El muro del Estrecho
Una edici¨®n de los romances moriscos pone de relieve algunas semejanzas del siglo XVI con la ¨¦poca actual
Una edici¨®n de los romances moriscos que salpicaron Espa?a a finales del siglo XVI pone de relieve que las cosas han cambiado poco en los ¨²ltimos siglos. Los romances idealizadores del Reino de Granada fueron contestados con poemas sat¨ªricos. Todo concluy¨® con el fracaso de la convivencia y la expulsi¨®n de los moriscos en 1609.
A finales del siglo XVI comenzaron a aparecer romances que exaltaban la bravura y grandeza de los musulmanes espa?oles. El fen¨®meno se produjo en una sociedad en la que los moriscos ocupaban el puesto m¨¢s bajo. Se cantaban, pues, las grandezas de los h¨¦roes moros de la corte granadina, mientras que sus descendientes sufr¨ªan el rechazo de la mayor¨ªa cristiana. Una edici¨®n de estos romances -Moriscos. De los romances del gozo al exilio- acaba de ser publicada en Alcal¨¢ de Guada¨ªra (Sevilla) por la Editorial Guadalmena. Manuel Ruiz Lagos, profesor de Literatura Espa?ola en la Universidad de Sevilla, se ha encargado de la edici¨®n cr¨ªtica y el estudio que prologa el libro.
Ruiz Lagos no tiene claro 'qu¨¦ hay detr¨¢s' del romancero morisco. 'Quiz¨¢s una operaci¨®n medi¨¢tica aparentemente an¨®nima de personas que jugaban a favor de la integraci¨®n de los moriscos', insin¨²a. Entre las ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XVI y 1609, a?o de la expulsi¨®n de los moriscos, se desarroll¨® 'esta moda'. 'En esa operaci¨®n medi¨¢tica est¨¢ Lope de Vega. Lope apost¨® por esa integraci¨®n. Incluso hay quien le atac¨® acus¨¢ndole de promorisco. En los romances se recoge una historia ex¨®tica que no tiene que ver con los moriscos de esa ¨¦poca. Quiz¨¢s se pretend¨ªa una integraci¨®n en la sociedad espa?ola demostrando que los moriscos ten¨ªan un pedigr¨ª, unas genealog¨ªas tan importantes como las de los cristianos', relata Ruiz Lagos.
La reacci¨®n de los sectores fundamentalistas cat¨®licos no se hizo esperar. 'Cuando el romancero morisco estaba en su m¨¢ximo esplendor, la gente m¨¢s se?alada del fundamentalismo cat¨®lico contest¨® satirizando todo esto con unos poemas de burla (que figuran en la segunda parte de Moriscos. De los romances del gozo al exilio)', indica Ruiz Lagos.
El profesor se?ala que estos romances sat¨ªricos y burlescos reflejaban la posici¨®n social de los moriscos a finales del siglo XVI. 'Desempe?aban los oficios m¨¢s bajos. No eran propietarios de tierra, sino que trabajaban asalariados en ella. Tambi¨¦n se dedicaban al peque?o comercio. Eran bu?oleros, peque?os sastres, temporeros... Vend¨ªan en tiendas de mercer¨ªa', comenta.
El profesor lamenta que la visi¨®n negativa de los musulmanes continu¨® viva en el siglo XIX. 'Este tema se recicla. En el siglo XIX comienzan las guerras de ?frica. Vuelve con ellas el enemigo habitual de las esencias espa?olas. A los ¨¢rabes se les atribuye la lujuria, la doblez... Se les acusa de trapaceros, enga?osos, falsos, brutales... Es una imagen que no creo que haya cambiado mucho hoy en d¨ªa', dice Ruiz Lagos. 'La sociedad espa?ola vive de espaldas a la realidad del Magreb. No existe un intercambio ni solidaridad con esos pueblos. El Estrecho es un aut¨¦ntico muro de Berl¨ªn. No entendemos que en alg¨²n momento habr¨¢ que entenderse con el vecino de al lado', agrega.
Ruiz Lagos no ve salida a la guerra en Afganist¨¢n a menos que haya un cambio de actitud en Occidente. 'Hasta que no se sea m¨¢s solidario y se compartan los proyectos de riqueza y se d¨¦ soluci¨®n al problema de Palestina, no habr¨¢ paz. Si no se hace esto, va a ser una herida cerrada en falso', dice.
'La religi¨®n en s¨ª no es la responsable del conflicto. La religi¨®n isl¨¢mica es una religi¨®n de apertura y paz. El problema es cuando se hace una interpretaci¨®n integrista que viene de la pobreza y la dependencia. Si la pobreza y la dependencia estuvieran resueltas, no existir¨ªan esos problemas de religi¨®n', afirma. 'Hay que tender puentes para que haya un entendimiento. Si no hay una pol¨ªtica de pacificaci¨®n, de resolver los problemas, de consensuar, el final est¨¢ cantado. Y puede ser terrible. Creo en la bondad de los pueblos, en que el buen sentido se debe y se puede imponer. Pero para eso hay que conocerse', concluye el profesor.
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