Sensible acercamiento al compromiso

Autor de varios interesantes -alguno incluso turbador- cortometrajes; hombre vinculado desde hace tiempo tanto a la industria como a la cr¨ªtica y el ensayo cinematogr¨¢ficos, Sigfrid Monle¨®n llega al largometraje comercial con un bagaje profesional, con un saber estar tras la c¨¢mara que, por una vez, se ve, se siente; se derrama sabiamente por las bellas im¨¢genes de esta Isla del holand¨¦s, adaptaci¨®n de la novela hom¨®nima de Ferran Torrent (el gui¨®n, un tanto abusiva aunque no injustamente, gan¨® el premio del pasado festival de M¨¢laga) de la que cabe decir que, como poco, es estimulante, personal e inteligente.

Met¨¢fora

Ambientada en los a?os finales del franquismo en una isla de la costa levantina -una isla que es ella misma una met¨¢fora, un mundo fuera del mundo, que sabiamente deformada refleja sin embargo la realidad del resto del pa¨ªs-, la pel¨ªcula cuenta las vicisitudes de un preso pol¨ªtico confinado en ese remoto lugar. Un hombre como tantos h¨¦roes aventureros: alguien que terminar¨¢ por abandonar sus planes de fuga para fundirse con una realidad ajena que, de pronto, descubrir¨¢ que puede ser la suya propia.Hay un poco de todo, y casi todo bueno, en esta pel¨ªcula curiosa en la que el compromiso -y no s¨®lo el pol¨ªtico: tambi¨¦n el personal, y no digamos ya el amoroso- se erige en norte y sentido de la narraci¨®n.

Hay unos actores espl¨¦ndidos; hay un descubrimiento deslumbrante, Cristina Plazas, actriz de raza, gran presencia y temperamento; hay un milim¨¦trico cuidado en la composici¨®n del encuadre que denota un raro gusto por ese elemento central del trabajo del director -y que tanto debutante parece desconocer-.

Hay tambi¨¦n, en fin, alg¨²n exceso, como ese final tan ortop¨¦dico, que desluce un tanto, aunque no borra, la excelente impresi¨®n que deja una ¨®pera prima tan primorosa como excitante, tan luminosa, tan recomendable.