El caos del amor
Esta es simult¨¢nemante la ¨¦poca de la decadencia y de la idolatr¨ªa del matrimonio. El tiempo de la disoluci¨®n de la familia y de su supervaloraci¨®n. El momento del individualismo absoluto y de la m¨¢xima cotizaci¨®n del amor. En las indagaciones sociales las personas consultadas responden, a partes iguales y contradiciendo sus criterios, que abominan del matrimonio y que repiten sus casamientos, que buscan la autonom¨ªa y que anhelan una pareja estable, que rechazan el peso familiar y le otorgan la estimaci¨®n m¨¢s elevada.
En medio de este enredo, el soci¨®logo Ulrich Beck ( La sociedad del riesgo, Un nuevo mundo feliz, La democracia y sus enemigos) ha escrito un libro en cooperaci¨®n con su esposa Elisabeth, titulado El normal caos del amor (Paid¨®s) para tratar de dilucidar algunas cosas. Ulrich Beck y su se?ora no son lo que se dice unos escritores amenos y la obra no pertenece a la especie de lecturas que se cogen y ya no se pueden dejar en varias horas. M¨¢s bien la formaci¨®n acad¨¦mica de Beck, catedr¨¢tico en Munich, ha convertido un tema blando en un tratado demasiado crudo para el paladar. Pero las ideas son inteligentes y una vez recocinadas ofrecen un estupendo sabor.
La base del libro de Beck ya no tiene nada que ver con aquel famoso desorden amoroso del que hablaron Alain Finkielkraut y Pascal Bruckner hace veinte a?os. Aquello era la org¨ªa del desentendimiento intersexual mientras ahora lo que se plantea es el conflicto entre la aspiraci¨®n de libertad, el ansia de emancipaci¨®n y el deseo de resguardo familiar, coronando ese v¨¦rtice la bandera del amor. Acaso nunca como ahora, sumidos en una sociedad hiperindividualista, el amor se ha querido m¨¢s. Acaso nunca como en la actualidad, rodeados de afanes materiales y de racionalidad, el amor rom¨¢ntico se presta tanto a la sacralizaci¨®n. Hasta hace poco los matrimonios por inter¨¦s se correspond¨ªan con las desiguales situaciones econ¨®micas del hombre y la mujer, pero ahora las parejas tienden a igualar su estatus y se acoplan por amor. Una pasi¨®n que excepcionalmente no sigue con rigor las leyes del mercado.
?No hay pues sino cari?o en esta relaci¨®n? El matrimonio de los Beck, que da se?ales de entusiasmo por algunos aspectos de la ¨¦poca, expone algunas contradicciones flagrantes. Toda pareja se quiere singular, confidencial, aut¨®noma. En la pareja se deposita el yo m¨¢s ¨ªntimo, se conf¨ªa la historia personal y se construyen pilares importantes de la propia biograf¨ªa pero, a la vez, una anticipada desconfianza en la durabilidad de la relaci¨®n induce ahora, con frecuencia ins¨®lita, a establecer separaci¨®n de bienes, a rubricar cl¨¢usulas para el momento del divorcio (incluida la lista provisional de invitados que acudir¨¢n a la celebraci¨®n), a fijar cautelas referidas al reparto de tareas dentro o fuera del hogar. En Estados Unidos y en Alemania se llega hasta a sellar documentos en los que se dipone que el lugar de las vacaciones ser¨¢ elegido alternativamente por una y otra parte, que los dos intervendr¨¢n con el mismo derecho y autoridad en la imposici¨®n de disciplina sobre los hijos o que uno y otro deber¨¢n revelarse mutuamente los episodios de sus anteriores experiencias sexuales antes de disponerse a convivir.
Al impulso de echarse en los brazos del otro se opone el temor a despe?arse en los laberintos de un extra?o. El otro nos hace y nos deshace. Nos convierte en seres felices a trav¨¦s del primer encantamiento y en los individuos m¨¢s desdichados tras el despecho. El amor se ha convertido, en medio de la rutina, en la aventura m¨¢xima; prolongado la exaltaci¨®n del enamoramiento en los complejos parajes de la convivencia y transformando el acontecimiento de estar juntos con el conmovedor nacimiento de los hijos. ?C¨®mo no emparejarse por tanto? Conviviendo sin matrimonio, con matrimonio, con uno o con dos divorcios, a trav¨¦s de nuevas y diversas familias. El caos del amor del que hablan los Beck forma ya parte de la normalidad, pero tambi¨¦n por su gran poder de fiesta o de cat¨¢strofe, de v¨¦rtigo y de abrigo, en el v¨®rtice capital de nuestro aliento.
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