Una versi¨®n costumbrista
Hay mucho del Arniches esc¨¦nico en esta versi¨®n de la obra mayor de Berlanga y Azcona, de Arniches y de los que le siguieron en los sesenta creyendo que romp¨ªan con el sainete en favor del costumbrismo. Sin embargo, la memoria todav¨ªa viva de El verdugo, filmada en 1963, la recuerda como un producto de una modernidad absoluta, donde la t¨¦cnica del contrapunto (se habla de amor en la Casa de Campo madrile?a mientras el pretendiente pisa una mierda, etc.) alcanzaba una exactitud preciosa y donde la cadena de sucesos que llevan al enterrador a convertirse en verdugo estaba trazada con tiral¨ªneas en su matem¨¢tica progresi¨®n dram¨¢tica. El teatro es otra cosa, pues que se lo juega casi todo en el terreno corto de interiores, y as¨ª se pierde en esta versi¨®n algo tan consustancial a la pel¨ªcula que adapta como el Madrid callejero de los primeros a?os 60, sin lo que ni siquiera el filme habr¨ªa sido inteligible en el peso de lo ambiental.
El verdugo
Gui¨®n original de Luis Garc¨ªa Berlanga y Rafael Azcona, adaptada para la escena por Bernardo S¨¢nchez. Int¨¦rpretes, Juan Echanove, Luisa Mart¨ªn, Alfred Luchetti... Iluminaci¨®n, Juan G. Cornejo. Vestuario, Mar¨ªa L. Engel. Escenograf¨ªa, Gabriel Carrascal. M¨²sica, Yann Diez Doizy. Direcci¨®n, Luis Olmos. Teatro Principal. Valencia.
En cualquier caso, aqu¨ª se habla desde el escenario y no desde la pantalla, de manera que hay que quedarse con una versi¨®n que funciona a modo de escenas cortas, estableciendo multitud de elipsis en el material narrativo que le sirve de bastante m¨¢s que de mero soporte, tratando de ser fieles a una oscura atm¨®sfera en blanco y negro, que respeta un cierto car¨¢cter grotesco a caballo entre lo siniestro y las desventuras de lo dom¨¦stico que, con todo, no acaba de funcionar del todo en el arranque del siglo. No ya porque en Espa?a se haya abolido la pena de muerte, sino porque los personajes de ficci¨®n que pueblan esta brillante historia ser¨ªan hoy pr¨¢cticamente inencontrable incluso en la periferia de una pa¨ªs donde la televisi¨®n llega a todo el mundo. Aqu¨ª, la contradicci¨®n es insalvable, ya que el montaje es demasiado como documento de un pasado tal vez algo remoto a estas alturas y demasiado poco como reflexi¨®n de actualidad en la que el espectador pueda reconocerse.
La direcci¨®n de Luis Olmos es correcta, siguiendo en cierta medida la trazada de ese teatro cinematogr¨¢fico tan en boga entre los directores de escena, aunque en ocasiones tiene problemas con la disposici¨®n espacial de los personajes. Juan Echanove se muestra lo bastante indefenso en su papel como para resultar cre¨ªble, aunque no siempre se entienda lo que dice, y parece haberse contagiado de Nuria Espert en la cadencia adolescente de su dicci¨®n, mientras que Alfred Luchetti, un gran actor de comedia cl¨¢sica, huye del estereotipo Pepe Isbert en una composici¨®n del verdugo anciano que no eclipsa para nada el trabajo de su antecesor. Con menos cargas esc¨¦nicas en su haber, Luisa Mart¨ªn compone con mucho tino una sensata hija del verdugo sin m¨¢s horizonte que el matrimonio forzado. Por lo dem¨¢s, El verdugo pel¨ªcula era perfecta. Y tal vez resulta aconsejable no tocar algo de tanta calidad.
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