Dos matones intelectuales
Con el apelativo en singular del t¨ªtulo, debido al profesor John Watkins, los autores de este libro se refieren en una ocasi¨®n a Popper. Pero lo mismo puede decirse de Wittgenstein. Ambos fueron dos polemistas tan r¨¢pidos, profundos y l¨²cidos como desconsiderados, dogm¨¢ticos, maleducados, crueles y col¨¦ricos. Intimidatorios, agresivos, feroces, intolerantes y absortos en s¨ª mismos, adjetivan los citados autores. Con una sola diferencia en este sentido. Popper era demasiado humano y Wittgenstein, no lo suficiente.
As¨ª, aquella famosa reuni¨®n en la tarde del 25 de octubre de 1946, a las 20.30, de la Sociedad de Ciencia Moral de Cambridge en la habitaci¨®n H3 (habitaci¨®n 3 de la escalera H) de la primera planta del edificio Gibbs del King's College (todo ello pertenece a la mitolog¨ªa heroica con que recuerdan popperianos y wittgensteinianos este episodio), se promet¨ªa tensa y lo fue. Aun sin tener en cuenta la m¨¢s bien gratuita, cuando no mendaz, presuposici¨®n de amenaza con el atizador de la chimenea por parte de Wittgenstein. Fue tensa sobre todo por la enorme carga de recelos con que ven¨ªa el supuesto amenazado, el conferenciante invitado ese d¨ªa, Popper, que esperaba un momento as¨ª para desquitarse y vapulear al odiado Wittgenstein, a cuya sombra siempre hab¨ªa vivido y viv¨ªa para su desgracia. Odiado y envidiado tanto por su prestigio e influjo intelectual, cuyo nivel sir Karl R. Popper (es inimaginable, por cierto, Wittgenstein siendo investido caballero por la reina de Inglaterra) nunca consigui¨®, como por la libertad y facilidad de vida, movimientos, influencia y relaciones debidas a su alta po-
EL ATIZADOR DE WITTGENSTEIN. UNA JUGADA INCOMPLETA ENTRE WITTGENSTEIN Y POPPER
David Edmonds y John Eidinow Traducci¨®n de Mar¨ªa Morr¨¢s Pen¨ªnsula. Barcelona, 2001 334 p¨¢ginas. 3.500 pesetas
Para Popper la filosof¨ªa se preocupa del mundo. Para Wittgenstein es s¨®lo cr¨ªtica del lenguaje
sici¨®n social en Viena, de la que separaba un abismo a la familia Popper, sobre todo despu¨¦s del empobrecimiento del padre tras la Primera Guerra Mundial, cuando Karl Raimund -13 a?os m¨¢s joven que Ludwig- contaba 16 a?os y hubo de marcharse de casa para buscarse solo y como pudo la vida.
Esas pelusas sociales provincianas y el resentimiento -t¨ªpico en todas partes, como parece- que albergaba Popper por haber tenido que 'sufrir' muchos a?os como profesor de ense?anza secundaria antes de conseguir entrar a duras penas en la universidad (y no en Oxford ni en Cambridge, donde hab¨ªa que estar, sino en Nueva Zelanda), y ¨¦l, que, naturalmente, se consideraba un genio, contribuyeron a la personalidad un mucho resentida, vengativa y hura?a en general de este peque?o-gran hombre, fijada sobre todo en la figura de su noble paisano, ignorante, al parecer, de todo ello.
Pero a parte de los avatares personales de la vida de ambos fil¨®sofos -vieneses y jud¨ªos conversos y asimilados los dos-, que confluyen de alg¨²n modo en el episodio del atizador, y que los autores de este libro recogen y narran con extraordinario inter¨¦s y atractivo, en aquella reuni¨®n que Wittgenstein abandon¨® a los diez minutos de no muy buenas maneras, enfadado, se trataba del sentido mismo de la propia filosof¨ªa. Ambos pusieron de manifiesto dos posturas ya mod¨¦licas respecto a su propia concepci¨®n. La de Popper era m¨¢s o menos la de siempre y la de Wittgenstein era entonces casi exclusivamente suya. Son, m¨¢s o menos tambi¨¦n, las posturas que siguen definiendo hoy a neomodernos y posmodernos, respectivamente, y seguir¨¢n previsiblemente separando los talantes filos¨®ficos mucho tiempo.
Popper defend¨ªa que la filosof¨ªa se preocupa del mundo, se compromete te¨®ricamente con ¨¦l, que hay verdaderos problemas reales y candentes a los que ella puede dar soluci¨®n, que con todo derecho, por tanto, pueden considerarse 'problemas filos¨®ficos'. Wittgenstein pensaba que no, que la filosof¨ªa s¨®lo es ejercicio cr¨ªtico y anal¨ªtico del lenguaje en busca de claridad en ¨¦l, y que en tal caso esos problemas, si lo son, son problemas de la ciencia, pero no son temas sobre los que los fil¨®sofos puedan realizar una contribuci¨®n v¨¢lida y significativa. Que los 'problemas filos¨®ficos' de verdad son y siempre han sido meros enredos ling¨¹¨ªsticos, cuestiones desconcertantes por su mal planteamiento, que hay que liquidar clarificando ¨¦ste.
Con ello, la filosof¨ªa, como anal¨ªtica y cr¨ªtica del lenguaje, destru¨ªa su propio modo de comprenderse hasta entonces, liquidando por metaf¨ªsicos los problemas tradicionales que le hab¨ªan ocupado y reduciendo su tarea, ya sin contenido doctrinal o te¨®rico alguno, a una especie de terap¨¦utica liberadora del esp¨ªritu que los hab¨ªa soportado entre tanto. No era ya esa filosof¨ªa 'profesional y acad¨¦mica', cuya '¨²nica justificaci¨®n', para Popper, efectivamente, consist¨ªa en 'la existencia de problemas perentorios y serios y en la necesidad de examinarlos cr¨ªticamente'. M¨¢s bien dejaba sin contenido esa funci¨®n acad¨¦mica, y sin trabajo a los profesionales de ella. Tampoco en este sentido son de extra?ar, pues, los recelos.
Un libro brillant¨ªsimo ¨¦ste. Un libro sobre fil¨®sofos y filosof¨ªa que, incre¨ªblemente, se lee de un tir¨®n. No s¨®lo porque narra, en buena trama literaria y fidelidad a los hechos, todo el entorno de la vida y ¨¦poca de estos dos curiosos personajes, las turbulentas circunstancias que les llevaron a coincidir en Cambridge aquel viernes (nunca m¨¢s se vieron en su vida) de ese modo, sino porque incluso sus dos cap¨ªtulos m¨¢s o menos te¨®ricos son de enorme claridad, inter¨¦s y acierto al describir lo m¨¢s esencial del pensamiento de ambos autores. En este aspecto hacen comprensible y atractivo el mensaje filos¨®fico, al que, sobre todo en el caso de los grandes hombres, los clich¨¦s acad¨¦micos roban su fuerza e inter¨¦s. La academia ha alejado a la gente de la filosof¨ªa. Este libro, period¨ªstico pero con muchas citas y sabidur¨ªa aunque sin referencia alguna, escandalizar¨¢ felizmente a m¨¢s de uno de sus miembros, pero har¨¢ gozar y aprender mucho a mucha gente.
La traducci¨®n podr¨ªa haber sido mejor en general, pues hay cosas repartidas por todo el texto que suenan o que se entienden mal en castellano. Podr¨ªa uno ahorrarse esta expresa menci¨®n si no se tradujera la famos¨ªsima primera proposici¨®n del Tractatus como: 'El mundo es todo de lo que hay que tratar'. Si no aparecieran expresiones como 'tablas de veracidad', 'estados de situaciones', 'principio de falsificaci¨®n', 'falseabilidad', 'incerteza', etc¨¦tera, para lugares comunes conocid¨ªsimos de la filosof¨ªa del siglo XX. Los menesterosos honorarios del traductor en Espa?a no justifica hasta ese punto las cosas.
Un cisma en la filosof¨ªa del siglo XX
A LA VEZ que relatan el famoso encuentro entre los dos pensadores vieneses, David Edmonds y John Eidinow retratan tanto los mundos como las concepciones de la filosof¨ªa que representaban cada uno de ellos: 'Wittgenstein y Popper han ejercido una profunda influencia en el modo en que abordamos las cuestiones fundamentales de nuestra civilizaci¨®n, de la ciencia y de la cultura actuales. Sus aportacionesnocimiento y c¨®mo deber¨ªamos ser gobernados, como en los que se refiere a las dudas contempor¨¢neas sobre los l¨ªmites del lenguaje y el sentido, y qu¨¦ es lo que queda fuera de esos l¨ªmites. Ambos cre¨ªan haber liberado a la filosof¨ªa de los errores del pasado y se sent¨ªan resson de vital importancia tanto en lo relativo a problemas ya antiguos, tales como qu¨¦ podemos afirmar que sabemos, de qu¨¦ manera podemos avanzar en el coponsables de su futuro. Popper ve¨ªa en Wittgenstein al enemigo por antonomasia de la filosof¨ªa. No obstante, el incidente del atizador va m¨¢s all¨¢ del car¨¢cter y las creencias de los protagonistas, pues resulta inseparable del contexto de la ¨¦poca y abre una ventana a las turbulentas y tr¨¢gicas circunstancias hist¨®ricas que conformaron sus vidas y les llevaron hasta Cambridge. Adem¨¢s, es la historia de un cisma en la filosof¨ªa del siglo XX sobre el significado del lenguaje, una divisi¨®n entre quienes han determinado que los problemas filos¨®ficos tradicionales son puros embrollos o enredos ling¨¹¨ªsticos y quienes piensan que esos problemas trascienden el lenguaje', dice en uno de sus apartes el libro. En otra de sus p¨¢ginas se lee: 'Wittgenstein no conoc¨ªa personalmente a Popper. Sin embargo, su historia en Viena nos invita a concluir que, filosof¨ªa aparte, el arist¨®crata del Palais -con lo que se supon¨ªa de ropas inglesas, mobiliario franc¨¦s, mansiones rurales, recursos sin l¨ªmite, viajes constantes y familiaridad con los gigantes de la cultura- mir¨® instintivamente por encima del hombro al profesor burgu¨¦s con el que se encontr¨® cara a cara en H3. Y que le trat¨® con toda la condescendencia insolente que le permit¨ªan su posici¨®n y riqueza... Tambi¨¦n para Popper, Wittgenstein era algo m¨¢s que un adversario acad¨¦mico. Representaba la Viena que hab¨ªa permanecido siempre fuera del alcance del hijo de un hombre de leyes respetado y socialmente responsable. En Wittgenstein ve¨ªa a la ciudad imperial en la que las riquezas y el estatus garantizaban el respeto y abr¨ªan las puertas, un territorio aparte donde la pobreza provocada por la inflaci¨®n no ten¨ªa lugar y en el que se pod¨ªa comprar a los nazis para mantenerlos fuera. Ve¨ªa el opuesto de todas las circunstancias que le hab¨ªan impedido integrarse y le hab¨ªan impulsado al exilio'.
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