Inteligencia y terror
Llaman a la puerta. Un se?or muy serio me dice que es de Inteligencia, que viene a registrar la casa y a interrogarme. Un poco sorprendido, le pregunto si pertenece a Educaci¨®n o es de seguridad nacional. No, no, contesta, al departamento de seguridad, por supuesto. Me alegro, le digo, porque en los ¨²ltimos a?os, Educaci¨®n ha conseguido muy poco en esto de la inteligencia y yo tambi¨¦n opino que el tema afecta a la seguridad de todos.
Pasamos al sal¨®n, se sienta, saca un bloc y se dispone a tomar notas. Me advierte que viene sin mandamiento judicial y que no lo necesita para investigar mi vida. Se lo agradezco, contesto, si el problema fuera judicial me meter¨ªa usted en un l¨ªo que podr¨ªa durarme a?os, mientras que as¨ª espero que lo podamos resolver con un rato de charla. Sonr¨ªe amablemente, se concentra en el bloc y comienza con aire profesional.
Veamos, ?elementos de terror en esta casa? Bueno, le aclaro, en realidad esta no es mi casa. Pertenece a la ex-novia del hijo de mi mujer, pero me la dej¨® por unos d¨ªas. Algo impaciente, me dice que no le interesan los detalles, que vaya al grano, ?hay o no hay aqu¨ª instrumentos para producir terror? Hago un esfuerzo mental y le confieso, algo cohibido, que bueno, que quiz¨¢, por ejemplo tengo algunos peri¨®dicos y cuando los leo ¨²ltimamente se me ponen los pelos de punta. La fr¨ªa mirada del inteligente no augura nada bueno. A?ado que tambi¨¦n tengo televisi¨®n y a veces zapeo, y es entonces cuando no puedo dormir. ?Radio?, pregunta. S¨ª, reconozco ya con timidez. El funcionario pasa de hoja, abarrotada de notas, y se queda en silencio. Empiezo a tener sudor fr¨ªo y me entran ganas de seguir hablando. Tambi¨¦n tengo Internet, le digo, pero con eso no logro nada. Casi nunca consigo conectar y, cuando lo hago, las im¨¢genes y los terrores me llegan como en un tranv¨ªa del siglo pasado, lo ¨²nico que consigo sentir es una especie de aburrimiento obsesivo, pero casi nunca miedo.
?Bombas? ?Explosivos?, contin¨²a el interrogatorio. Pienso que la cosa se pone fea. Pues ver¨¢, tengo grabadas algunas declaraciones sobre Gescartera, poca cosa. Tambi¨¦n intent¨¦ conseguir una copia de esa famosa carta sobre el tema de Pla, pero nada. Algunos chistes sobre Zaplana -pongo una sonrisa de conejo-, todos inocentes. Y grabaciones de la tele con las ¨²ltimas patadas de Corcuera, poca cosa. Frunce el ce?o y me corta tajante. Todo eso pertenece al departamento de Poluci¨®n, no a Inteligencia, no me incumbe.
En definitiva, concluye mi visitante, me temo que voy a tener que detenerle por tiempo indefinido. No se preocupe, le tranquilizo, hace ya un par de semanas que estoy detenido, casi paralizado. Adem¨¢s, he puesto en arresto preventivo todas mis ideas sobre tolerancia, pacifismo, mestizaje, negociaci¨®n, di¨¢logo, libertades, confianza y otros sospechosos logros de estos ¨²ltimos cincuenta a?os. Todos estamos detenidos hasta nueva orden.
Parece satisfecho. Se levanta, echa un vistazo a su alrededor y abre la puerta. Le despido amablemente. Pues nada, que vuelva usted pronto, siempre es un placer recibir a la Inteligencia en esta casa.
Ya solo, me pregunto si era esto lo que quer¨ªa Aznar cuando propuso la creaci¨®n de un Centro Nacional de Inteligencia. Porque realmente es un acierto.
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