Compromiso
Ni ascenso a primera divisi¨®n de nuestro equipo local, ni apertura de consulado marroqu¨ª en nuestro barrio del alma. Lo que m¨¢s nos une a las clases medias, lo que todav¨ªa nos impele a gritar por las calles esl¨®ganes comprometidos es la cruzada contra las putas.
Si usted vive en un barrio invertebrado, en un distrito muerto, sin identidad ni colores, yo le recomiendo que se ponga en contacto con la mafia almeriense de la prostituci¨®n, o con la que tenga m¨¢s cercana, para que le coloquen en la esquina un buen bar de alterne o para que repartan por los cruces de su barrio unas cuantas putas, que a ser posible sean negras y tengan su algo de drogadictas. Ya ver¨¢ qu¨¦ cambio. ?Se acuerda usted de Clark Kent, el modosito periodista de traje y corbata bajo el que se oculta el fant¨¢stico Superman? Pues lo mismo. Su vecino, que hasta ese momento parec¨ªa un ser lobotomizado por una excesiva exposici¨®n a los programas de Canal Sur, se convertir¨¢ de la noche a la ma?ana en un carism¨¢tico l¨ªder vecinal; su halitosis dar¨¢ paso a un magnetismo desconocido, y la repugnante caspa que blanqueaba las hombreras de su traje de rebajas irradiar¨¢ de pronto un fulgor sobrenatural. Con s¨®lo cuatro o cinco putas en las calles de su barrio, usted ver¨¢ renacer (primero en su propia casa y luego en las diferentes comunidades de vecinos) aquellas virtudes sociales que ya cre¨ªa extinguidas. Aquella uni¨®n desinteresada entre hombres y mujeres, aquella solidaridad, aquel compromiso social, aquella conciencia de clase, aquellas asambleas, aquellas manifestaciones, consignas y reivindicaciones que fueron moneda corriente en otros tiempos resucitar¨¢n en cuesti¨®n de d¨ªas con nuevo vigor. Varios episodios en nuestra comunidad y fuera de ella avalan los resultados.
Gracias a las putas, el barrio almeriense del Zapillo encontr¨® hace unos a?os su identidad. Despu¨¦s de haber convivido con ellas durante alg¨²n tiempo (m¨¢s por dejadez que por cari?o), un d¨ªa los vecinos decidieron agruparse todos en la lucha final y salir a la calle para espantarlas. Acci¨®n directa. Putas no, se lee todav¨ªa en alguna pintada que nadie se ha molestado en borrar, restos de aquella heroica cruzada. El Zapillo es hoy el barrio noble que siempre fue, y sus vecinos saben que la fuerza de la uni¨®n no conoce barreras. Ellas, est¨ªmulos sin saberlo de esta nueva versi¨®n del compromiso social, se marcharon entonces al Parque Nicol¨¢s Salmer¨®n y al barrio de Pescader¨ªa, que como ya sabemos es un modelo de rebeli¨®n y resistencia. En Madrid las putas fueron expulsadas de la calle de la Ballesta, donde hab¨ªan trabajado toda la vida, y retiradas a la Casa de Campo, que ahora el alcalde quiere cerrar al p¨²blico por la noche. Y finalmente M¨¢laga, que yo cre¨ªa devastada ideol¨®gicamente despu¨¦s de Celia Villalobos. Me emociona ver a los vecinos de la Alameda de Col¨®n unidos frente a las instituciones, en lucha contra el Ayuntamiento y contra la Subdelegaci¨®n del Gobierno, para conseguir que las meretrices, como las llama finamente este peri¨®dico, sean trasladadas a una explanada a tres kil¨®metros de distancia. Contribuyo desde aqu¨ª a su lucha, y les sugiero el siguiente eslogan, que igual les suena: Putas no, bases fuera.
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