Otro atolladero del Gobierno
El proceso de reforma de la negociaci¨®n colectiva, instado e iniciado unilateralmente por el Gobierno a comienzos del mes de junio, se encuentra en un grave atolladero.
El Gobierno se ha equivocado, de nuevo, planteando, de forma interesada y err¨®nea, una reforma del cuadro normativo que rige la negociaci¨®n colectiva, caiga quien caiga o, dicho de otro modo, pese a todo y a todos. Me explico. La negociaci¨®n colectiva, instrumento y, a la vez, expresi¨®n m¨¢xima del acuerdo entre partes (empresarios y trabajadores) de las condiciones que presiden las relaciones laborales en este pa¨ªs, por la que se rigen millones de trabajadores y trabajadoras y que afecta a cientos de miles de empresas, no puede ser reformada de forma impuesta y sin el consenso, por tanto, de aquellas dos partes.
El empecinamiento del Gobierno por dise?ar y activar un mercado de trabajo, y sus condiciones, a su imagen y semejanza, no puede ser m¨¢s que el vaticinio de un estrepitoso fracaso.
La torpeza del Ejecutivo, no obstante, va m¨¢s all¨¢. No conform¨¢ndose con tomar decisiones calamitosas, quiere ponerlas en marcha mediante un proceso formalmente reprobable; es decir, emplazando a las partes a pronunciarse sucesivamente acerca de borradores elaborados por ¨¦l mismo y de contenidos tan infumables como alarmantes.
A fecha de escribir este opini¨®n, ¨¦ste es el panorama en absoluto halag¨¹e?o que tenemos. Llueve sobre mojado y seguramente estamos en la antesala de otro sonoro rev¨¦s al di¨¢logo social; si bien, esta vez apuntando a la l¨ªnea de flotaci¨®n de la concreci¨®n del consenso social vigente m¨¢s antiguo de nuestro pa¨ªs y, dicho sea de paso, tambi¨¦n de la concreci¨®n de un amplio consenso pol¨ªtico.
La UGT, que ha venido denunciando y advirtiendo desde junio acerca de este c¨²mulo de desprop¨®sitos, considera que un varapalo del Gobierno a la piedra angular de las relaciones laborales, como es la negociaci¨®n colectiva, no significa sino la descomunal irresponsabilidad y miop¨ªa de nuestros gobernantes a los que puestos a hacer las cosas mal no les gana nadie.
Quebrar el consenso social al que antes me refer¨ªa y, con toda probabilidad, el parlamentario, se me antoja un modo de hacer pol¨ªtica mir¨¢ndose en el espejo de las nefastas consecuencias que para este pa¨ªs tuvieron los vaivenes y alternancias de hace ahora m¨¢s de un siglo, cuando las leyes y las disposiciones legislativas duraban lo que los gobiernos. En definitiva, sin mirar m¨¢s all¨¢, entrando en un juego puramente partidista y electoral que de nada sirve a una sociedad en general y a unos trabajadores en particular con una madurez m¨¢s que probada.
El borrador de anteproyecto de ley de reforma presentado por el Gobierno contiene un alteraci¨®n de profundo calado en el modelo de negociaci¨®n colectiva que est¨¢ vigente en Espa?a desde principio de los ochenta.
El del Gobierno es un modelo desvertebrador y desequilibrado que, entre otras muchas cosas, deja sin contenidos esenciales a la negociaci¨®n colectiva sectorial porque resta a ¨¦sta capacidad contractual y porque la traslada con car¨¢cter prevalente y por imperativo legal a las empresas, teniendo s¨®lo en este ¨²ltimo caso una eficacia real y vinculante. Si atendemos a la realidad del tejido empresarial de nuestro pa¨ªs -en donde m¨¢s de un 90% de las unidades no superan los diez trabajadores- una negociaci¨®n colectiva de este tipo no ser¨ªa m¨¢s que una aut¨¦ntica farsa; farsa que, adem¨¢s, significa, con la actualizaci¨®n de la cl¨¢usula de descuelgue incorporada tambi¨¦n por el Gobierno en su texto, negar una verdadera negociaci¨®n colectiva, individualizando las relaciones laborales y poniendo a ¨¦stas en un estado superior frente a las colectivas. Es decir, lo contrario a lo habido hasta ahora y a lo que la UGT se opone, como es obvio.
El resultado de lo que propone el Gobierno ser¨¢, por un lado, indefectiblemente menos negociaci¨®n colectiva y peor; por otro, a buen seguro, el renacimiento de una conflictividad laboral que en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa venido reduci¨¦ndose y que hab¨ªa pasado a tener un car¨¢cter excepcional.
La Uni¨®n General de Trabajadores quiere hacer un llamamiento a la responsabilidad del Gobierno para que no prosiga por el sendero de la imposici¨®n y lo cambie por el de la b¨²squeda del consenso. Ello, sin duda, lleva impl¨ªcito una negociaci¨®n del proceso sobre nuevas bases, con un nuevo m¨¦todo y siendo escrupulosamente respetuoso con el resultado de las negociaciones de los interlocutores, con lo que tenga que surgir del consenso social.
Por ¨²ltimo, de persistir el Gobierno en su equivocada intenci¨®n de proceder a reformar unilateralmente la negociaci¨®n colectiva, la UGT seguir¨¢ defendiendo en la mesa de di¨¢logo sus criterios con firmeza y seguir¨¢ buscando soluciones en pos de la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras y de unas relaciones laborales equilibradas. En definitiva, buscando soluciones que sirvan, de verdad, al conjunto de la sociedad.El proceso de reforma de la negociaci¨®n colectiva, instado e iniciado unilateralmente por el Gobierno a comienzos del mes de junio, se encuentra en un grave atolladero.
El Gobierno se ha equivocado, de nuevo, planteando, de forma interesada y err¨®nea, una reforma del cuadro normativo que rige la negociaci¨®n colectiva, caiga quien caiga o, dicho de otro modo, pese a todo y a todos. Me explico. La negociaci¨®n colectiva, instrumento y, a la vez, expresi¨®n m¨¢xima del acuerdo entre partes (empresarios y trabajadores) de las condiciones que presiden las relaciones laborales en este pa¨ªs, por la que se rigen millones de trabajadores y trabajadoras y que afecta a cientos de miles de empresas, no puede ser reformada de forma impuesta y sin el consenso, por tanto, de aquellas dos partes.
El empecinamiento del Gobierno por dise?ar y activar un mercado de trabajo, y sus condiciones, a su imagen y semejanza, no puede ser m¨¢s que el vaticinio de un estrepitoso fracaso.
La torpeza del Ejecutivo, no obstante, va m¨¢s all¨¢. No conform¨¢ndose con tomar decisiones calamitosas, quiere ponerlas en marcha mediante un proceso formalmente reprobable; es decir, emplazando a las partes a pronunciarse sucesivamente acerca de borradores elaborados por ¨¦l mismo y de contenidos tan infumables como alarmantes.
A fecha de escribir este opini¨®n, ¨¦ste es el panorama en absoluto halag¨¹e?o que tenemos. Llueve sobre mojado y seguramente estamos en la antesala de otro sonoro rev¨¦s al di¨¢logo social; si bien, esta vez apuntando a la l¨ªnea de flotaci¨®n de la concreci¨®n del consenso social vigente m¨¢s antiguo de nuestro pa¨ªs y, dicho sea de paso, tambi¨¦n de la concreci¨®n de un amplio consenso pol¨ªtico.
La UGT, que ha venido denunciando y advirtiendo desde junio acerca de este c¨²mulo de desprop¨®sitos, considera que un varapalo del Gobierno a la piedra angular de las relaciones laborales, como es la negociaci¨®n colectiva, no significa sino la descomunal irresponsabilidad y miop¨ªa de nuestros gobernantes a los que puestos a hacer las cosas mal no les gana nadie.
Quebrar el consenso social al que antes me refer¨ªa y, con toda probabilidad, el parlamentario, se me antoja un modo de hacer pol¨ªtica mir¨¢ndose en el espejo de las nefastas consecuencias que para este pa¨ªs tuvieron los vaivenes y alternancias de hace ahora m¨¢s de un siglo, cuando las leyes y las disposiciones legislativas duraban lo que los gobiernos. En definitiva, sin mirar m¨¢s all¨¢, entrando en un juego puramente partidista y electoral que de nada sirve a una sociedad en general y a unos trabajadores en particular con una madurez m¨¢s que probada.
El borrador de anteproyecto de ley de reforma presentado por el Gobierno contiene un alteraci¨®n de profundo calado en el modelo de negociaci¨®n colectiva que est¨¢ vigente en Espa?a desde principio de los ochenta.
El del Gobierno es un modelo desvertebrador y desequilibrado que, entre otras muchas cosas, deja sin contenidos esenciales a la negociaci¨®n colectiva sectorial porque resta a ¨¦sta capacidad contractual y porque la traslada con car¨¢cter prevalente y por imperativo legal a las empresas, teniendo s¨®lo en este ¨²ltimo caso una eficacia real y vinculante. Si atendemos a la realidad del tejido empresarial de nuestro pa¨ªs -en donde m¨¢s de un 90% de las unidades no superan los diez trabajadores- una negociaci¨®n colectiva de este tipo no ser¨ªa m¨¢s que una aut¨¦ntica farsa; farsa que, adem¨¢s, significa, con la actualizaci¨®n de la cl¨¢usula de descuelgue incorporada tambi¨¦n por el Gobierno en su texto, negar una verdadera negociaci¨®n colectiva, individualizando las relaciones laborales y poniendo a ¨¦stas en un estado superior frente a las colectivas. Es decir, lo contrario a lo habido hasta ahora y a lo que la UGT se opone, como es obvio.
El resultado de lo que propone el Gobierno ser¨¢, por un lado, indefectiblemente menos negociaci¨®n colectiva y peor; por otro, a buen seguro, el renacimiento de una conflictividad laboral que en los ¨²ltimos a?os hab¨ªa venido reduci¨¦ndose y que hab¨ªa pasado a tener un car¨¢cter excepcional.
La Uni¨®n General de Trabajadores quiere hacer un llamamiento a la responsabilidad del Gobierno para que no prosiga por el sendero de la imposici¨®n y lo cambie por el de la b¨²squeda del consenso. Ello, sin duda, lleva impl¨ªcito una negociaci¨®n del proceso sobre nuevas bases, con un nuevo m¨¦todo y siendo escrupulosamente respetuoso con el resultado de las negociaciones de los interlocutores, con lo que tenga que surgir del consenso social.
Por ¨²ltimo, de persistir el Gobierno en su equivocada intenci¨®n de proceder a reformar unilateralmente la negociaci¨®n colectiva, la UGT seguir¨¢ defendiendo en la mesa de di¨¢logo sus criterios con firmeza y seguir¨¢ buscando soluciones en pos de la defensa de los derechos de los trabajadores y trabajadoras y de unas relaciones laborales equilibradas. En definitiva, buscando soluciones que sirvan, de verdad, al conjunto de la sociedad.
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