'Ha muerto Mar¨ªa'
La enferma terminal de c¨¢ncer que reclam¨® su derecho a la eutanasia fallece en Barcelona
'Ha muerto Mar¨ªa, la catalana que luch¨® por la eutanasia'. La noticia viene de Barcelona, donde viv¨ªa la fallecida, y rebota en Galicia, o en Madrid y en Sevilla. All¨¢ donde la asociaci¨®n Derecho a Morir Dignamente (DMD) dispone de un despacho p¨²blico. Sab¨ªan que Mar¨ªa iba a morir pronto, pero la noticia trae apuntes de tragedia. Se les ha muerto en fin de semana, sin las atenciones que la enferma esperaba tener.
'Merde, merde, merde. Esto se acaba', dijo Mar¨ªa el primer lunes de mayo pasado, durante una entrevista con EL PA?S [9/5/2001]. Aquel d¨ªa, en el despacho de Aurora Bau, dirigente de DMD en Barcelona, Mar¨ªa estaba alegre, como para un concurso de rock and roll, presumi¨®. Pero sus ojos dejaban ver el rastro de un dolor que ya le resultaba insoportable, como si a veces le cayese aceite hirviendo encima de todo el cuerpo.
Eran los zarpazos de un c¨¢ncer diagnosticado dos a?os atr¨¢s. Un melanoma maligno. Una met¨¢stasis galopante. Bultos en el cuerpo como huevos de gallina. Mar¨ªa relat¨® los detalles como si fuera la enfermedad de otra persona y s¨®lo parec¨ªa dolerse para reclamar con pasi¨®n -con rabia, casi- su derecho a la eutanasia, a un bien morir. 'Quiero vivir, pero cuando mi vida ya no sea vida, querr¨¦ morir con una muerte digna. No quiero ver el sufrimiento de los m¨ªos cuando no pueda consolarles. No quiero que me vean con la boca seca y abierta', explic¨®.
No pudo ser. Mar¨ªa falleci¨® con la gran incertidumbre que la hac¨ªa sufrir, y los voluntarios de DMD viven sobrecogidos porque, para colmo de mala suerte, se les fue durante un largo fin de semana en que el m¨¦dico de cabecera est¨¢ ausente, libran los equipos de cuidados paliativos y Aurora Bau, la dirigente de DMD, estaba de viaje. 'Meses preparando sus ¨²ltimas horas y todo nos ha saltado por los aires', se duele Bau.
Mar¨ªa era catalana y no se llamaba Mar¨ªa, porque reclam¨® a EL PA?S su derecho a un nombre supuesto tambi¨¦n para despu¨¦s de la muerte. S¨®lo quer¨ªa luchar, con DMD, en favor de la legalizaci¨®n de la eutanasia, no hacerse famosa ni parecer heroica. Ten¨ªa 55 a?os, un marido y dos hijos -'chica y chico, bien criados', dijo en mayo-, y una casa de vacaciones en Mallorca, adem¨¢s de la ilusi¨®n de viajar a Finlandia 'a ver los ¨¢rboles de colores'.
'Me dejar¨¦ mimar'
No fue posible. Ni las vacaciones en Mallorca, ni el viaje a Finland¨ªa. En agosto, Mar¨ªa dej¨® de apasionarse por las puestas de sol que ve¨ªa desde la casa -antes de enfermar tampoco se fijaba-, e intuy¨® que el final estaba cerca. 'Me dejar¨¦ mimar', decidi¨®, por fin, y se lo cont¨® a Aurora Bau. En septiembre, ya en la cama, rota de angustia por no saber c¨®mo ser¨ªa el final, Mar¨ªa cogi¨®, otro d¨ªa, la mano de su amiga de DMD. 'Que no me das un abrazo', le dijo. 'Era que ese d¨ªa me desped¨ªa con un adi¨®s m¨¢s profundo, que me estaba diciendo que ya estaba en orden, que hab¨ªa vaciado su angustia por la pastilla que no iba a tener, y que aceptaba ya lo que iba a ocurrirle'.
La pastilla. Mar¨ªa so?aba con despedirse de los suyos 'como si emprendiera un viaje', para que conservaran de ella 'una imagen alegre, sin sufrimiento'. De peque?a le impresion¨® la muerte de un vecino dando gritos que se o¨ªan desde el portal, d¨ªa tras d¨ªa, como un perro apaleado, y reclamaba su derecho a poner el punto y final cuando todo le resultara irremediablemente insoportable. 'Quiero vivir hasta el final, pero quiero tener una puerta entreabierta. No tendr¨ªa miedo si supiera que en el momento en que la vida ya no es vida iba a tener una capsulita para un buen morir', dijo a este peri¨®dico.
Fue el m¨¦dico Fernando Mar¨ªn, director del programa Morir en casa con dignidad, quien se hizo cargo, desde Madrid, por tel¨¦fono, de las ¨²ltimas horas de Mar¨ªa. Era domingo y la hija le daba una mala noticia. El m¨¦dico de cabecera estaba de viaje, ilocalizable. Y los s¨ªntomas eran claros: Mar¨ªa estaba en situaci¨®n preag¨®nica. ?Qu¨¦ hacer? ?Ingresarla en un hospital? Imposible. Mar¨ªa dijo siempre que quer¨ªa morir en casa. ?Llamar a urgencias? No, salvo que dispusieran de medios paliativos. El doctor Mar¨ªn, por tel¨¦fono, gui¨® los pasos de la familia para mitigar el dolor de la moribunda, sus ¨²ltimos ahogos.
La agon¨ªa de Mar¨ªa dur¨® nueve horas, hasta la madrugada. Una muerte infeliz, hubiera dictaminado ella misma si viera ahora el enfado de los hijos por los terribles ¨²ltimos momentos de la madre, sola, solos, sin ayuda, sin nada que poder hacer por ella, como ella deseaba. 'Mi marido llora, s¨¦ que llora cuando no le veo', declar¨® Mar¨ªa hace cuatro meses. Su m¨¢ximo empe?o era que la muerte no acrecentara ese dolor por la enfermedad. Aurora Bau se duele porque ha ocurrido al rev¨¦s de lo que Mar¨ªa hab¨ªa estado preparando.
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