin/ Que l'amour du prochain/ Occupe sans fin'.
Mart¨ª Dom¨ªnguez es escritor.
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