M¨¢s cerca del caos
Tres semanas de guerra han bastado para reducir considerablemente la solidaridad de los pa¨ªses del Sur con la alianza militar occidental y para confirmar el antiamericanismo de las masas populares musulmanas. El prop¨®sito de acabar con el terrorismo en el mundo y de sustituir el r¨¦gimen de los talibanes por un proceso democratizador ha transformado, por causa de dos guerras -la de Afganist¨¢n y la de Sharon-, la hostilidad contra la hegemon¨ªa norteamericana en una lucha sin cuartel 'contra la internacional sionista-cristiana', en palabras del l¨ªder indonesio Jafar Umar Talib. M¨¢s a¨²n respondiendo al mesianismo de Huntington y compa?¨ªa. Hoy, en solidaridad con el mundo isl¨¢mico, comienzan a multiplicarse en los pa¨ªses en desarrollo los heraldos de la cruzada del Sur contra el Norte. Su palad¨ªn es Osama Bin Laden, que para los islamistas, pero tambi¨¦n para los excluidos de Oriente Pr¨®ximo, ?frica y Asia, es el Che Guevara del siglo XXI. Esa aberrante mitificaci¨®n, a la que la dominaci¨®n medi¨¢tica de Al Yazira ha contribuido de manera decisiva, est¨¢ siendo causa capital de la radicalizaci¨®n del espacio isl¨¢mico.
Empezando por Indonesia, que, con sus 180 millones de habitantes, es el mayor conjunto musulm¨¢n del mundo; con sus terribles y frecuentes matanzas de cristianos, especialmente en las C¨¦lebes y en las Molucas, a mano de las milicias islamofascistas del Laskar Yijad; con una pobreza que no logra atenuar la presidenta Sukarnoputri y que es el mejor caldo de cultivo para el integrismo, al que no puede hacer frente la democracia, tan malparada por la corrupci¨®n pol¨ªtica y los esc¨¢ndalos del destituido presidente Wahid, lo que explica que m¨¢s de la mitad del pa¨ªs se declare antioccidental. Para no hablar de las continuas y violentas revueltas de Kano, la primera ciudad de Nigeria, y sobre todo de la guerra permanente que vive el pa¨ªs entre la parte norte, islamizada desde el siglo XIX y cuyos 11 Estados han adoptado la ley cor¨¢nica, y el sur, de poblaci¨®n cristiana y animista; 120 millones de personas sometidas a las atrocidades de las contiendas b¨¦licas y a las que los Musulmanes Revolucionarios, al socaire de la guerra en Afganist¨¢n, intentan imponer un r¨¦gimen de estilo talib¨¢n. Para seguir con las agitadas manifestaciones antiamericanas en Nairobi y Mombasa; con las demostraciones de solidaridad con Bin Laden en todas las petromonarqu¨ªas; con la contestaci¨®n islamista en Marruecos orquestada por Abdeslam Yassim y por la fatwa de los 16 ulemas de dicho pa¨ªs oponi¨¦ndose a toda colaboraci¨®n contra los musulmanes.
La verdad es que esta vez tambi¨¦n los errores en los bombardeos -el mercado de Mazar-i-Sharif, la mezquita de Kabul, los dep¨®sitos de la Cruz Roja y del Programa Mundial de Alimentos en Kandahar, el centro de ayuda a los refugiados, el pueblo de Kedam, las oficinas de las Naciones Unidas, etc¨¦tera-, inteligentemente utilizados por Al Yazira, que, arrinconada la CNN, se alza como el ¨²nico referente ic¨®nico, han provocado la ileg¨ªtima indignaci¨®n frente a los horrores de la guerra. Pero, con todo, lo que m¨¢s fragiliza la posici¨®n occidental es que sabemos que esto no es una guerra, sino una operaci¨®n de castigo y desalojo; que no puede predicarse la democracia y el Estado de derecho y organizar p¨²blicamente la muerte del enemigo; que no puede demonizarse a los talibanes e intentar recuperar a parte de ellos; que si con operaciones militares no se puede acabar con el terrorismo es necesario utilizar los otros medios, y en particular la deslegitimaci¨®n ideol¨®gica y el desmantelamiento de su estructura financiera.
Respecto de la primera, y para citar s¨®lo cuatro acciones: cu¨¢ndo va Bush a suscribir el convenio de Kioto, a aceptar el Tribunal Penal Internacional, a retirar su oposici¨®n a la reglamentaci¨®n del uso y comercio de armas ligeras y a renunciar al sistema antimisiles. Respecto de la segunda: cu¨¢ndo va Bush a aceptar el desmantelamiento de los para¨ªsos fiscales, y en especial cu¨¢ndo va Tony Blair a dedicar una parte de sus fervores b¨¦licos a poner orden en la City acabando con el blanqueo de dinero y con la trama financiera terrorista, que ha denunciado la comisi¨®n parlamentaria francesa que se ha ocupado de ambos temas. Aunque s¨®lo sea para retrasar el caos.
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