La oportunidad perdida del FMI
El autor analiza los nombramientos del Fondo y critica que no sirvan para acercarse a los pa¨ªses en desarrollo.
La salida de Stanley Fischer como primer subdirector ejecutivo del FMI ofreci¨® una oportunidad ideal para reexaminar la ideolog¨ªa del Consenso de Washington del Fondo, consistente en privatizaci¨®n, liberalizaci¨®n (sobre todo comercial) y macroestabilizaci¨®n. Esa ideolog¨ªa fue la que imper¨® en la administraci¨®n del se?or Fischer. Sin embargo, al nombrar a Ann Krueger como su reemplazo, el FMI ha consagrado a una de las altas sacerdotisas de la ortodoxia, e indica m¨¢s un obstinado apego al pasado que fracas¨® que una esperanzadora direcci¨®n para el futuro.
Ann Krueger es una respetada profesora de econom¨ªa en Stanford, ex economista en jefe del Banco Mundial, y una persona de gran energ¨ªa, integridad y compromiso con lo que ella cree que es bueno para los pa¨ªses en desarrollo. No obstante, su historial es tambi¨¦n su mayor carga: las pol¨ªticas del Consenso de Washington han demostrado ser un total fracaso para promover el crecimiento y la estabilidad en las econom¨ªas en desarrollo y de transici¨®n. Su campo de conocimiento, la pol¨ªtica comercial, dif¨ªcilmente es uno en el que el Fondo se pueda apoyar para restablecer su golpeada credibilidad.
La elecci¨®n de la doctora Krueger refleja en parte el proceso de nombramiento en s¨ª mismo, un legado de la conformaci¨®n de las instituciones financieras internacionales de Bretton Woods durante la posguerra. Bajo esos compromisos e intercambios, a Estados Unidos siempre le correspondi¨® nombrar al director del Banco Mundial, mientras que un europeo encabezar¨ªa siempre el FMI, con un estadounidense como segundo de a bordo. As¨ª es todav¨ªa.
A pesar de la desaparici¨®n del colonialismo, los candidatos de los pa¨ªses en desarrollo (el objetivo de las actividades del Fondo) ni siquiera son tomados en cuenta. Antes del nombramiento de la doctora Krueger, nadie dijo: 'El FMI es verdaderamente internacional. Busquemos al mejor candidato, un experto en pol¨ªtica macroecon¨®mica y en econom¨ªa monetaria, sobre todo relacionadas con el mundo en desarrollo, que pueda curar las heridas del pasado y recuperar la confianza de los pobres en una instituci¨®n que parece ignorar sus preocupaciones'.
No, ¨¦ste era un nombramiento de EE UU, que adem¨¢s no est¨¢ sujeto a la aprobaci¨®n del Congreso. As¨ª, a pesar de la verg¨¹enza relacionada con el reciente nombramiento del actual director ejecutivo del FMI, Horst Kohler, en el que la Administraci¨®n de Clinton vet¨® duramente la primera elecci¨®n europea para el cargo, nunca se consider¨® con seriedad a alguien que tuviera una profunda experiencia en los pa¨ªses en desarrollo y un nuevo enfoque para sus problemas. Las consideraciones de realpolitik prevalecieron: EE UU insisti¨® en su supuesto derecho y el FMI accedi¨®.
Sin importar la experiencia y prestigio como economista de la doctora Krueger, la pol¨ªtica comercial es un tema estructural que cae dentro del mandato del Banco Mundial. ?Acaso habr¨¢n de borrarse a¨²n m¨¢s las l¨ªneas divisorias entre el Banco Mundial y el FMI?
Economistas monetaristas de renombre como Stanley Fischer tuvieron dificultades con las complicaciones de las finanzas modernas. Para un experto en comercio, esas complicaciones pueden resultar a¨²n m¨¢s desconcertantes. Las altas tasas de inter¨¦s que el FMI recomend¨® en aras de la estabilizaci¨®n condujeron a una bancarrota masiva y a la destrucci¨®n de capitales. En lugar de promover econom¨ªas estables con crecimientos m¨¢s r¨¢pidos y tasas de inter¨¦s m¨¢s bajas, las recetas simplistas del Fondo para la liberalizaci¨®n de los mercados financieros y de capitales frecuentemente provocaron lo contrario: sectores financieros colapsados, costos prohibitivamente altos para los pr¨¦stamos, dislocaci¨®n social extendida y des¨®rdenes pol¨ªticos.
?Qu¨¦ fue lo que no funcion¨®? Las pol¨ªticas de ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial que combinaban la liberalizaci¨®n comercial con pol¨ªticas monetarias estrictas deb¨ªan desviar los recursos de usos menos productivos a usos m¨¢s productivos. En la pr¨¢ctica, sin embargo, cuando se echa a andar una pol¨ªtica monetaria restrictiva sin dar la atenci¨®n suficiente al desarrollo de instituciones financieras orientadas hacia el otorgamiento de cr¨¦ditos a las peque?as y medianas empresas nacionales, es casi imposible crear nuevos empleos y empresas. En un pa¨ªs tras otro, los trabajadores pasaron de los trabajos de baja productividad al desempleo de cero productividad.
Dise?ar pol¨ªticas que funcionen para el mundo en desarrollo exige un conocimiento profundo de los mercados financieros y del desarrollo. Desgraciadamente, el historial de la doctora Krueger no es reconfortante. Cualesquiera que sean sus m¨¦ritos como economista especializada en comercio, una liberalizaci¨®n comercial poco juiciosa sin las precondiciones adecuadas no es una soluci¨®n.
A juzgar por su trabajo mientras fue economista en jefe del Banco Mundial, tampoco hay raz¨®n para esperar una participaci¨®n m¨¢s sustantiva de los pa¨ªses en desarrollo, y mucho menos un debate genuino sobre estrategias alternativas. Esto es mucho m¨¢s tr¨¢gico hoy en d¨ªa porque los l¨ªderes, en la mayor parte del mundo en desarrollo, est¨¢n en mejores condiciones que nunca para tomar decisiones informadas sobre pol¨ªticas sensibles a los contextos de sus pa¨ªses.
El enfoque del FMI hacia el mundo en desarrollo est¨¢ cortado de la misma tela neoliberal que el del Banco Mundial, con escasa consideraci¨®n sobre si se ajustan realmente a la situaci¨®n de los pa¨ªses a los que deben ayudar. El resultado inevitable ha sido la incapacidad del FMI para manejar crisis, la falta de comprensi¨®n de las necesidades de las econom¨ªas en transici¨®n y los fracasos para promover el desarrollo. Aunque la doctora Krueger parece congeniar con los cr¨ªticos de los rescates masivos que el FMI hizo durante la era de Fischer, saber a lo que uno se enfrenta no es suficiente. El FMI necesita un paradigma nuevo, no un recalentado de una ideolog¨ªa caduca y repugnante.
Un cambio de guardia en el FMI era necesario e inevitable. Ofrec¨ªa una oportunidad para que el Fondo demostrara que estaba listo para avanzar en una nueva direcci¨®n, que estaba preparado para interactuar con los pa¨ªses en desarrollo en formas novedosas, que los a?os del Consenso de Washington habr¨ªan de quedar en el pasado. Por supuesto, tratar de interpretar demasiado con base en un solo nombramiento est¨¢ mal. No obstante, por decir lo menos, la llegada de la doctora Krueger al Fondo no es buen presagio, ni para el mundo en desarrollo ni para apuntalar la erosionada legitimidad del FMI.La salida de Stanley Fischer como primer subdirector ejecutivo del FMI ofreci¨® una oportunidad ideal para reexaminar la ideolog¨ªa del Consenso de Washington del Fondo, consistente en privatizaci¨®n, liberalizaci¨®n (sobre todo comercial) y macroestabilizaci¨®n. Esa ideolog¨ªa fue la que imper¨® en la administraci¨®n del se?or Fischer. Sin embargo, al nombrar a Ann Krueger como su reemplazo, el FMI ha consagrado a una de las altas sacerdotisas de la ortodoxia, e indica m¨¢s un obstinado apego al pasado que fracas¨® que una esperanzadora direcci¨®n para el futuro.
Ann Krueger es una respetada profesora de econom¨ªa en Stanford, ex economista en jefe del Banco Mundial, y una persona de gran energ¨ªa, integridad y compromiso con lo que ella cree que es bueno para los pa¨ªses en desarrollo. No obstante, su historial es tambi¨¦n su mayor carga: las pol¨ªticas del Consenso de Washington han demostrado ser un total fracaso para promover el crecimiento y la estabilidad en las econom¨ªas en desarrollo y de transici¨®n. Su campo de conocimiento, la pol¨ªtica comercial, dif¨ªcilmente es uno en el que el Fondo se pueda apoyar para restablecer su golpeada credibilidad.
La elecci¨®n de la doctora Krueger refleja en parte el proceso de nombramiento en s¨ª mismo, un legado de la conformaci¨®n de las instituciones financieras internacionales de Bretton Woods durante la posguerra. Bajo esos compromisos e intercambios, a Estados Unidos siempre le correspondi¨® nombrar al director del Banco Mundial, mientras que un europeo encabezar¨ªa siempre el FMI, con un estadounidense como segundo de a bordo. As¨ª es todav¨ªa.
A pesar de la desaparici¨®n del colonialismo, los candidatos de los pa¨ªses en desarrollo (el objetivo de las actividades del Fondo) ni siquiera son tomados en cuenta. Antes del nombramiento de la doctora Krueger, nadie dijo: 'El FMI es verdaderamente internacional. Busquemos al mejor candidato, un experto en pol¨ªtica macroecon¨®mica y en econom¨ªa monetaria, sobre todo relacionadas con el mundo en desarrollo, que pueda curar las heridas del pasado y recuperar la confianza de los pobres en una instituci¨®n que parece ignorar sus preocupaciones'.
No, ¨¦ste era un nombramiento de EE UU, que adem¨¢s no est¨¢ sujeto a la aprobaci¨®n del Congreso. As¨ª, a pesar de la verg¨¹enza relacionada con el reciente nombramiento del actual director ejecutivo del FMI, Horst Kohler, en el que la Administraci¨®n de Clinton vet¨® duramente la primera elecci¨®n europea para el cargo, nunca se consider¨® con seriedad a alguien que tuviera una profunda experiencia en los pa¨ªses en desarrollo y un nuevo enfoque para sus problemas. Las consideraciones de realpolitik prevalecieron: EE UU insisti¨® en su supuesto derecho y el FMI accedi¨®.
Sin importar la experiencia y prestigio como economista de la doctora Krueger, la pol¨ªtica comercial es un tema estructural que cae dentro del mandato del Banco Mundial. ?Acaso habr¨¢n de borrarse a¨²n m¨¢s las l¨ªneas divisorias entre el Banco Mundial y el FMI?
Economistas monetaristas de renombre como Stanley Fischer tuvieron dificultades con las complicaciones de las finanzas modernas. Para un experto en comercio, esas complicaciones pueden resultar a¨²n m¨¢s desconcertantes. Las altas tasas de inter¨¦s que el FMI recomend¨® en aras de la estabilizaci¨®n condujeron a una bancarrota masiva y a la destrucci¨®n de capitales. En lugar de promover econom¨ªas estables con crecimientos m¨¢s r¨¢pidos y tasas de inter¨¦s m¨¢s bajas, las recetas simplistas del Fondo para la liberalizaci¨®n de los mercados financieros y de capitales frecuentemente provocaron lo contrario: sectores financieros colapsados, costos prohibitivamente altos para los pr¨¦stamos, dislocaci¨®n social extendida y des¨®rdenes pol¨ªticos.
?Qu¨¦ fue lo que no funcion¨®? Las pol¨ªticas de ajuste estructural del FMI y del Banco Mundial que combinaban la liberalizaci¨®n comercial con pol¨ªticas monetarias estrictas deb¨ªan desviar los recursos de usos menos productivos a usos m¨¢s productivos. En la pr¨¢ctica, sin embargo, cuando se echa a andar una pol¨ªtica monetaria restrictiva sin dar la atenci¨®n suficiente al desarrollo de instituciones financieras orientadas hacia el otorgamiento de cr¨¦ditos a las peque?as y medianas empresas nacionales, es casi imposible crear nuevos empleos y empresas. En un pa¨ªs tras otro, los trabajadores pasaron de los trabajos de baja productividad al desempleo de cero productividad.
Dise?ar pol¨ªticas que funcionen para el mundo en desarrollo exige un conocimiento profundo de los mercados financieros y del desarrollo. Desgraciadamente, el historial de la doctora Krueger no es reconfortante. Cualesquiera que sean sus m¨¦ritos como economista especializada en comercio, una liberalizaci¨®n comercial poco juiciosa sin las precondiciones adecuadas no es una soluci¨®n.
A juzgar por su trabajo mientras fue economista en jefe del Banco Mundial, tampoco hay raz¨®n para esperar una participaci¨®n m¨¢s sustantiva de los pa¨ªses en desarrollo, y mucho menos un debate genuino sobre estrategias alternativas. Esto es mucho m¨¢s tr¨¢gico hoy en d¨ªa porque los l¨ªderes, en la mayor parte del mundo en desarrollo, est¨¢n en mejores condiciones que nunca para tomar decisiones informadas sobre pol¨ªticas sensibles a los contextos de sus pa¨ªses.
El enfoque del FMI hacia el mundo en desarrollo est¨¢ cortado de la misma tela neoliberal que el del Banco Mundial, con escasa consideraci¨®n sobre si se ajustan realmente a la situaci¨®n de los pa¨ªses a los que deben ayudar. El resultado inevitable ha sido la incapacidad del FMI para manejar crisis, la falta de comprensi¨®n de las necesidades de las econom¨ªas en transici¨®n y los fracasos para promover el desarrollo. Aunque la doctora Krueger parece congeniar con los cr¨ªticos de los rescates masivos que el FMI hizo durante la era de Fischer, saber a lo que uno se enfrenta no es suficiente. El FMI necesita un paradigma nuevo, no un recalentado de una ideolog¨ªa caduca y repugnante.
Un cambio de guardia en el FMI era necesario e inevitable. Ofrec¨ªa una oportunidad para que el Fondo demostrara que estaba listo para avanzar en una nueva direcci¨®n, que estaba preparado para interactuar con los pa¨ªses en desarrollo en formas novedosas, que los a?os del Consenso de Washington habr¨ªan de quedar en el pasado. Por supuesto, tratar de interpretar demasiado con base en un solo nombramiento est¨¢ mal. No obstante, por decir lo menos, la llegada de la doctora Krueger al Fondo no es buen presagio, ni para el mundo en desarrollo ni para apuntalar la erosionada legitimidad del FMI.
Joseph Stiglitz es profesor de econom¨ªa en la Universidad de Columbia, fue presidente del Consejo de Asesores Econ¨®micos del presidente de EE UU William J. Clinton y economista en jefe y vicepresidente del Banco Mundial.
? Project Syndicate, septiembre de 2001.
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