El P¨¦ntagono rebaja el perfil b¨¦lico de la operaci¨®n
NO HAY QUE EXAGERAR el aspecto b¨¦lico de esta guerra', repiten los portavoces del Pent¨¢gono. Una guerra con poco contenido b¨¦lico suena a contrasentido. Pero los planes de Estados Unidos, despu¨¦s de unas primeras jornadas en las que dominaron las reacciones viscerales, apuntan en esa direcci¨®n: George W. Bush ha escuchado los consejos de Colin Powell, el prudente secretario de Estado, y acepta que contra el terrorismo hay que combatir de puntillas y en silencio.
Los movimientos ordenados hasta ahora por el Pent¨¢gono ayudan a intuir cu¨¢l ser¨¢ la estrategia, tan secreta que s¨®lo un pu?ado de personas, quiz¨¢ no m¨¢s de 20, la conocen en su totalidad. Para empezar, no hay env¨ªo masivo de tropas. El escenario de la guerra del Golfo, en el que chocaban dos ej¨¦rcitos convencionales, no tiene nada que ver con esto. S¨®lo han sido desplegadas unas cuantas unidades de marines como dotaci¨®n de los portaaviones Theodore Roosevelt, Carl Vinson y Enterprise; en total, unos 5.000 soldados de combate, una cent¨¦sima parte de los utilizados contra Irak en 1991.
Todo indica que al menos una parte de Delta Force, la unidad de operaciones especiales m¨¢s selecta y clandestina de las fuerzas estadounidenses, ha sido tambi¨¦n desplazada a las cercan¨ªas de Afganist¨¢n. Lo m¨¢s probable es que los miembros de Delta Force, y quiz¨¢ otras fuerzas de ¨¦lite, hayan sido enviados a Uzbekist¨¢n, un pa¨ªs dispuesto a colaborar al m¨¢ximo con Estados Unidos, cuya frontera sur permite el acceso directo a la regi¨®n afgana bajo control de la Alianza del Norte que lucha contra los talib¨¢n.
El despliegue de aviaci¨®n tampoco es parecido al de 1991. Estados Unidos cuenta en la regi¨®n con varios centenares de cazabombarderos F-14 Tomcat y F/A-18 Hornet, estacionados en los portaaviones o en bases de Arabia Saud¨ª, Turqu¨ªa y Kuwait, y con los bombarderos lanzamisiles B-52 de la base de Diego Garc¨ªa, en el oc¨¦ano ?ndico. Eso deber¨ªa bastar. La opci¨®n del bombardeo masivo sobre Afganist¨¢n ha sido descartada (hay muy poco que destruir), y en principio s¨®lo se cuenta con utilizar la aviaci¨®n para apoyar a los guerrilleros de la Alianza del Norte o para lanzar maniobras de diversi¨®n como apoyo a alguna operaci¨®n de los comandos estadounidenses. El objetivo, en Afganist¨¢n, se centra en Osama Bin Laden y en su fuerza de combate, compuesta por menos de mil hombres. Se ha hablado demasiado de Bin Laden como para permitir que se escabulla; si dentro de unos meses no est¨¢ muerto o detenido, el apoyo popular a la campa?a de Bush se desvanecer¨¢.
La destrucci¨®n del r¨¦gimen talib¨¢n, que al principio se consideraba necesaria, no figura en los planes; Washington tiene desagradables experiencias hist¨®ricas en lo referente a inventar Gobiernos y grupos supuestamente amigos en el extranjero (los talib¨¢n se hicieron con Afganist¨¢n gracias, en parte, a la ayuda estadounidense mientras combat¨ªan a los sovi¨¦ticos) y prefiere obrar con cautela. El actual Gobierno talib¨¢n es dif¨ªcilmente tolerable para la Casa Blanca, pero otro Gobierno emanado del mismo r¨¦gimen guerrillero-religioso podr¨ªa ser aceptado. La delicada situaci¨®n en Pakist¨¢n, donde parte de la poblaci¨®n simpatiza con los talib¨¢n, aconseja adem¨¢s obrar con sutileza en territorio afgano.
La secuencia prevista para la primera fase de la campa?a antiterrorista es, por tanto, doble: neutralizaci¨®n de Osama Bin Laden y de la infraestructura de Al Qaeda en Afganist¨¢n, y sustituci¨®n del actual Gobierno talib¨¢n por otro menos hostil hacia Occidente.
Las siguientes fases de la campa?a, que Bush ha definido como 'larga', depender¨¢n de los resultados de la primera. Si se fracasa con Bin Laden y Afganist¨¢n, tomar¨¢n fuerza los halcones del Pent¨¢gono, que reclaman una guerra abierta contra los reg¨ªmenes hostiles del mundo musulm¨¢n, empezando por Irak. ?se ser¨ªa ya otro escenario, m¨¢s inquietante que el actual.
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