Altamira, la paz y el olvido
Si hay algo que invariablemente nos caracteriza es la extrema agilidad con la que engullimos, trituramos y eliminamos de los paisajes de nuestra cultura c¨ªvica a lo m¨¢s egregio y reconocido de nuestras generaciones pasadas. Recalaba en esta fatal idea contemplando algunas fotograf¨ªas expuestas estos d¨ªas en el Casino de Alicante a prop¨®sito del cincuentenario de la muerte de Rafael Altamira, especialmente las que recogen el masivo recibimiento callejero que le tributa su ciudad, Alicante, tras la gira americana de 1909 y 1910. ?Alguien se imagina hoy a las masas ciudadanas recibiendo en clamor a un profesor y escritor que ha pasado nueve meses impartiendo conferencias por diversas universidades americanas? Ahora el espect¨¢culo est¨¢ reservado en exclusiva a los futbolistas, las momias de la far¨¢ndula y a los freaks de los submundos televisivos. Efectos del ocaso de la cultura escrita, matizar¨ªa Steiner.
Rafael Altamira es, probablemente, el intelectual m¨¢s destacado que ha dado el siglo XX alicantino. Hab¨ªa estudiado Derecho en Valencia donde ejerc¨ªan la c¨¢tedra, entre otros, P¨¦rez Pujol y Eduardo Soler y P¨¦rez. De este ¨²ltimo recibe especialmente el influjo y la orientaci¨®n en las lecturas formativas. El paso por Valencia de Altamira guarda cierto paralelo con el posterior de Azor¨ªn: a?os de aprovechamiento libresco y de iniciaci¨®n en la literatura y el periodismo. De Valencia se traslada a Madrid donde se introduce en el mundo educativo desde la secretar¨ªa del Museo Pedag¨®gico Nacional. En la capital Altamira frecuenta con intensidad los ambientes del regeneracionismo, y desde estos momentos ya no le abandona el inter¨¦s por la historia, la literatura y la pedagog¨ªa.
En 1897 ocupa la c¨¢tedra de Historia del Derecho de la Universidad de Oviedo, integr¨¢ndose de pleno en el grupo de profesores que hab¨ªa situado al centro asturiano en la vanguardia universitaria espa?ola, renov¨¢ndolo y experimentando novedosas f¨®rmulas de vinculaci¨®n con la sociedad, ya entonces denominadas 'extensi¨®n universitaria'.
La docencia universitaria dejar¨¢ paso en su biograf¨ªa a la Direcci¨®n General de Primera Ense?anza donde Altamira desarrolla una intensa labor de profesionalizaci¨®n de los cuerpos docentes y de incorporaci¨®n de los modelos m¨¢s avanzados de la pedagog¨ªa europea. Catedr¨¢tico de la Universidad de Madrid intensificar¨¢ su vocaci¨®n cultural y cient¨ªfica por el americanismo. Su dilecci¨®n por el hispanismo lo llevar¨¢ a la presidencia de la Liga Cervantina Universal, entre cuyos fines destacaba el de crear escuelas espa?olas en el extranjero como centros de difusi¨®n de la lengua y la cultura espa?olas. En 1920 forma parte de Comit¨¦ de Juristas que elaborar¨¢ el proyecto de un Tribunal Permanente de Justicia Internacional, del que pasar¨¢ a formar parte al a?o siguiente combinando sus obligaciones docentes con la labor jurisdiccional en La Haya. A estas alturas Altamira ya se ha convertido en un sabio europeo en el que se funde el jurista, el periodista, el profesor, el juez internacional, el historiador.., cuando la Universidad de Burdeos lo nombra en 1924 doctor honoris causa su lecci¨®n la dedica a la novela espa?ola como fuente hist¨®rica.
En la d¨¦cada de los treinta, y cuando las convicciones democr¨¢ticas de Europa se agitan y enturbian, Altamira profesa con intensidad las doctrinas del pacifismo: 'Hacer la guerra para evitar la guerra es un contrasentido', hab¨ªa escrito. 'Cuando los gobiernos se muestren impotentes para garantizar la paz o los tratados internacionales no gocen del respeto y la fuerza debidos no desesperemos', rogaba Altamira, 'todav¨ªa nos queda una gran arma: la educaci¨®n en el horizonte moral del pacifismos'. En 1933 un nutrido grupo de intelectuales europeos presenta su candidatura al Nobel de la Paz. La guerra espa?ola y la europea abren el cap¨ªtulo m¨¢s triste de su intensa biograf¨ªa: tras la ocupaci¨®n de Holanda queda aislado en Bayona, despu¨¦s vendr¨¢n Lisboa, Nueva York y M¨¦xico. Acompa?ado del olvido generalizado, el pasado 1 de junio se cumpl¨ªa medio siglo de la muerte del sabio espa?ol en tierras mexicanas.
La actividad p¨²blica, la docencia, la escritura y la labor de juez internacional, se entremezclan en la personalidad de Altamira destilando un tipo intelectual alejado del profesor encerrado en su c¨¢tedra o del erudito enfermo de especialismo. El modelo de Altamira se corresponde con un personaje hoy desaparecido de la escena p¨²blica y se aproxima a la figura del intelectual que armoniza diversidad de conocimientos.
Incluso el aspecto, su gran barba blanca y su mirada triste, encarna la vaga imagen que atribuir¨ªamos a la sabidur¨ªa si se personificara.
Por diversos motivos, entre los cuales cabe destacar la desidia institucional, el archivo personal de Rafael Altamira se hab¨ªa dispersado en la Residencia de Estudiantes, el Instituto Jorge Juan y en Oviedo, entre otros lugares. Jos¨¦ Luis Villaca?as anunciaba d¨ªas atr¨¢s, a prop¨®sito de los actos del casino de Alicante, la edici¨®n de sus obras completas y la reuni¨®n en un fondo ¨²nico de su legado personal utilizando el formato digital. Las dosis de perseverante inteligencia que se aplican desde la Biblioteca Valenciana y la Direcci¨®n General del Libro har¨¢n posible en el futuro inmediato la recuperaci¨®n documental de Altamira. El cuidadoso esmero hacia la memoria de antepasados con el perfil de Altamira no es un ejercicio de localismo f¨¢cil. Los archivos, los papeles y los libros est¨¢n llamados a convertirse en testimonio permanente de unas ideas que nos pertenecen de manera colectiva y nuestra responsabilidad es legarlas con cuidado a quienes nos sucedan.
Manuel Men¨¦ndez es profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y Jur¨ªdicas de la Universidad Cardenal Herrera-CEU.
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