El rosario de la aurora de la raz¨®n laica
Cuarenta y ocho horas despu¨¦s de los atentados contra las Torres Gemelas de Nueva York y contra el edificio del Pent¨¢gono, el presidente de los EE UU declar¨® que no se trataba simplemente de un acto terrorista, sino propiamente de un 'acto de guerra' y que, como tal, exig¨ªa tambi¨¦n una respuesta militar. ?sta no se ha hecho esperar. Coincidiendo con la festividad cristiana del Rosario, las ciudades afganas de Kabul, Kandahar y Jalalabad han sido bombardeadas. A¨²n no sabemos con qu¨¦ resultados. S¨®lo sabemos que, desde Afganist¨¢n, Osama Bin Laden advierte a nuestros dirigentes, y a trav¨¦s de ellos a todos nosotros, que los islamistas est¨¢n preparados para una larga guerra de liberaci¨®n, que incluye las tierras de Palestina. As¨ª que ya estamos, una vez m¨¢s, en guerra: santa para unos, de civilizaci¨®n para otros.
Lamentadas las muertes de tantos inocentes, los europeos discuten ahora si vamos a entrar en la fase anunciada de 'guerra de civilizaciones' o si m¨¢s bien vamos a vivir la en¨¦sima forma de la lucha entre las clases en el plano mundial, o sea, en un mundo en el que la agudizaci¨®n de las desigualdades socioecon¨®micas estar¨¢ constantemente cruzada ya por las diferencias ¨¦tnicas y culturales. Nadie dice querer la guerra de civilizaciones, pero las comandancias y liderazgos de las dos partes hablan y act¨²an como si la guerra entre civilizaciones fuera inevitable. De creer a unos y a otros, la raz¨®n laica estar¨ªa ya entre la espada y la pared, obligada a elegir nuevamente entre Guatemala y Guatepeor. La neutralidad vuelve a ser equiparada al carro de la basura. Y de seguir as¨ª, sin una presi¨®n mayoritaria contra la guerra, aqu¨ª y all¨ª, lo m¨¢s seguro es que este 7 de octubre haya empezado el rosario de la aurora de la raz¨®n laica.
Habr¨ªa que hacer algo para evitar que eso ocurra. Y una de las cosas que podemos hacer a este respecto es llamar la atenci¨®n, una vez m¨¢s, sobre los males de la guerra, de esta guerra. Cuando estall¨® la Primera Guerra Mundial, Karl Kraus, que era un pacifista at¨ªpico, dio un buen consejo: dar un paso al frente... y callar. Pero luego ¨¦l mismo escribi¨® un mont¨®n de p¨¢ginas sobre lo que llam¨® los ¨²ltimos d¨ªas de la humanidad. Tal vez porque el silencio, incluso cuando sale de la sensibilidad de quien da el paso al frente, otorga.
La gran mayor¨ªa de los individuos que componen el g¨¦nero humano son pacifistas en un sentido muy preciso: prefiere la paz a la guerra. Esta mayor¨ªa es tambi¨¦n pacifista en un sentido secundario: tiende a considerar que toda guerra pasada, independientemente de lo que dijeran de ella los poderes de la Tierra, fue un mal. Incluso los que un d¨ªa glorificaron la guerra o la justificaron como un mal menor, tienden, con los a?os, a considerar que fue un mal mayor. Pero esta mayor¨ªa vacila cuando se ve obligada a pensar no en las guerras del pasado, sino en la posibilidad de una nueva guerra en el presente. Entonces casi siempre se acaba encontrando lo que se busca: el argumento para decidir que, a diferencia de las guerras anteriores, ¨¦sta del presente s¨ª es justa, est¨¢ justificada moral y/o pol¨ªticamente.
La paradoja que brota de ah¨ª es tan llamativa como terrible: casi todas las guerras del pasado, o aquellas que en el presente afectan a los otros, son deplorables, irracionales o males en s¨ª, pero aquellas guerras que propugnan 'los nuestros' en el presente son necesarias, moralmente justas y acordes con el derecho internacional existente. Esta paradoja tiene su base en la creencia, muy extendida, seg¨²n la cual nuestra civilizaci¨®n, aquella de la que formamos parte, es superior a cualquier otra forma de civilizaci¨®n. Esta creencia, aunque con derivaciones contrapuestas, est¨¢ metida en el tu¨¦tano de las diferentes culturas, etnias y civilizaciones. Unos, como Berlusconi, expresan esta creencia de la manera m¨¢s abupta, y otros, que sienten aproximadamente igual que Berlusconi, expresan la cosa de forma m¨¢s sofisticada. Pero unos y otros quieren guerra.
Por lo que se sabe de su historia escrita, la humanidad ha cambiado muy poco en estas cosas. En la mayor¨ªa de los textos escritos de las distintas culturas, tradiciones y civilizaciones es posible encontrar las dos cosas: la justificaci¨®n del genocidio o del etnocidio en nombre de la superioridad moral o religiosa de la propia cultura y el lamento ante los estragos de la guerra. Pero justificaci¨®n de la guerra y lamento de sus consecuencias no suelen ir juntos en esos textos, no suelen ser simult¨¢neos. As¨ª es que no se ve por qu¨¦ hay que elegir entre civilizaciones o culturas tomadas en bloque, en su conjunto.
Lo que diferencia una cultura ilustrada de la mera expresi¨®n de aquella instintiva creencia compartida es la duda racional sobre el valor moral de los argumentos elaborados por 'los nuestros' para justificar la guerra en el presente: la simultaneidad de la creencia instintiva en la superioridad de la propia civilizaci¨®n y del rechazo, ya no de toda guerra, sino de la guerra que se anuncia y que, por el momento, la mayor¨ªa cree justa. La raz¨®n ilustrada quiebra cuando la creencia instintiva logra adornarse ret¨®ricamente con el argumento de que lo ocurrido ahora es una novedad absoluta, algo que no hab¨ªa ocurrido nunca antes en la historia de la humanidad. Pues esta idea de la novedad absoluta de lo acontecido suele llevarse por delante todo el esfuerzo de la raz¨®n en favor del derecho de gentes y de la regulaci¨®n de los conflictos internacionales. Algo as¨ª pas¨®, en el marco de nuestra cultura, en el momento de la guerra del Golfo; volvi¨® a pasar en el momento de los bombardeos de Belgrado y Bagdad, y est¨¢ pasando ahora, en escala ampliada, despu¨¦s de lo ocurrido el 11 de septiembre y el 7 de octubre.
Pero ?cu¨¢l es la novedad ahora?
No, desde luego, el acto en s¨ª del 11 de septiembre, ni siquiera el alt¨ªsimo n¨²mero de muertos causado. Tampoco es novedad el terrorismo en s¨ª: de eso y de sus contradicciones sab¨ªamos ya mucho, y desde hace mucho tiempo, por el Dostoievski de 'los endemoniados'. Tampoco son una novedad absoluta, hablando con propiedad, los medios empleados en esa b¨¢rbara acci¨®n. Estos medios son una combinaci¨®n de herramientas y tecnolog¨ªas modernas y premodernas. Tampoco es novedad el odio al tipo de civilizaci¨®n que simbolizan los EE UU de Norteam¨¦rica: ah¨ª estaba ya el Manifiesto de Unabomber como muestra, y en los mismos EE UU se hizo una pel¨ªcula basada en la vida real del personaje.La novedad, relativa, del 11 de septiembre es la forma en que se han combinado t¨¦cnicas y fines: antiqu¨ªsimas creencias religiosas persistentes, cuchillos premodernos, modernos aviones y posmodernos ciudadanos entre las v¨ªctimas, los victimarios y los observadores del hecho. La novedad, relativa, del hecho es que el malestar ante la modernidad no se ha manifestado en EE UU como contracultura interna a la propia cultura (que es lo que ven¨ªa ocurriendo desde la d¨¦cada de los sesenta hasta las m¨¢s recientes acciones contra la globalizaci¨®n en Seattle, Praga y G¨¦nova), sino como una contracultura que tiende a percibirse como externa e inasimilable. Tambi¨¦n las anteriores formas 'terroristas' de la contracultura combinaron antiguas creencias (premodernas) con las m¨¢s novedosas t¨¦cnicas (modernas), seguramente porque las t¨¦cnicas son y ser¨¢n siempre de doble uso. Lo verdaderamente nuevo es que esto de ahora se ha percibido como un ataque exterior a 'nuestra' civilizaci¨®n, a una civilizaci¨®n que, contradictoriamente, se define a s¨ª misma como multicultural, pero que no sabe nada, o apenas nada, de las culturas que supuestamente la integran en un mundo globalizado.
El gran problema, el problema de fondo que se oculta en este nuevo redoble de tambores, es saber precisamente de qu¨¦ guerra estamos hablando cuando, para decirlo como lo dec¨ªa El Roto no hace mucho, 'ya todo es Occidente'. ?Hay enemigo 'externo' en un mundo globalizado como el nuestro? Parodiando al poeta: ?Qu¨¦ ser¨¢ de nosotros sin 'b¨¢rbaros' externos?
Y el primer equ¨ªvoco al que tendr¨¢ que hacer frente la raz¨®n laica es la posibilidad de dejarse embaucar por la consoladora idea de que ¨¦sta va a ser la primera guerra 'limpia', una guerra en la que la absoluta superioridad modernizadora de 'los nuestros' va a acabar de golpe con los restos medievalizantes del planeta en nombre de la democracia y de la libertad. Eso ha sido siempre la ilusi¨®n del progresismo descabellado. De la misma manera que el 11 de septiembre fue una combinaci¨®n tr¨¢gica de lo moderno, lo posmoderno y lo premoderno, tambi¨¦n, previsiblemente, lo ser¨¢ lo que siga al 7 de octubre. Pues ?qu¨¦ es si no la combinaci¨®n que se perfila entre los misiles de ¨²ltima generaci¨®n, la infanter¨ªa de la Alianza del Norte y la imposici¨®n de un rey antiguo cooptado por la CIA con 'las tribus' contra un enemigo que puede usar armas qu¨ªmicas o bacteriol¨®gicas con los conocimientos adquiridos en las mejores universidades noretamericanas y en nombre de la grandeza de Al¨¢?
Si esto es as¨ª, en vez de dedicar tanto tiempo y tanto espacio a buscar un enemigo externo entre religiones y civilizaciones a las que hemos colonizado y acogotado durante siglos, y en una ¨¦poca en que las armas que posee la Gran Alianza podr¨ªan destruir unas cuantas veces al conjunto de la humanidad, ?no ser¨ªa mejor dar por supuesto que tambi¨¦n 'ellos' son mayoritariamente laicos, como nosotros, y actuar sobre las causas (el hambre y la pobreza, las enfermedades y la esclavitud, la prostituci¨®n forzada y el uniformismo cultural impuesto) que hacen que la otra parte de la humanidad perciba no s¨®lo a los due?os del mundo, sino a los pueblos de Occidente como el gran Mal? Justicia, y no venganza; nuevo derecho de gentes, y no guerra. Eso es lo que vienen exigiendo desde hace d¨¦cadas personas que, como Edward Said, Tayyeb Saleh, Amin Maalouf y tantos otros, llegaron desde el mundo que ahora se demoniza para ense?arnos qu¨¦ es realmente Oriente visto desde Oriente, qu¨¦ fueron las cruzadas vistas por los ¨¢rabes y qu¨¦ herencia dejaron, qu¨¦ quieren y que sienten los hombres en la ¨¦poca de la gran migraci¨®n al Norte y por qu¨¦ el sentimiento de la diferencia, tan respetable, da lugar a veces a identidades asesinas.
Prolongar ahora, en este momento tr¨¢gico, la raz¨®n ilustrada, que no quiere guerra de civilizaciones ni retornos religiosos, obliga de nuevo a atreverse a pensar. Y siendo occidentales cuando 'ya todo es Occidente', tal vez a pensar con un poco m¨¢s de concreci¨®n lo que nos invita a pensar, juntos, el f¨ªsico paquistan¨ª Parvez Hoodbhoy desde la Universidad de Islamabad: ?qu¨¦ estamos haciendo mal para tener que sufrir este desastre los laicos de aqu¨ª y los de all¨ª?
Francisco Fern¨¢ndez Buey es coordinador de la C¨¢tedra Unesco / UPF para estudios interculturales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.