El lado criminal de la pintura
El culto a la religi¨®n del arte tambi¨¦n ha tenido sus herejes. El Louvre, de Par¨ªs, presenta una muestra sobre la parte maldita de la modernidad.
Unos pocos visionarios no aceptan la reinstauraci¨®n. Son los que quieren hablar de locura y furor, de dolor y melancol¨ªa
Las exposiciones pol¨¦micas, de reinterpretaci¨®n radical, ya no encuentran refugio en 'salones de rechazados', sino en las grandes instituciones, en la Tate Gallery, el MOMA o el Louvre. El museo franc¨¦s presenta ahora, entre el 19 de octubre y el 14 de enero, La pintura como crimen, una idea inspirada por un eslogan del accionista vien¨¦s Rudolf Schwarzkogler. Seg¨²n ¨¦l, 'la pintura no ha sido otra cosa que un crimen contra el imaginario'. Para los organizadores de la muestra, todo eso se traduce en otra serie de acusaciones -a demostrar- contra esa extra?a costumbre de querer expresarse a trav¨¦s de los pinceles: la pintura ser¨ªa tambi¨¦n 'cors¨¦ del cuerpo, espejo de la ideolog¨ªa, ¨²til del poder', elemento b¨¢sico de la 'm¨ªstica del autor y origen de todos los fetichismos y formalismos'.
Detr¨¢s de esa reivindicaci¨®n de la vertiente criminal de la pincelada est¨¢ el disgusto ante el hundimiento del ideal renacentista, ese que permit¨ªa hermanar arte y ciencia, que no ve¨ªa diferencia entre un dibujo bello y un dibujo ¨²til. El comisario de la exposici¨®n y los distintos autores de su cat¨¢logo sit¨²an la ruptura entre arte y ciencia hacia el 1795, ante la constataci¨®n de que, una vez m¨¢s, 'la Revoluci¨®n ha fracasado'. Ese fracaso se traduce en la renovada pasi¨®n por el m¨¢rmol, por la eternidad, por la pintura hist¨®rica de un David, por el retorno al clasicismo, a los modelos griegos y romanos.
Unos pocos visionarios no aceptan la reinstauraci¨®n. Son aquellos que quieren hablar de locura y furor, de dolor y melancol¨ªa. Asmus Jacob Carstens simboliza el grito, Antonio Canova, el delirio que lleva a H¨¦rcules a matar a sus hijos, George Romney visita con su pluma prisiones y asilos de locos, Johan Tobias Sergel se sirve de la tinta para captar los rostros enfermos, el gran Johan Heinrich F¨¹ssli dibuja como nadie las pesadillas que ha engendrado la endiosada Raz¨®n, William Blake se pregunta por el Mal, mientras que a Francisco Goya le toca hacer surgir del papel los monstruos a los que las Luces negaban la existencia.
Tras el apartado de los visionarios, la exposici¨®n dedica otro a la ficci¨®n. El artista ha intentado escapar a la Raz¨®n, ahora quiere obviar la tentaci¨®n de la forma o, mejor dicho, de reproducir la forma tal como la vemos en la naturaleza. De ah¨ª que Odilon Redon pinte ara?as sonrientes, que sus cuerpos se conviertan en cabeza y ¨¦sta en ojo. Ren¨¦ Magritte juega con los cascabeles y la esfera para que los objetos se rebelen en su universo glacial.
El ¨²ltimo espacio de la ex-
posici¨®n aborda las distintas tentativas de prescindir de los l¨ªmites que impone el cuerpo. Por un lado est¨¢ Jackson Pollock, que deja que sea el azar quien pinte por ¨¦l en su gesto de renunciar al gesto, en su no querer ser el Dios de la tela y dejar que la pintura resbale, gotee o se acumule en funci¨®n de la casualidad. Yves Klein se lanza al vac¨ªo para el objetivo de la c¨¢mara en 1960. Nueve a?os m¨¢s tarde, su 'acci¨®n art¨ªstica' se convierte en acci¨®n de vida -y de muerte- en manos de Rudolf Schwarzkogler, que se tira sin red desde un cuarto piso. Como sus colegas Otto Muehl y G¨¹nter Brus, se interesa 'por la introducci¨®n del propio cuerpo en el espacio pict¨®rico'. Si Muehl hace collages con objetos o fragmentos de objetos que ¨¦l deja que se repartan an¨¢rquicamente sobre una superficie, Brus se mezcla en el proceso de manera directa, recubriendo su cuerpo de pintura, esparciendo objetos punzantes y cortantes sobre la tela por la que el artista se frotar¨¢, manch¨¢ndola con su sangre.
El recorrido que propone la exposici¨®n parte de la idea de que tras la muerte de Dios el artista se convirti¨® en su ersatz para llegar a una ¨¦poca actual en que el enga?o es ya insostenible, en que la obra y la vida se confunden de tal manera que s¨®lo pueden existir anul¨¢ndose la una a la otra, fij¨¢ndose definitivamente a trav¨¦s de la muerte que tiene, adem¨¢s, la misi¨®n de aportar credibilidad a la teor¨ªa. ?La propuesta del Louvre es innovadora? En todo caso es la de un callej¨®n sin salida en la que, apocalipsis definitivo, no s¨®lo muere el arte, sino tambi¨¦n el artista, lo que no deja de ser l¨®gico cuando se hab¨ªa convertido en un mero apuntador.
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