Fantasmas
Nada aporta m¨¢s seguridad que un buen enemigo. Los Estados gastaron siempre una parte notable de sus presupuestos en inventarse buenos enemigos, ej¨¦rcitos con banderas reconocibles y bandas de m¨²sica dispuestas a tocar un himno en las trincheras bombardeadas de la Historia. El miedo es bastante soportable cuando se le pone cara al enemigo, cuando se conocen sus movimientos y sus fuerzas. La reglamentaci¨®n de la violencia puede crear incluso una ¨¦pica elegante, una llevadera mezcolanza de muerte por la patria, dignidad y sangre ajena. El horror surge cuando no se tiene a mano un pa¨ªs agresor, un malo capaz de cumplir bien su papel. Los peligros se disuelven entonces en un ¨¢mbito fantasmal que duele de puro vac¨ªo, y llega a hacerse insoportable por desconocido. Sentimos los ruidos en la casa, miramos por todos lados y s¨®lo nos encontramos con nosotros mismos. El esp¨ªritu de venganza no es propio de malas personas, sino de gente aterrorizada por el vac¨ªo, que necesita ponerle un rostro a la amenaza transparente del aire, un disfraz a la nada. Los paranoicos resisten la intimidad de los espejos gracias a la invenci¨®n de esos enemigos consoladores que desplazan el fuego a la casa de enfrente o a los pasillos de la oficina.
Occidente est¨¢ invirtiendo mucho tiempo y dinero en la invenci¨®n de un enemigo que le ofrezca tranquilidad, un adversario con mapa, bandera, himno y embajador en Pakist¨¢n. La realidad afgana no da para mucho, es un desierto m¨¢s grande que Espa?a, con menos coches que Antequera y menos kil¨®metros de ferrocarril que el t¨¦rmino municipal de Jerez. Pero la misi¨®n m¨¢s importante de los B-52 es hacernos creer que tenemos algo contra lo que disparar, un territorio en el que odiar y ser odiados m¨¢s all¨¢ de nuestro espejo. La invenci¨®n del ej¨¦rcito talib¨¢n resulta m¨¢s soportable que el fantasma de una violencia ¨ªntima, formada con el dinero, la tecnolog¨ªa y los resentimientos de Occidente. Osama Bin Laden, un multimillonario de los negocios occidentales, estudi¨® en Oxford y colabor¨® con la CIA. Su islamismo agresivo es tan occidental como las hamburgueser¨ªas, la pintura abstracta o la espiritualidad l¨ªrica del silencio. Los magnates de la modernidad se reunieron en G¨¦nova hace unos meses para decretar el imperio absoluto de la globalizaci¨®n, y ahora todo el mundo necesita inventar una geograf¨ªa ajena, un peligro no globalizado. Yo suelo encontrarme por las calles del Albaic¨ªn a viejos compa?eros y compa?eras de la universidad antifranquista, nacidos y nacidas en cualquier lugar de Espa?a, oficiando de creyentes isl¨¢micos. Del mismo modo que la poes¨ªa campestre es hoy una tradici¨®n m¨¢s de la cultura urbana, todas las religiones pertenecen al mundo laico. Son un verdadero peligro, pero no un peligro ajeno, por lo que el uso legitimado de la violencia puede llegar a convertirse en un suicidio. ?Viva la guerra! Aznar se deprime porque no le dejan enviar soldados al frente. La oposici¨®n socialista exige al Gobierno m¨¢s liderazgo y pedagog¨ªa social para convencer a las gentes de que las bombas son justas. Y los sabios medi¨¢ticos se r¨ªen de los pacifistas, pobres tontos que todav¨ªa ejercen un sentimiento trasnochado. Mientras el pacifismo es expulsado de la raz¨®n occidental, el fantasma de Larra vuelve a presenciar en el espejo su propio suicidio.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.