Adi¨®s a Espartaco
Sevilla, cielo encapotado y tarde entrada en aguas -la corrida comenz¨® con 35 minutos de retraso-, recibi¨® y despidi¨® a Espartaco con el abrazo cari?oso de una cerrada ovaci¨®n. Dicen que todas las despedidas son tristes, pero el torero luc¨ªa una abierta sonrisa cuando, noche cerrada ya en la Maestranza, sal¨ªa por su propio pie de la plaza sevillana.
Espartaco fue una tarde m¨¢s el torero entregado de siempre, aunque los toros de N¨²?ez del Cuvillo no le ayudaron a cerrar con broche de oro su brillante carrera. Su primero, un manso peligroso, se lo puso dif¨ªcil de entrada. El propio torero lo coment¨® en voz alta al tomar la muleta: 'Vaya regalo para la despedida'; al segundo pase le puso los pitones en el hombro, y aunque la gente le pidi¨® que lo matara, lo intent¨® en vano por ambos lados.
El quinto, Tortolito de nombre, de 541 kilos de peso, lo brind¨® a su cuadrilla y a Sevilla, pero tampoco colabor¨® al triunfo. Parado como un buey, el torero se puso los pitones en la taleguilla, pero s¨®lo pudo demostrar una extraordinaria voluntad. Cuando el toro dobl¨®, la m¨²sica son¨® en honor del torero y lo acompa?¨® durante la clamorosa vuelta al ruedo que el p¨²blico, puesto en pie, le oblig¨® a dar en reconocimiento a su trayectoria.
Espartaco se despidi¨®, pero no se cort¨® la coleta. Lo cierto es que este sevillano es ya un referente para las nuevas generaciones de quienes pretenden alcanzar la gloria vestidos de luces. Pero, ?qui¨¦n ha sido Espartaco? Pues no naci¨® tocado por la exquisitez art¨ªstica ni por el pellizco genial; ni siquiera perteneci¨® nunca a la llamada escuela sevillana. La propia Sevilla, tan elitista siempre, nunca lo ha aceptado como hijo suyo, aunque la entrega del torero le ha hecho merecedor del respeto de todos los aficionados abrile?os de esta tierra. Pero Espartaco naci¨®, sin embargo, con una inusitada capacidad de superaci¨®n, con una f¨¦rrea voluntad de sacrificio y la ilusi¨®n suficiente para cambiar su futuro. Espartaco parec¨ªa destinado a ser uno m¨¢s, un pegapases moderno que a punto estuvo de engrosar el escalaf¨®n de banderilleros, pero su af¨¢n desmedido por el triunfo, su entrenamiento espartano y su olvido del mundo terrenal le han convertido en figura, en due?o de la t¨¦cnica m¨¢s depurada, del temple y la ligaz¨®n, en un lidiador seguro y en un torero de contrastada personalidad. En otras palabras, en figura del toreo. Se le pueden discutir sus cualidades art¨ªsticas, pero no su ansia de triunfo, ni el lugar de honor que se ha ganado por m¨¦ritos propios. No ha sido sucesor de nadie sino de s¨ª mismo. Es un maestro que ha sido part¨ªcipe de la degradaci¨®n de la ¨¦poca que le ha tocado vivir, pero maestro al fin.
Ortega estuvo ausente toda latarde, fuera de la plaza y dominado por la incompetencia. Le echaron al corral su segundo toro ante su impotencia manifiesta para matarlo. Tampoco quiso ver a su primero, un manso peligroso, que tap¨® sus grandes carencias. Ponce lo intent¨®, pero tambi¨¦n bail¨® con la m¨¢s fea. Su primero no tuvo un solo pase. Algo m¨¢s embisti¨® el sexto, que se colaba con peligrosidad. Se mostr¨® voluntarioso y seguro, y se acab¨® la presente historia.
Feria de Algemes¨ª
Octava de feria, con lleno total. Cinco novillos de El Torero, buenos. Al 5? se le dio la vuelta al ruedo. Salvador Vega: dos orejas; dos orejas. Iv¨¢n Garc¨ªa: dos orejas; dos orejas y rabo. Y el rejoneador Andy Cartagena: dos orejas, informa Vicente Sobrino.
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