Drenar el pantano
Han pasado 19 a?os desde que Pujol tuvo que afrontar la primera y ¨²nica moci¨®n de censura (la de Benet y el PSUC) de su largo reinado. Con este dato bastar¨ªa para entender lo que ha sido la pol¨ªtica en la autonom¨ªa catalana surgida del Estatuto de Sau: un pantano en el que todo el que se mueve queda enfangado en la sopa de una correcci¨®n pol¨ªtica que nadie ha contestado seriamente en todo este tiempo. Durante dos d¨¦cadas la oposici¨®n ha sido incapaz de presentar un proyecto realmente alternativo. La ¨²nica vez que ha amenazado al poder convergente (1999) fue sobre la base de un liderazgo personal -el de Maragall- m¨¢s que de un programa pol¨ªtico. Con la ayuda de san Pancracio y con el impagable regalo que le hizo el PSC al dejar la Generalitat en sus manos cuando no ten¨ªa mayor¨ªa suficiente, Jordi Pujol construy¨® el terreno de juego a imagen y semejanza propia. Nadie fue capaz de impedirlo, nadie fue capaz de obligar a ampliar el campo de juego: la vida pol¨ªtica catalana, como en un partido de rugby malo, consisti¨® en un mogoll¨®n de pol¨ªticos corriendo detr¨¢s de las patadas a seguir lanzadas por el presidente. El partido ha estado condicionado siempre por un tab¨²: nadie ha pedido la medici¨®n de los l¨ªmites del campo. Desde el PP al PSC, todos han acabado meti¨¦ndose dentro a empujones sin preocuparse lo m¨¢s m¨ªnimo por si una parte de la sociedad catalana se quedaba fuera. Ocasionalmente alguien levantaba la voz para quejarse de la estrechez de los l¨ªmites de lo pol¨ªticamente posible. Pronto quedaba a beneficio de inventario. En todas las familias pol¨ªticas siempre aparec¨ªa la voz de la ortodoxia para exigir que nadie se extraviara. Y hasta aqu¨ª hemos llegado. Si parece que las l¨ªneas del campo empiezan a borrarse, si la gente siente fatiga al andar por el pantano y busca cobijo en la abstenci¨®n, no es tanto por lo que haya hecho y denunciado la oposici¨®n como porque la pasta del pujolismo se ha ido haciendo tan espesa que incluso los suyos tienen dificultades para avanzar. Miran al mundo exterior y ven como otros, sin estos lastres, van m¨¢s deprisa.
En este contexto llega la segunda moci¨®n de censura de la historia del pujolismo. Como casi todos las mociones de censura que las oposiciones presentan ante mayor¨ªas de gobierno, est¨¢ perdida de antemano. No es esto un motivo para descalificarla. Las mociones de censura se hacen para demostrar que hay una alternativa preparada para sustituir a un gobierno que est¨¢ perdiendo el pulso. As¨ª lo hemos visto en la peque?a historia de la democracia espa?ola, en que las mociones de censura han sido preludio de cambio de gobiernos exhaustos. En este caso, para mayor complicaci¨®n, Maragall juega con una desventaja a?adida: no s¨®lo la perder¨¢, sino que al d¨ªa siguiente la noticia ser¨¢ que Esquerra no le habr¨¢ votado, es decir, que ni siquiera habr¨¢ podido mantener la unidad de la izquierda frente a la pareja CiU-PP, que, votaci¨®n tras votaci¨®n, se hab¨ªa mantenido con cierta regularidad durante lo que va de legislatura. Y si el PSC se queja de la abstenci¨®n republicana, se le podr¨¢ recordar que ¨¦l tambi¨¦n se abstuvo en la moci¨®n de hace 19 a?os.
Pero, en fin, a pesar de este obst¨¢culo, hay que partir del principio de que las mociones de censura no se hacen tanto para ganarlas en votos como para conquistar el futuro. Y es en este sentido como habr¨¢ que evaluar el papel de Maragall: dos d¨¦cadas despu¨¦s, ?ser¨¢ el PSC capaz de presentar una alternativa cre¨ªble y entendible a la mayor¨ªa CiU-PP? ?O seguir¨¢ Maragall pugnando por conquistar un espacio bajo el sol del pujolismo cuando las ¨²ltimas elecciones demostraron que esto sirve para desmovilizar al electorado adversario, pero no para movilizar plenamente al propio?
La moci¨®n de censura en este sentido ser¨¢ tambi¨¦n una cuesti¨®n de lenguaje: si Maragall consigue imponer la idea de que en Catalu?a no hay una sola forma de decir las cosas, si consigue mostrar signos suficientes de que todo podr¨ªa hacerse y decirse de otra manera, habr¨¢ empezado a conquistar el futuro. De lo contrario, corre el riesgo de formar parte definitivamente de este pasado en que la oposici¨®n ha acabado entramp¨¢ndose siempre y del que corremos el peligro de no salir, por falta de que alguien se decida a cambiar la inclinaci¨®n del plano que Pujol lleva 20 a?os aguantando para que el agua baje de un solo lado.
Las circunstancias en las que llega la moci¨®n de censura no son las mejores. Un momento de este tipo acostumbra a ser la culminaci¨®n de un proceso de erosi¨®n continuado del gobierno; pero el desgaste que CiU lleva es fruto de su propia inercia, de una coalici¨®n tan asentada que cada vez le cuesta m¨¢s moverse, con lo cual frena los impulsos del pa¨ªs, m¨¢s que efecto de un trabajo sistem¨¢tico desde la oposici¨®n. Para mayor complicaci¨®n, los acontecimientos del 11 de septiembre han hecho que la moci¨®n de censura -que finalmente se justifica por su impacto medi¨¢tico- haya quedado en un plano muy secundario, porque la ciudadan¨ªa tiene la cabeza en otra parte. Maragall, por cierto, tendr¨¢ la oportunidad de hacernos saber qu¨¦ piensa de lo que est¨¢ pasando en el mundo, porque en este terreno (el que m¨¢s preocupa a la gente hoy) est¨¢ tan silencioso como su colega Rodr¨ªguez Zapatero.
Hay que buscar, pese a todo, el lado positivo de las cosas: que por fin Pujol tenga que afrontar una moci¨®n de censura deber¨ªa ser motivo para confiar en que la oposici¨®n se decida a romper las amarras que la han mantenido atada al campo de juego del pujolismo. Hace un par de semanas Pujol, Maragall y Carod (que se sac¨®, adem¨¢s, un h¨¢bil dribling que descoloc¨® a los otros dos) ofrecieron un debate que promet¨ªa cierta rehabilitaci¨®n de la vida parlamentaria. La mejor noticia ser¨ªa que la moci¨®n de censura abundara en esta misma direcci¨®n y marcara una continuidad que permitiera que tambi¨¦n Catalu?a recuperara el gusto por la mejor pol¨ªtica, aquella en que las ideas y el pragmatismo no est¨¢n re?idas y en que el gobernante se ve obligado a luchar contra una de las enfermedades cr¨®nicas del que alcanza el poder: la falta de apetito parlamentario. Si adem¨¢s, por primera vez, la izquierda fuera capaz de presentar una alternativa clara para empezar a drenar el fango del pantano, ser¨ªa fabuloso.
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