El carn¨¦ n¨²mero uno en la clandestinidad
Marcelino Camacho defiende ahora como hace 23 a?os, cuando CC OO lo eligi¨® como su primer secretario general (estuvo en el cargo de 1977 a 1987), o hace 43 a?os en la comisi¨®n obrera de la mina de La Camocha, los mismos principios. Ayer aseguraba que el sindicato debe ser 'una organizaci¨®n de masas, pluralista, de clases, unitaria y tener corrientes en su seno'.
Ante la pregunta de si esos principios los cumple hoy CC OO, su respuesta es diplom¨¢tica, pero clara: 'En una gran parte s¨ª y en otra se han abandonado'. El viejo militante, como ¨¦l mismo se defini¨®, llevaba en el bolsillo el bono n¨²mero uno de CC OO, instrumento con el que el sindicato ocult¨® hasta su legalizaci¨®n, en abril de 1977, la afiliaci¨®n de militantes. No son nuevas sus discrepancias con los dirigentes que le sucedieron, pero, por si a alguien se le hab¨ªa olvidado, asegur¨® que 'vivimos en una sociedad en la que hay clases: los propietarios y los obreros, que est¨¢n despose¨ªdos de los instrumentos de producci¨®n, financieros o de medios de comunicaci¨®n', y en la defensa de estos ¨²ltimos debe empe?ar toda su tarea la central sindical.
Tambi¨¦n cree necesario subrayar que son 'necesarias las corrientes organizadas en el seno del sindicato, tratando, eso s¨ª,de que las diferencias se reduzcan lo m¨¢ximo posible'.
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