Los musulmanes eslavos de Bosnia
Probablemente haya sido uno de los mayores errores cometidos por Europa y Estados Unidos en la ¨²ltima guerra de los Balcanes: no haber reconocido en Bosnia la existencia de uno de los islam m¨¢s laicos del mundo. Y no haber logrado oponerlo como tal a las otras formas, m¨¢s duras e intolerantes, de la religi¨®n musulmana catalogadas bajo el denominador com¨²n de islamismo o fundamentalismo. En este caso, la ignorancia se dej¨® enga?ar por la propaganda procedente sobre todo de la Serbia de Milosevic y de la Croacia de Tudjman, que afirmaba que esta entidad bosnia era una 'plataforma para la penetraci¨®n del islam en Europa'.
En la ciudad de Mostar, donde nac¨ª, que lleva el nombre de un 'viejo puente' considerado por quienes lo destruyeron de forma brutal como un s¨ªmbolo del Imperio Otomano, m¨¢s de un tercio de sus habitantes eran musulmanes. Mis colegas y amigos, procedentes de familias isl¨¢micas, que hablaban el mismo idioma que los croatas cat¨®licos o los serbios ortodoxos y eran conscientes de compartir con nosotros los mismos or¨ªgenes, nos visitaban con motivo de las fiestas cristianas: com¨ªan cerdo y beb¨ªan raki tanto o m¨¢s que nosotros. Una fracci¨®n relativamente reducida de ancianos cumpl¨ªa, con cierta rigidez, los ritos prescritos por su fe, en ocasiones bajo la iron¨ªa de sus propios correligionarios.
La resistencia antifascista fue la obra com¨²n de las tres entidades. Los hijos e hijas de los antiguos miembros de la resistencia encontraban f¨¢cilmente un lenguaje com¨²n. No obstante, en el bando opuesto, que durante la II Guerra Mundial colabor¨® con los invasores, aparecieron los primeros signos de discordia o desconfianza. No se borr¨® del todo una memoria siniestra. Los ultranacionalistas serbios -llamados chetniks- masacraron, sobre todo en el valle del Drina en 1942-1943, a miles de musulmanes, asimil¨¢ndolos a los antiguos invasores turcos y a los traidores de la fe cristiana y ortodoxa. En cambio, los ustachi -fascistas croatas- intentaron hacerlos sus aliados, calific¨¢ndolos de 'flor y nata de Croacia'. Tito termin¨® por reconocer, a finales de los a?os setenta, una nacionalidad musulmana: el nombre o el ep¨ªteto de Musulm¨¢n, con may¨²scula inicial, indicaba la pertenencia nacional tanto de los creyentes como de los ateos; con min¨²scula se?alaba la religi¨®n. Esto creaba en ocasiones cierta ambig¨¹edad, a menudo ridiculizada por los nacionalistas de fe cristiana, serbios o croatas. Se trataba de marcar una diferencia que exist¨ªa realmente, creada por la historia y que, en este pa¨ªs multinacional, no pod¨ªa ser ignorada.
Nunca he o¨ªdo a nuestros musulmanes hablar de 'sun¨ªes', 'shi¨ªes' y a¨²n menos de 'wahab¨ªes'. Eran simplemente eslavos 'de origen musulm¨¢n' o 'musulmanes' a secas. Probablemente fuera una de las razones por las que nos sorprendimos cuando, en los a?os cincuenta, apareci¨® el movimiento de los J¨®venes Musulmanes, que fue duramente reprimido. Uno de sus miembros, Alia Izetbegovic, futuro presidente de Bosnia, escribi¨® en 1970 con unos cuantos amigos una Declaraci¨®n isl¨¢mica, que le vali¨® varios a?os de c¨¢rcel. Inclu¨ªa un programa que parec¨ªa tan irreal como insignificante: 'Esta declaraci¨®n est¨¢ dirigida a los Musulmanes (de Yugoslavia) que saben cu¨¢l es su pertenencia y que, en su coraz¨®n, sienten claramente de qu¨¦ bando est¨¢n... Demuestra la superioridad del islam sobre cualquier otro sistema o sobre cualquier conjunto de ideas'.
Para explicar este caso ¨²nico en Europa son necesarias unas cuantas observaciones hist¨®ricas. Bosnia, dividida durante largo tiempo entre Bizancio y Roma, l¨ªnea divisoria entre los cristianismos ortodoxo y cat¨®lico y lugar donde encontr¨® refugio la herej¨ªa de los bogomilos (parecida a la de los albigenses), fue ocupada por los otomanos en 1463. 'Cay¨® susurrando', relataban los cronistas. La islamizaci¨®n empez¨® m¨¢s tarde, por etapas, sobre todo en los siglos XVII y XVIII. Se detuvo con la ocupaci¨®n (1878) y la anexi¨®n (1908) austriaca. Estos acontecimientos, y en especial la fundaci¨®n de la primera Yugoslavia bajo el cetro de la dinast¨ªa de los Karagiorgievic, forz¨® a parte de la poblaci¨®n isl¨¢mica al ¨¦xodo hacia Turqu¨ªa. Sin embargo, una gran mayor¨ªa que conservaba el recuerdo de su origen eslavo del sur permaneci¨® en el pa¨ªs y encontr¨® su lugar en la vida de los partidos pol¨ªticos de la ¨¦poca, fluctuando h¨¢bilmente entre serbios y croatas. Sus protagonistas no expresaban su diferencia en t¨¦rminos de nacionalidad. 'No es posible', escrib¨ªa Osman Nuri-bey Firdus en 1925, 'ser al mismo tiempo musulm¨¢n y sentir la pertenencia a una naci¨®n: el islam es m¨¢s fuerte que la nacionalidad'. Esta actitud, m¨¢s religiosa que secular, no resolv¨ªa los verdaderos problemas de pertenencia o de identidad.
Cuando, tras la ruptura de la Yugoslavia de Tito con Stalin (1948), se abri¨® un espacio m¨¢s amplio para la libertad de expresi¨®n, m¨¢s de un escritor de origen musulm¨¢n, laico o creyente, no tard¨® en confesar su malestar en cuesti¨®n de identidad nacional. 'Por s¨ª sola, la pertenencia a Bosnia no adjudicaba al intelectual musulm¨¢n una nacionalidad', escrib¨ªa Midhat Begic, un eminente cr¨ªtico literario, bosnio, musulm¨¢n y yugoslavo al mismo tiempo. Que a?ad¨ªa: 'El intelectual musulm¨¢n sigui¨® siendo catalogado por su religi¨®n a ojos de los dem¨¢s y a los suyos propios. Por eso, la cuesti¨®n de su identidad sigue siendo la raz¨®n b¨¢sica de su malestar, un problema que ni su adhesi¨®n a otras pertenencias nacionales, ni siquiera su integraci¨®n al estilo de civilizaci¨®n y vida europeo, han podido nunca resolver'.
Un testimonio desgarrado sobre este tema nos lo aporta la novela El derviche y la muerte, una de las obras m¨¢s importantes de la literatura yugoslava publicada durante los a?os setenta y traducida a varias lenguas europeas. Su autor, Mehmed-Mecha Selimovic, descend¨ªa de una familia musulmana y reivindicaba al mismo tiempo su nacionalidad serbia: 'Hemos sido separados de los nuestros, pero aceptados por los dem¨¢s: como un brazo que unas lluvias torrenciales han separado del r¨ªo y que ya no tiene ni corriente ni desembocadura, demasiado peque?o para ser un lago, demasiado grande para que la tierra lo absorba. Con un sentimiento confuso de verg¨¹enza debido a nuestro origen y de falta debido a nuestra conversi¨®n, no queremos mirar hacia atr¨¢s y no sabemos mirar hacia adelante'.
Durante mi estancia en Sarajevo conoc¨ª bien a los dos autores citados. Durante el asedio a esta ciudad, junto a la entrada de la Biblioteca Nacional incendiada, record¨¦ mis reuniones con ellos, en las salas de este enorme edificio donde empec¨¦ a escribir los primeros cap¨ªtulos de mi Breviario mediterr¨¢neo y donde termin¨¦ ante los escombros las ¨²ltimas p¨¢ginas de Mundo ex. No ten¨ªa ni idea del 'malestar existencial' que evocaban; tampoco me daba cuenta de que pod¨ªan sentir un 'mal de identidad'. Todo mi inter¨¦s como ciudadano de origen mixto, enamorado de la ex Yugoslavia y severo con sus destructores, no me permiti¨® descubrir esos estados de ¨¢nimo y esos tormentos. ?Fue necesaria una guerra, implacable y sangrienta, para sentirlo y reconocerlo?
Los musulmanes de Bosnia-Herzegovina sufrieron cruelmente durante la ¨²ltima guerra de los Balcanes. Hoy todo el mundo sabe que Sarajevo fue asediado durante m¨¢s de 1.300 d¨ªas, que 7.000 ciudadanos de Srebenica fueron fusilados por los extremistas serbios de Mladic y Karadzic o que, cerca de Mostar, los extremistas croatas construyeron unos campos de concentraci¨®n y que esta ciudad, con su c¨¦lebre puente, fue medio arrasada (su parte musulmana). Este odio y esa ferocidad fueron, a pesar de todo, inesperados y nos sorprendieron incluso a los que cre¨ªamos saberlo todo sobre nuestro pa¨ªs. Es leg¨ªtimo preguntarse en qu¨¦ medida estas actitudes son una especie de fundamentalismo cristiano, ortodoxo en primer lugar, pero tambi¨¦n cat¨®lico, al que s¨®lo faltar¨ªa la fe.
Durante estas cruzadas, hubo aqu¨ª y all¨¢ voluntarios muyahidin llegados de los pa¨ªses ¨¢rabes. Su n¨²mero fue mucho menos importante que el que la propaganda, serbia o croata, se afanaba en afirmar. Apenas tuvieron influencia en las operaciones militares, y todav¨ªa menos en la toma de decisiones por parte de las autoridades musulmanas. Pero estuvieron all¨ª, participando en un combate b¨¢sicamente defensivo. Algunos de ellos puede que tuvieran alg¨²n v¨ªnculo con Bin Laden, por aquel entonces aliado de Estados Unidos contra los rusos. Pero no hay que confundir las cosas.
Las heridas de Bosnia-Herzegovina no dejan de sangrar. Son heridas que tardan en cicatrizar. Destruida y reducida a una miseria material inconfesable, a una supervivencia que depende ¨²nicamente de la ayuda procedente del exterior, es menos un Estado que una simple regi¨®n dividida en tres partes, desmembrada por tres religiones, cada una de ellas apoyada por un nacionalismo primario e intransigente. Se encuentra en un callej¨®n cuya salida no puede hallar por s¨ª sola. La ayuda que, a pesar de todo, le permite subsistir y avanzar a trompicones hacia un futuro incierto no siempre llega a aquellos que m¨¢s la necesitan. Los pa¨ªses mususlmanes han restaurado casi todas las mezquitas destruidas y han construido, en los lugares m¨¢s prestigiosos, otras muchas nuevas. Las condiciones que implica este tipo de apoyo chocan a veces con las tradiciones m¨¢s profundas del islam bosnio. ?ste no hab¨ªa conocido en el pasado ning¨²n tipo de wahabismo que aspira a introducirse no s¨®lo en las pr¨¢cticas religiosas. Un laicismo fragilizado por la agresi¨®n de los 'hermanos eslavos' pretende, con dificultades, oponerse a ello. En las ¨²ltimas elecciones, el Partido de Acci¨®n Democr¨¢tica (SDA, de Alia Izetbegovic) no ha logrado el apoyo de la mayor¨ªa musulmana.
Europa ha perdido probablemente en Bosnia una batalla decisiva contra el islamismo integrista en su conjunto: los musulmanes bosnios eran, en su mayor¨ªa, inofensivos, moderados y m¨¢s laicos que los dem¨¢s. En pleno coraz¨®n de nuestro continente, con el que comparten los valores fundamentales, merec¨ªan una protecci¨®n mejor. Errores como ¨¦stos se pagan muy caro.
Predrag Matvejevith, de origen croata y ruso, emigr¨® de Yugoslavia en 1991. Es profesor de Literatura Eslava en la Universidad de Roma. Su ¨²ltimo libro publicado en espa?ol es Breviario mediterr¨¢neo (Anagrama).
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