La jubilaci¨®n de los pol¨ªticos
En la pol¨ªtica, como en la econom¨ªa, se cumple la ley de rendimientos decrecientes, que formul¨® David Ricardo. A medida que aumenta el tiempo, disminuye la eficiencia para resolver los problemas que interesan a los ciudadanos
Quiz¨¢ sea mezclar churras con merinas, pero la moci¨®n de censura de Pasqual Maragall a Jordi Pujol y el nuevo triunfo de Manuel Fraga en las elecciones gallegas me han sugerido una cuesti¨®n: ?por qu¨¦ los pol¨ªticos son los ¨²nicos profesionales que no est¨¢n obligados a jubilarse? En las empresas es una pr¨¢ctica cada vez m¨¢s frecuente fijar edad de jubilaci¨®n para los altos directivos y consejeros. Todos los que desarrollan funciones p¨²blicas o por cuenta de otros tienen alguna limitaci¨®n de edad. Notarios, catedr¨¢ticos, m¨¦dicos, obispos, banqueros y trabajadores en general est¨¢n obligados a jubilarse. Los pol¨ªticos no. ?Por qu¨¦?
Existen muchos argumentos de teor¨ªa pol¨ªtica para intentar justificar esta anomal¨ªa, pero ninguno me parece consistente. La raz¨®n real es m¨¢s prosaica. Los pol¨ªticos son el ¨²nico grupo social que tiene el privilegio de hacer leyes que imponen limitaciones a las actividades humanas. Y est¨¢ dentro de la conducta racional que no tiren piedras contra su propio tejado. Por eso ser¨¢ dif¨ªcil jubilarles. Pero al menos s¨ª parece factible introducir alguna limitaci¨®n de mandatos.
Soy un convencido de las ventajas que la limitaci¨®n de mandatos tiene para el buen funcionamiento de las instituciones y para la democratizaci¨®n de la democracia. El sabio pragmatismo de los padres de la Constituci¨®n americana lo supo ver. Dos mandatos son suficientes para que un pol¨ªtico pueda llevar a cabo su programa. Lo que no sea capaz de hacer en ocho a?os tampoco lo har¨¢ en 12 ni en 20. Adem¨¢s, en la pol¨ªtica, como en la econom¨ªa, se cumple la ley de rendimientos decrecientes, que formul¨® el gran economista ingl¨¦s David Ricardo en el siglo XIX. A medida que aumenta el tiempo disminuye la eficiencia para resolver los problemas que interesan a los ciudadanos.
Adem¨¢s, la permanencia prolongada en el poder genera efectos perversos. Enfanga la vida pol¨ªtica con corruptelas. Sustituye los principios de igualdad de oportunidades y de capacidad por los de amiguismo y patrimonializaci¨®n en los cargos p¨²blicos. Y tiende a transformar el ejercicio democr¨¢tico del poder en una especie de principado hereditario. No es casual que se hable de herederos s¨®lo en aquellos casos en que los pol¨ªticos permanecen periodos prolongados en el poder. Y como es conocido, los caminos para constituirse en heredero tienen menos que ver con la capacidad que con las relaciones familiares. Hay que romper esa pr¨¢ctica. La limitaci¨®n de mandatos elimina la posibilidad de formar familias pol¨ªticas con derecho a herencia. Democratiza las reglas de acceso al poder, las hace transparentes e introduce un sano principio de igualdad de oportunidades. Toda persona con ambiciones pol¨ªticas debe saber que, como m¨¢ximo, tiene que esperar ocho a?os para tener su oportunidad. En esas circunstancias dedicar¨¢ su tiempo, energ¨ªas y capacidades a formular programas innovadores, crear equipos y buscar apoyos sociales, en vez de dedicarse a las intrigas familiares para ascender en la l¨ªnea de herencia o para derribar al que est¨¢ en el poder. Esto ¨²ltimo es un despilfarro de energ¨ªas y recursos sociales.
Muchos dir¨¢n que deben ser los electores los que decidan echar o mantener a los pol¨ªticos en el poder, tal como sucede en las empresas con los accionistas. Pero los mercados de votos no se comportan como los mercados de bienes, ni los pol¨ªticos tienen las mismas restricciones que los empresarios. Mientras que ¨¦stos no pueden ganar cuota de mercado ofreciendo mayores prestaciones si su productividad no se lo permite, los pol¨ªticos que est¨¢n en el poder disparan con p¨®lvora del rey y pueden ganar cuota de mercado ofreciendo m¨¢s prestaciones con cargo a los impuestos que otros pagan. Adem¨¢s, en una sociedad cada vez m¨¢s envejecida y dependiente de las prestaciones p¨²blicas, los votantes pueden llegar a carecer del coraje necesario para favorecer el cambio, e incluso, temerosos de ¨¦l, pueden adaptar sus deseos y expectativas a lo conocido. Por eso en la pol¨ªtica, como en la econom¨ªa, hay que introducir incentivos que favorezcan la competencia y la asunci¨®n de riesgos. S¨®lo de esta forma conseguiremos mejorar la soluci¨®n de problemas sociales, a la vez que fomentaremos la democratizaci¨®n de la democracia. Por eso entre las sugerente propuestas de Pasqual Maragall para renovar la vida pol¨ªtica he echado en falta una: la limitaci¨®n de mandatos.
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