La raz¨®n
He disfrutado la pel¨ªcula de ?ric Rohmer. Durante un tiempo me emperezaban algunos cineastas franceses que utilizaban un gui¨®n sesudo y consegu¨ªan una buena pel¨ªcula bastante insoportable; pero ahora llevan una racha estupenda. En este caso no deja de haber distanciamiento, frialdad y un di¨¢logo tan preciso como estirado y robotizado en la expresi¨®n de los actores, pero se disfrutar mucho con La Inglesa y el Duque.
Quiz¨¢ uno de los motivos de mi placer se haya debido a un f¨¢cil engarce de ideas entre esas ra¨ªces de la Ilustraci¨®n que la cultura francesa conserva y una tertulia radiof¨®nica reciente en la que los participantes propon¨ªan volver a utilizar precisamente esa raz¨®n -que ha sido admirada, denostada, despreciada y olvidada- como la mejor arma posible en la confrontaci¨®n entre dos mundos que nos amenaza, como soluci¨®n para sobrellevar estos momentos de temores apocal¨ªpticos. Ahora quisi¨¦ramos una nueva Ilustraci¨®n generosa y tolerante con la diversidad de razas, riquezas y creencias existentes; todos colaborando entre s¨ª, incluso los opuestos. Ahora.
Claro que puedo estar equivocada y todo esto no ser sino un resultado perverso de la misma raz¨®n cuyo sue?o tambi¨¦n sabemos que engendra monstruos; tal como lo cuenta Rohmer seg¨²n el diario de una Grace Elliot horrorizada: ?D¨®nde est¨¢n esos fil¨®sofos que nos hablan de las luces?, ?es que est¨¢n ciegos? Monstruos que son como sus pesadillas cuando se sue?a a s¨ª misma, dormida mientras le crece un brote atroz; cruel, incontrolable y excluyente.
Puede ser que Luis Rojas Marcos tenga raz¨®n y los humanos somos buenas personas, pero entonces tontos tambi¨¦n, o por lo menos desilustrados. Estoy pensando que aqu¨ª, en Sevilla, en este peque?o mundo nuestro, incluso se ha rumoreado sobre La Giralda como posible objeto terrorista. Sin pretender tomar a broma este temblor de cat¨¢strofe que a todos nos recorre y para arrancar una sonrisa, confieso que el primer pensamiento que se me pas¨® por la cabeza al o¨ªr semejante peligro fue de temor, no a la bomba ni a la destrucci¨®n de La Giralda, sino a tener que comenzar de nuevo con la historia del Giraldillo. Buenos, listos e ilustrados ser¨ªa demasiado.
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