Management humanista y cooperativismo moderno
'El mejor activo de esta empresa son sus trabajadores'. Esta afirmaci¨®n se oye con mucha frecuencia y parece que, poco a poco, las pol¨ªticas de recursos humanos de las empresas empiezan a ser consecuentes con este pensamiento. Afortunadamente, el hecho de que las empresas se orienten hacia manifestaciones de este tipo significa que, por lo menos, hay una conciencia generalizada en el mundo empresarial de que es conveniente actuar con planteamientos ¨¦ticos. Precisamente, hace unas semanas se celebraba en Valencia un Congreso de la Red Europea para la ?tica de los Negocios, en el que destacados conferenciantes de c¨ªrculos econ¨®micos, sociales y acad¨¦micos apuntaron hacia una necesaria humanizaci¨®n de la actividad empresarial, destacando la responsabilidad social de las empresas como elemento fundamental de desarrollo en el nuevo contexto de globalizaci¨®n econ¨®mica.
Pero una cosa es predicar y otra dar trigo. Porque, para que la frase con la que inici¨¢bamos este art¨ªculo sea coherente con la pol¨ªtica de personal de cualquier empresa u organizaci¨®n, no basta con pensarlo y decirlo. Desde mi punto de vista, se tienen que dar, al menos, dos condiciones para que la consideraci¨®n del factor humano en la empresa sea cre¨ªble. La primera de ellas est¨¢ relacionada directamente con el talante y la concepci¨®n que de las personas tienen quienes dirigen la empresa, aspectos de los que depender¨¢ el estilo que estos directivos impriman a su gesti¨®n. Pero, como afirma Daniel Coleman en su libro La inteligencia emocional, estas cualidades no son f¨¢ciles de incorporar, no se aprenden en los masters de alta direcci¨®n; si la fe en el positivismo de la persona no se encuentra en el temperamento del directivo, no ser¨¢ f¨¢cil que se perciba en su actuaci¨®n ese talante y, desde luego, ser¨¢ a¨²n m¨¢s dif¨ªcil que se produzca el necesario 'efecto cascada' que traslade el pretendido estilo humanista a todo el equipo directivo. En tales casos, decir que 'el mejor activo de esta empresa son sus trabajadores' no ser¨¢ m¨¢s que una frase, bonita s¨ª, pero vac¨ªa de contenido.
La segunda condici¨®n necesaria para que esta frase sea una realidad y los trabajadores sean, de verdad, algo m¨¢s que un instrumento al que hay que cuidar con m¨¢s o menos mimo, es que la empresa introduzca en su organizaci¨®n mecanismos de participaci¨®n para que el conjunto de trabajadores pueda influir, seriamente, en las decisiones que afectan, primero, a su tarea y, despu¨¦s, a su empresa.
Llegados a este punto, me interesa transmitir que en la organizaci¨®n cooperativa suelen darse de una forma natural las dos condiciones que he apuntado anteriormente. En primer lugar, quienes asumen la direcci¨®n en una cooperativa son personas que, casi siempre, tienen un perfil orientado a lo colectivo; en su escala de valores prima el compromiso, la solidaridad y la sincera creencia de que el ser humano tiene una naturaleza positiva (mal, si no, podr¨ªan asumir la responsabilidad directiva en organizaciones que han de establecer sus l¨ªneas estrat¨¦gicas de actuaci¨®n a partir de la decisi¨®n de sus socios). En cuanto a la segunda de las condiciones que apunt¨¢bamos, la participaci¨®n, uno de los principios m¨¢s universales y conocidos del r¨¦gimen cooperativo es el que determina que 'cada persona tiene un voto': la participaci¨®n est¨¢, pues, garantizada y, adem¨¢s, no se refiere s¨®lo a los aspectos que afectan al puesto de trabajo o la relaci¨®n de cada socio con su cooperativa, sino que se extiende a decisiones trascendentales de orden estrat¨¦gico-empresarial.
Y todo esto no es mera teor¨ªa: son afirmaciones que pueden corroborarse con las experiencias de muchas cooperativas que est¨¢n desarrollando proyectos empresariales de gran prestigio y larga duraci¨®n y que, adem¨¢s, han formalizado en el seno de sus estructuras el ejercicio equitativo del poder por parte de todos sus socios y trabajadores. He de decir que al sector cooperativo nos satisface comprobar que el moderno management ha descubierto que, para ser eficientes, las empresas necesitan orientarse hacia una mayor consideraci¨®n de la persona. Nosotros, los cooperativistas, nos sentimos no s¨®lo practicantes sino tambi¨¦n inspiradores de estas filosof¨ªas que, de implantarse con mayor fuerza, supondr¨ªan indudablemente un significativo avance en el prestigio de la actividad empresarial (con independencia de su formulaci¨®n jur¨ªdica), de la que -no conviene olvidarlo- depende casi exclusivamente la generaci¨®n de riqueza y el acceso al bienestar social.
En todo caso, para las cooperativas la persona no ser¨¢ nunca el mejor activo, porque es en realidad su propia raz¨®n de ser y lo que justifica su existencia.
Luis Valero Lahuerta es presidente de la Confederaci¨®n de Cooperativas de la Comunidad Valenciana.
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