?El arte o la vida?
Dos o tres d¨ªas despu¨¦s del atentado a las Torres Gemelas, el m¨²sico Karlheinz Stockhausen hizo unas desafortunadas declaraciones sobre el asunto que le valieron la cancelaci¨®n de uno de sus conciertos. Pero lo que Stockhausen quer¨ªa decir era simplemente que el efecto visual de los aviones atravesando las dos impresionantes torres de acero y cristal era dif¨ªcilmente olvidable. No s¨®lo por lo inconcebible del acto, sino por la limpieza del corte, casi como aquel otro famoso corte, el de la cuchilla de afeitar que secciona el ojo en El perro andaluz, de Luis Bu?uel.
Si la vida, hasta en su acci¨®n m¨¢s brutal, puede ser contemplada est¨¦ticamente, tambi¨¦n el arte se contempla con otros ojos a tenor de los acontecimientos hist¨®ricos.
En la Bienal de Venecia, a¨²n abierta hasta el 4 de noviembre, dos obras est¨¢n en relaci¨®n directa con las estremecedoras im¨¢genes vistas estos d¨ªas; realizadas mucho antes del verano, son un ejemplo m¨¢s de la capacidad visionaria de los artistas, de su mirada anticipatoria. Una de ellas consta de dos proyecciones, obra del artista Magnus Wallin. En una, un equilibrista se columpia en un completo e inmenso vac¨ªo. La imagen es de una cadencia et¨¦rea y perfecta hasta que, de pronto, el gimnasta choca brutalmente, y con un golpe sordo, contra la pared de un rascacielos. Su cuerpo se desploma vertiginosamente y se hace a?icos.
En la segunda proyecci¨®n, un grupo de tullidos creados por ordenador huyen de una torre en llamas. El devorador mar de fuego parece pisarles los talones.
Las dos secuencias no pasar¨¢n a la historia como grandes obras de arte, pero s¨ª como curiosas premoniciones. La que s¨ª pasar¨¢ a la historia, al menos a la del arte de estos ¨²ltimos 10 a?os, es la pieza de Mark Billinger expuesta en el pabell¨®n de Gran Breta?a.
En esta proyecci¨®n, toda la escena transcurre a c¨¢mara lenta. De momento, s¨®lo vemos una puerta con el letrero Salida internacional, con una maravillosa musica religiosa de fondo. Entonces la puerta de acero y cristal se abre lentamente y varios personajes, viajeros anodinos, van saliendo por ella: un ejecutivo con traje y corbata est¨¢ndar, una mujer de negocios de unos 50 a?os, malet¨ªn en mano; una mujer negra, un joven con aspecto de viajante de comercio o inform¨¢tico, una mujer mayor que es recibida cari?osamente por una amiga...
La extrema lentitud, esa noci¨®n de tiempo detenido, y los acordes de la m¨²sica celestial catapultan a nuestros viajeros a la categor¨ªa de h¨¦roes de la cotidianidad.
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