Diluviaron bocatas de tomahawk
Una prueba de que el estudio de las humanidades no debe desaparecer de nuestra ense?anza superior es que gobiernos y teles se quedar¨ªan en el futuro sin los ahora solicitados expertos en matices islamistas
La altura psic¨®pata
No importa lo que ocurra ni en qu¨¦ condiciones suceda: el sociobi¨®logo de guardia custodia en su cabecita las claves interpretativas de cualquier cosa, un tanto a la manera de aquel enloquecido Whilhem Reich que aseguraba haber conseguido encerrar en un cofrecillo la energ¨ªa sexual. El psic¨®logo a lo Adrian Raine, que estuvo hace poco en Valencia dictando ?una clase magistral!, apelar¨¢ a los genes, pero s¨®lo en una mitad de la explicaci¨®n de la falla, ya que el resto lo delega, generoso, en los ambientalistas. Y lo que explica es que Bin Laden en un psic¨®tico debido a que el tipo es m¨¢s bien alto. De ah¨ª que, como es notorio, la mayor¨ªa de jugadores de baloncesto sean agentes de la yihad isl¨¢mica o hayan, cuando menos, considerado la posibilidad de liquidar a sus entrenadores. A lo mejor, disimulan desviando la testosterona hacia el bal¨®n, que no por nada es esf¨¦rico.
El enemigo ideal
La verdad es que el tal Bin Laden lo tiene todo para desempe?ar el papel de enemigo principal de Occidente. Desde el aspecto inquietante que los tebeos de El Guerrero del Antifaz atribuyen a los moros hasta una fortuna amasada a saber de qu¨¦ manera, pasando por su propensi¨®n a jugar al escondite y la subordinaci¨®n psic¨®tica a cierta idea de la religi¨®n como norte y sur en esta vida. No es el tipo con el que se tomar¨ªa caf¨¦ a media tarde, es cierto, pero eso no basta para depositar en su funesta figura todas nuestras maldiciones. Seguro que es muy capaz de todo, s¨®lo o en compa?¨ªa de otros, pero tambi¨¦n que nada ser¨ªa sin los miles de fieles dispuestos a secundarle. Tal vez esos mismos sobre los que ha ca¨ªdo de pronto una lluvia de bocatas de mantequilla de cacahuete envueltos en misiles tomahawk, en una miserable argucia del presidente Bush y sus secuaces.
Lo simb¨®lico, lo siniestro
Cualquiera que tenga cr¨ªos y les preste cierta atenci¨®n lo sabe. La pulsi¨®n de repetici¨®n tiene que ver con el ansia de sosiego, de modo que una vez contado el cuento para la hora de acostarse hay que contarlo una y otra vez hasta que el ni?o cree haber reinstaurado el orden que lo calma en el instante en que se duerme. Es una reiteraci¨®n sin clausura y muy emparentada con la ardua cartograf¨ªa de lo simb¨®lico, vastas llanuras escarpadas donde se alimentan no s¨®lo los sue?os sino tambi¨¦n la resuelta plasmaci¨®n de la tragedia. Si lo que distinguir¨ªa el miedo del temor oscila entre la indefensi¨®n ante lo desconocido y la sospecha de que lo peor podr¨ªa repetirse, hora es de decir que estamos en las mejores condiciones para hablar de lo siniestro. Pero eso, si me lo permiten, creo yo que lo haremos otro d¨ªa.
Sablistas del intelecto
Hay un plagio todav¨ªa peor que la copia descarada, como bien saben Ana Rosa, Eduardo, Luis o Luc¨ªa (pero, mujer, a qui¨¦n se le ocurre fusilar a alguien tan inconfundible y decente como Antonio Colinas), y es la aplicada imitaci¨®n de atm¨®sferas ajenas. No se sabe qu¨¦ ser¨¢ m¨¢s prescindible en la historia de la pintura, si la obra de Dal¨ª o la legi¨®n de sus copistas, por lo mismo que se degrada a Stendhal al mencionarlo como inspirador de una pobre novela policiaca, se mancilla a Vangelis en tantas composiciones para flauta y danza contempor¨¢nea o se desde?a la l¨®gica cuando un narrador cae del guindo para comprobar que la gente no es lo que parece, decepci¨®n adolescente que se habr¨ªa ahorrado de mirarse con m¨¢s atenci¨®n ante el espejo. As¨ª las cosas, casi es preferible el sablista que va directo a la copia literal que el desventurado copi¨®n dispuesto a apropiarse por la cara del tono ajeno. Y a prop¨®sito, ?por qu¨¦ el clan de los Ciscar ser¨¢ tan aficionado a echar mano de escribidores que les redactan majader¨ªas?
F¨²tbol ser f¨²tbol
M¨¢s insidioso que el simple forofo de su equipo de f¨²tbol es el incondicional que suma a esa delgada pasi¨®n delegada la aflicci¨®n por teorizarla. Puesto en faena, echar¨¢ mano racionalizadora de toda clase de saberes sableados, ya se trate de microsociolog¨ªa, de psicoan¨¢lisis profano o de l¨ªrica griega arcaica. No niego que entre la utilidad de esas disciplinas y la marcha del campeonato de liga existan zonas porcentuales de coincidencia, pero la notable oscilaci¨®n clasificatoria de los equipos en juego, por no hablar de la que define el rendimiento de los jugadores, basta para arruinar cualquier pretensi¨®n explicativa de aficionado. Como es natural, al final ganan los buenos, como siempre. Pero para llegar a esa certidumbre de estad¨ªstico no hace falta sufrir tanto ni, mucho menos, apelar a la ret¨®rica a fin de que quede claro para todos que uno es forofo, s¨ª, pero forofo con posibles explicativos, y no como otros.
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