La quimera de tomar Kabul
La Alianza del Norte carece de medios militares y depende de los bombardeos de EE UU sobre posiciones talibanes para conquistar la capital de Afganist¨¢n, pieza clave del conflicto
Se trata de la posici¨®n m¨¢s pr¨®xima a Kabul, 35 kil¨®metros. Pero Bagram es, sobre todo, una met¨¢fora de la estupidez de esta guerra: la Alianza del Norte domina una base a¨¦rea in¨²til y los talibanes, los alrededores, donde han ubicado sus piezas de artiller¨ªa y carros de combate. Bagram parece un territorio espectral: viviendas destechadas, ventanas arrancadas de cuajo, paredes tiznadas y terrenos minados. A la torre de control se llega por una espiral de escaleras de hierro que conducen a una sala octogonal vac¨ªa y sin cristales. En 1996, los talibanes se llevaron los radares y los instrumentos de mando. No es posible aterrizar ni despegar en una pista gigantesca en la que ha crecido la hierba.
'Si EE UU decide ignorarnos, tendremos que combatir otra vez a una superpotencia'
'Estamos movilizados y listos para el ataque, s¨®lo falta la orden superior'
En ese escenario de Mad Max, el general Babajan, responsable del frente y miembro del Estado Mayor de la Alianza, cita a la prensa para afirmar que sus tropas se encuentran preparadas para la ofensiva sobre Kabul. 'Estamos movilizados y listos para ese ataque, s¨®lo falta la orden superior. Tenemos armas y municiones suficientes, y dinero para comprarlas'.
Babajan habla y habla en medio de esa torre de control absurda, entronado en un sof¨¢ de muelles desvencijados. Se?ala los frentes y enumera las fuerzas enemigas, que ¨¦l cuantifica en 10.000 (cuatro veces las suyas). Junto a un hangar de hierros oxidados y retorcidos yacen cuatro cazas Mig 21; alrededor de la pista, una solitaria pieza de artiller¨ªa antia¨¦rea y hombres vagueando con el kal¨¢shnikov al hombro.
En el valle del Panchir, donde se concentra el arsenal del que tanto habla el general, no hay m¨¢s de una veintena de carros de combate en buen estado y otras tantas lanzaderas de misiles Grad y Katiuska.
?sa es la realidad de la Alianza: carece de medios para avanzar en el frente y tomar Kabul; dependen tanto de los aviones norteamericanos que sin el bombardeo previo de las posiciones avanzadas de los talibanes la prometida ofensiva es pura ilusi¨®n.
Babayan insiste: 'Disponemos de medios para tomar la capital sin ayuda de Estados Unidos'. Entonces, ?a qu¨¦ esperan?. 'Razones militares y diplom¨¢ticas', responde. Despu¨¦s, asoman las primeras dudas: 'Creo que existe un acuerdo secreto entre George W. Bush y Pervez Musharraf para que la Alianza no entre en Kabul hasta que haya un acuerdo pol¨ªtico. Ser¨ªa una verg¨¹enza. Llevamos a?os luchando contra los terroristas. Somos los m¨¢s fuertes sobre el terreno, pero si encuentran a alguien mejor...'.
El ministro de Asuntos Exteriores de la Alianza o de lo que ellos llaman el Estado Isl¨¢mico de Afganist¨¢n, Abdula Abdula, de visita ayer en Jabalossaraj, no quiere criticar: 'Estados Unidos no bombardea las posiciones talibanes del frente porque tiene otros objetivos prioritarios; no existe deseo de impedir nuestro avance', dijo a este diario. 'Es razonable afirmar que estaremos en la capital en dos o tres semanas'. 'Lo importante de los ataques es que han anulado la capacidad de los talibanes para lanzar cualquier contraataque sobre nuestras l¨ªneas'.
Kabul, una ciudad en ruinas, destruida varias veces -por los sovi¨¦ticos, por las luchas entre las facciones muyahidin, por los talibanes y ahora por los estadounidenses- se ha convertido a la postre en la gran pieza, en la llave del futuro Gobierno.
Para la Alianza, entrar en ella significa garantizarse un papel relevante en el futuro; para Pakist¨¢n, un Gobierno dominado por Abdula Abdula (el hombre fuerte de la Alianza tras el asesinato del m¨ªtico Ahmed Masud) y por el general Mohamed Fahim, representar¨ªa un rev¨¦s, el final de su influencia en los asuntos internos de Afganist¨¢n.
Para Bush, en este momento, es m¨¢s importante el apoyo y la estabilidad de Pakist¨¢n que los intereses de la Alianza del Norte, un remedo de los grupos muyahid¨ªn, que, fraccionados y enfrentados en 1992, fracasaron en el poder.
En la fantasmal Bagram, el general Babayan, n¨²mero tres en el escalaf¨®n militar, tras Fahim, se empe?a en desde?ar la alta pol¨ªtica y su traducci¨®n sobre el terreno. 'Si Estados Unidos decide ignorarnos, no tendremos otra salida que combatir otra vez a una superpotencia', dice en referencia a la invasi¨®n sovi¨¦tica. No es algo f¨¢cil, pues el mapa internacional es muy distinto.
Desde que los talibanes los expulsaron de Kabul en 1996, los hombres de la Alianza se ha limitado a defender con ¨¦xito el 5% del territorio que controla, una zona ¨¢rida, des¨¦rtica y monta?osa sin valor estrat¨¦gico. El ¨²nico terreno de m¨¦rito es el valle del Panchir, el que dio celebridad a Masud y fue tumba de muchas incursiones sovi¨¦ticas. En ese Panchir, granero de Afganist¨¢n, nunca entraron los talibanes.
Pero no es lo mismo defender que atacar. Los grandes te¨®ricos, como Sun Tzu (El arte de la guerra) sostienen que para conquistar una posici¨®n es necesaria una ventaja de cuatro a uno. En Kabul esa ventaja es la contraria, favorece a los talibanes. Los bombardeos no han modificado esa ecuaci¨®n. Para el general Babayan eso se debe a un hecho: 'En el bando talib¨¢n pelean voluntarios ¨¢rabes, paquistan¨ªes y cachemiros. Esa fuerza extranjera representa un 30% de sus 45.000 hombres', afirma el general.
Los primeros desertores cuentan que el r¨¦gimen talib¨¢n ha iniciado el reclutamiento forzoso entre la poblaci¨®n para defender la capital. Para ellos, Kabul tambi¨¦n es la pieza clave, por eso la ¨²nica posibilidad real de la Alianza es conquistar antes Mazar-e-Sharif, la principal ciudad del Norte, y la otra llave para abrir las puertas de Kabul.
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