Los puritanos de Al¨¢
La imagen t¨®pica de Osama Bin Laden es la de una versi¨®n isl¨¢mica del malvado en las pel¨ªculas del agente 007, s¨®lo que en este caso motivado por los desprop¨®sitos de la pol¨ªtica de Estados Unidos. A pesar de la carga de arca¨ªsmo que envuelve su figura, todas las explicaciones se centran en el presente. Para nada cuenta que Bin Laden sea un wahhab¨ª, ni que de esa ra¨ªz procedan aspectos esenciales de su concepci¨®n religioso-pol¨ªtica.
El movimiento wahhab¨ª no surgi¨® hace casi tres siglos ¨²nicamente por la radicalizaci¨®n de una escuela jur¨ªdica isl¨¢mica rigorista, la hanbal¨ª. Result¨® necesario parad¨®jicamente el impulso del sufismo, en apariencia su opuesto. Algunos sit¨²an como influencia en su origen su rama nagshaband¨ª, que deriv¨® hacia la resistencia antirrusa en Chechenia. Esa primac¨ªa de la yihad ser¨¢ un rasgo de los seguidores de Muhammad Abd-ul Wahhab.
Si asaltaron la tumba de Mahoma, ?por qu¨¦ no iban a atacar y destruir los emblemas del nuevo poder sat¨¢nico?
Wahhab es uno de los 99 nombres de Al¨¢: el Otorgante. De ah¨ª vino a su vez el nombre del reformador que en el siglo XVIII desarroll¨® una intensa campa?a por la unidad y la depuraci¨®n del Islam, amenazado a su juicio por los int¨¦rpretes, los rituales, las im¨¢genes, el despliegue suntuario, que desviaban al creyente de la exigencia fundamental de expresar la sumisi¨®n a Al¨¢. Ello supon¨ªa un distanciamiento de lo que ¨¦l consideraba el Islam originario. Muy pronto, los seguidores de Abd-ul Wahhab se autodenominaron unitarios, por la defensa de la exclusividad de Al¨¢ en cuanto interlocutor del creyente, sin mediador alguno. Su lema era inequ¨ªvoco: '?Matad y estrangulad a los infieles que dan compa?eros a Al¨¢!'. Ni siquiera los rezos pod¨ªan ser dirigidos al profeta o a los hombres santos. El creyente deb¨ªa formarse su propio juicio sobre la base de la lectura exhaustiva del Cor¨¢n y en especial de los hadiths, las sentencias atribuidas a Mahoma que proporcionaron pautas de comportamiento. Toda innovaci¨®n en la doctrina y en las formas quedaba rechazada de plano. El wahhabismo surgi¨® como m¨ªstica de la acci¨®n para depurar la fe.
Fue un rigorismo extremo. El n¨²mero de fiestas se redujo, hasta el punto de suprimir la celebraci¨®n del nacimiento de Mahoma, no cab¨ªan iluminaciones ni ofrendas. Era suprimido el rosario para contar los nombres de Al¨¢. Pero la doctrina gan¨® en 1744 el apoyo decisivo de un jeque, Muhammad ibn-Saud, origen de la dinast¨ªa actual, que lleg¨® a dominar gran parte de la Pen¨ªnsula ar¨¢biga, La Meca y Medina incluidas. El avance no se detuvo, penetrando en los actuales Irak y Siria. En la campa?a destruy¨® los lugares santos de los shi¨ªes y la intransigencia lleg¨® hasta el punto de suprimir minaretes y tumbas, por no existir en los or¨ªgenes del Islam. Y puesto a arrasar, su nieto Saud saque¨® en 1802 los santuarios de La Meca y la tumba de Mahoma en Medina, distribuyendo sus riquezas entre los soldados. El sacrilegio horroriz¨® al mundo musulm¨¢n.
El integrismo tropez¨® por vez primera con Europa, cuya t¨¦cnica militar propici¨® la victoria de Mehemet Al¨ª, en nombre del sult¨¢n, sobre los saud¨ªes en 1818. Sigui¨® casi un siglo de marginaci¨®n. Fue en los primeros a?os del siglo XX cuando el saud¨ª Abd al-Aziz, proclamando la unidad del Islam y de nuevo la exigencia de recuperar la pureza originaria, puso en marcha el movimiento tribal de los ijwan (hermanos), reunidos en comunidades agrarias de naturaleza religioso-militar. Profesaban el ascetismo e impon¨ªan por la fuerza a los dem¨¢s musulmanes, siguiendo las reglas de la shar¨ªa. Rechazaron todo adelanto t¨¦cnico, como el autom¨®vil o el tel¨¦fono. Su finalidad ¨²ltima era morir con tal de lograr la generalizaci¨®n de su actitud. En el vac¨ªo de poder provocado por la ca¨ªda del imperio turco, el combate incesante de los hermanos, bajo la jefatura de Abd al-Aziz, unific¨® lo que es hoy Arabia Saud¨ª e irradi¨® hasta Irak, entrando en conflicto con Inglaterra. El propio Abd al-Aziz aplast¨® militarmente a los ijwan en 1929.
A pesar de esa derrota, sus principios son el fundamento del Estado de Arabia Saud¨ª, creado en 1932 y basado en la aplicaci¨®n estricta de la shar¨ªa. En 1938 lleg¨® el petr¨®leo, creando una nueva situaci¨®n en que el rigorismo formal del Gobierno saud¨ª se vio acompa?ado por su alianza con Occidente y por unas formas de vida que contraven¨ªan abiertamente las normas wahhab¨ªes. La ¨²nica compensaci¨®n ven¨ªa y viene del importante apoyo econ¨®mico prestado a la difusi¨®n del misone¨ªsmo integrista. Era el precio a pagar por el apoyo de los ulemas, si bien todo ello result¨® insuficiente para los seguidores estrictos de la doctrina. ?sta era apuntalada por el egipcio Sayyid Qutb, al recordar que la prioridad para los musulmanes era la yihad, sobre la base de que el reino de Al¨¢ deb¨ªa ser universal; por ello, cualquier colaboraci¨®n de un Estado musulm¨¢n con Occidente le inclu¨ªa en el ¨¢mbito de jahiliyya, la ignorancia b¨¢rbara propia de los infieles.
El doble pulso, con la dinast¨ªa traidora y con Occidente, sali¨® a la luz en 1979, cuando herederos confesos del movimiento ijwan, encabezados por Juhaiman al-Utaibi, se apoderaron de la Mezquita Mayor de La Meca (siempre el gusto por los s¨ªmbolos del poder). Murieron 2.700 soldados y 450 rebeldes. Ya no eran beduinos, sino j¨®venes de extracci¨®n urbana y formaci¨®n en universidades isl¨¢micas que as¨ª mostraban, tras paciente labor conspirativa, su rechazo frente a un r¨¦gimen saud¨ª lastrado por la corrupci¨®n y la occidentalizaci¨®n, que a su juicio probaba la presencia de 'embajadores, expertos y ense?antes cristianos' y de las banderas 'cristianas desplegadas junto a la unitaria isl¨¢mica. El enemigo ya no eran otros musulmanes, sino Occidente.
Los acontecimientos de los ¨²ltimos 20 a?os refrendaron esa bipolaridad. El actual terrorismo wahhab¨ª no arranca de la protesta por la ocupaci¨®n de Palestina, signo eso s¨ª de la maldad intr¨ªnseca de israel¨ªes y americanos, ni de la miseria de masas de musulmanes, que le puede servir de apoyo, sino de la exigencia de acabar con el gran poder que a escala mundial se opone al imperio de Dios. Enlazan de este modo pasado y presente del extremismo wahhab¨ª una intransigencia radical, la voluntad del retorno a los or¨ªgenes, el recurso a una violencia ilimitada para acabar con los enemigos de Al¨¢ y el valor asignado a los s¨ªmbolos -de los minaretes a las torres gemelas, pasando quiz¨¢ por los Budas de Bamiy¨¢n-, que seg¨²n ellos encarnan el designio propio de infieles de alzarse frente al poder divino. Si en el pasado asaltaron la tumba de Mahoma, ?por qu¨¦ no iban a atacar y destruir los emblemas del nuevo poder sat¨¢nico?
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