Fronteras movedizas de mundos reales
El cr¨ªtico Mario Campa?a ha preparado una antolog¨ªa con 19 poetas hispanoamericanos que empezaron a publicar en los a?os cuarenta y cincuenta. Una oportunidad para reencontrarse con Gonzalo Rojas, Teillier, Montejo, Eliseo Diego, D¨¢vila, Eielson o Mutis.
Se diga lo que se diga, una antolog¨ªa es siempre arbitraria. Cualquier pretexto que se idee para justificar esa arbitrariedad no puede, no obstante, derrocarla en tanto su componente ineludible. Una antolog¨ªa viene a ser la opci¨®n personal de un autor disfrazado, autor subrepticio que escribe a trav¨¦s de esa selecci¨®n como si se tratase de su obra secreta.
Para integrar la suya, el cr¨ªtico Mario Campa?a ha elegido una serie de 19 poetas hispanoamericanos entre los muchos que, nacidos de 1910 a 1937, comienzan a publicar en los a?os cuarenta y cincuenta. El nexo de uni¨®n que para el cr¨ªtico parece aglutinarlos ser¨ªa su visi¨®n de lo real, el peculiar modo en que sus escrituras se plantean lo sensible y su din¨¢mica en tanto 'materia principal de la elaboraci¨®n po¨¦tica'.
Lo interesante es que, para diferenciarlos de la poes¨ªa social de los setenta, por un lado, y, por otro, de la poes¨ªa pura, Mario Campa?a se ve obligado a utilizar un concepto tan laxo de lo real que le posibilite colocar juntos el existencialismo de Gonzalo Rojas, el surrealismo secreto de Jorge Teillier, la sencillez de lo elemental en Eliseo Diego, la geograf¨ªa abrupta de C¨¦sar D¨¢vila Andrade, la concisi¨®n directa de Idea Vilari?o, las palabras vivas de Eielson, la inteligencia cr¨ªtica de Enrique Lihn, la subjetividad transcendida de Jaime Sabines, el cuestionamiento de la experiencia en Juan Gelman, el compromiso ¨¦tico de Roque Dalton o la terredad de Eugenio Montejo.
Aproximar estas miradas diversas, implica -y ¨¦sa es la propuesta de Mario Campa?a- dejar de entender el realismo como una simple operaci¨®n mim¨¦tica que haga uso de lo considerado normal y tangible, sea el coloquialismo o la man¨ªa anecd¨®tica, para empezar a sentirlo, una operaci¨®n creadora m¨¢s extensa y compleja, operaci¨®n configuradora ante todo de mundos.
A tenor de la obra de estos
poetas, el concepto de realidad se ampl¨ªa tanto, sin embargo, que lo que se vuelve dif¨ªcil en el repaso de la antolog¨ªa es precisamente entender sus exclusiones. ?Por qu¨¦ el trabajo interior de Javier Sologuren, la humorada clarividente de Gabriel Zaid o la graf¨ªa sucinta de Ida Vitale -tres poetas de ese momento que no aparecen- pueden ser menos reales que la recreaci¨®n m¨ªtica y exuberante en la Nicaragua de Pablo Antonio Cuadra, ¨¦ste s¨ª incluido? ?Por qu¨¦ la jaur¨ªa de voces so?adas de Enrique Molina se percibe m¨¢s cierta que los enfebrecidos delirios de Olga Orozco? ?Por qu¨¦ no son reales Alberto Girri, Tom¨¢s Segovia, Roberto Juarroz, Gast¨®n Baquero o Juan Liscano? El desgaste del tr¨®pico, el deterioro del cuerpo y los ritos de lo deseado est¨¢n presentes de modo distinto, aunque con igual peso, en ?lvaro Mutis o S¨¢nchez Pel¨¢ez: uno se selecciona mientras el otro se omite.
No se trata de se?alar faltas, pero el comod¨ªn de lo real es m¨¢s bien escurridizo y, desde luego, en calidad de argumento resulta controvertido y pol¨¦mico, demasiado inasible para erigirlo en justificaci¨®n. Porque la verdad es que una antolog¨ªa de las caracter¨ªsticas de la presente se explica en s¨ª misma, en la altura sin par de la obra ofrecida, entre las m¨¢s notables de la producci¨®n contempor¨¢nea. Los a?os cuarenta y cincuenta fueron de una fecundidad y de una grandeza sin precedentes; grandeza que, por las dimensiones de su proyecto, qued¨® sin una cr¨ªtica que le diera la r¨¦plica. De ah¨ª lo acertado de la iniciativa -por otra parte sin equivalentes- de Mario Campa?a.
Meritorio de su labor antologante es llamar la atenci¨®n sobre un instante ¨²nico de la poes¨ªa hispanoamericana que Octavio Paz juzg¨® el inicio de la modernidad l¨ªrica en el continente, un inicio marcado con t¨ªtulos como La fijeza (1944), de Lezama Lima; Costumbres errantes o la redondez de la tierra (1951), de Molina, o Libertad bajo palabra (1949), del propio Paz.
Son tiempos en los que se incide en el lenguaje como el solo territorio leg¨ªtimo; tiempos en los se elige la marginalidad como opci¨®n y la suerte de los solitarios como punto de encuentro com¨²n; tiempos en los que se busca 'una er¨®tica m¨¢s que una po¨¦tica' y se practica un 'ate¨ªsmo religioso o una religiosidad rebelde'. Y es la ¨¦poca de una poes¨ªa sin ideolog¨ªas y con una pasi¨®n irrenunciable por la palabra, una poes¨ªa poderosa y de una variedad discursiva que asombra, capaz de restaurar a los cl¨¢sicos, incorporar el modernism angloamericano y de entroncar con el principio de autonom¨ªa y los logros vanguardistas que ella releva.
De hecho, constituye la otra vanguardia y completa el inter¨¦s y la independencia de la primera con una fuerza sin paliativos. De todo ello es muestra m¨¢s que suficiente esta antolog¨ªa que no consigue, sin embargo, recortar el potencial significativo de los poetas convocados con la cuesti¨®n lateral de su filiaci¨®n realista.
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