Indisciplina en las aulas
En una reciente encuesta realizada entre 2.250 docentes de secundaria, pr¨¢cticamente la mitad dec¨ªa conocer casos de compa?eros amedrentados por alumnos. Adem¨¢s, el 60% de los estudiantes aseguraba que ten¨ªan amigos que no se atrev¨ªan a decir que algunos alumnos les molestaban. Profesores y estudiantes conclu¨ªan que se deber¨ªan tomar medidas m¨¢s duras contra los estudiantes violentos. En realidad, donde en mayor medida se est¨¢n dando estos problemas de indisciplina y, en algunos casos, de violencia, es en el colectivo de estudiantes de 14 a 16 a?os (los dos ¨²ltimos cursos de la ESO). La necesaria ampliaci¨®n de la escolarizaci¨®n obligatoria de los 14 a los 16 a?os -que ha mantenido en el sistema educativo a chicos que no est¨¢n motivados para seguir en ¨¦l- y los cambios sociales, como la modificaci¨®n de las estructuras y los h¨¢bitos de las familias o la incorporaci¨®n de alumnos inmigrantes, que requieren mayor apoyo educativo, han provocado problemas que est¨¢n afectando al trabajo y al ¨¢nimo de los profesores, que se ven exentos del suficiente reconocimiento social.
Los profesores se han visto adem¨¢s envueltos en las ¨²ltimas d¨¦cadas en un proceso de reformas educativas, como la implantaci¨®n de la LOGSE y la demanda de la ense?anza de nuevas materias para las que no se les ha preparado, como las relacionados con las nuevas tecnolog¨ªas. La soluci¨®n que pretende adoptar el Gobierno en la futura Ley de Calidad es la de dividir a los alumnos de estas edades en itinerarios, a los que acceder¨ªan de acuerdo con su rendimiento escolar. Una parte de los profesores se manifest¨® a favor de esa divisi¨®n. Sin embargo, no se les ha preguntado por otras posibilidades. Porque la alternativa elegida por el Gobierno no es la ¨²nica opci¨®n, y algunos datos hacen dudar de que sea la m¨¢s id¨®nea. En Francia, la agrupaci¨®n de los alumnos de menos rendimiento ha provocado que se multiplicaran los casos de violencia. M¨¢s l¨®gico que una medida dr¨¢stica y general ser¨ªa dar a los centros la posibilidad de adoptar medidas flexibles de acuerdo con las caracter¨ªsticas de cada zona. Lo cual remite a la cuesti¨®n de la autonom¨ªa de los centros: aumentar su capacidad de autoorganizaci¨®n para impulsar su proyecto, a cambio de que ese impulso se supedite a evaluaciones peri¨®dicas.
Hacia estas medidas parece ir encaminada la b¨²squeda de soluciones, a las que se debe unir tambi¨¦n la consulta lo m¨¢s generalizada posible al profesorado sobre sus propuestas y el an¨¢lisis de los resultados de excelentes experiencias puntuales puestas en marcha en algunos centros y comunidades aut¨®nomas, como la divisi¨®n de los alumnos de una clase s¨®lo en determinadas materias. Desde el punto de vista pedag¨®gico, muchos expertos alertan sobre el peligro de se?alar con el dedo a una parte de los alumnos de un centro como los de menos rendimiento o, como se puede interpretar f¨¢cilmente, los m¨¢s tontos. Pero lo peor ser¨ªa que los centros concertados no ofrecieran esos tres itinerarios, y que todos los alumnos con bajo rendimiento escolar acabaran concentrados en la red p¨²blica.
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