Una atrofia de la comprensi¨®n
Pese a que en vano buscar¨¢ el lector, entre sus sentencias y donaires, ninguno dedicado a la tolerancia, cuesta representarse a nadie que mejor encarne esta actitud que Juan de Mairena, el 'profesor ap¨®crifo' al que Antonio Machado fue adjudicando, ya desde su juventud, las impresiones que su yo filos¨®fico le dictaba (y que reuni¨® en forma de libro en 1936, ojo a la fecha). Al decir de su creador, 'Juan de Mairena es un fil¨®sofo cort¨¦s, un poco poeta y un poco esc¨¦ptico, que tiene por todas las debilidades humanas una ben¨¦vola sonrisa de comprensi¨®n y de indulgencia'. Y es bueno reparar en estas dos nociones, la de indulgencia, s¨ª, pero sobre todo la de comprensi¨®n, en cuanto sirven para connotar la de tolerancia misma en su m¨¢s recto sentido, aquel que la aparta de la blandura, el descriterio o el bobo relativismo que tantas veces tienden a usurpar su lugar.
A Canetti cabe atribuir la idea de que toda manifestaci¨®n de intolerancia quiz¨¢ sea una limitaci¨®n del lenguaje y de su potencia intelectiva
El aprendizaje de la tolerancia como disciplina de la vida (pues m¨¢s que una actitud es eso mismo: un saber), encuentra una de sus m¨¢s bellas ilustraciones en Memorias de un antisemita (1979), de Gregor von Rezzori, traducido al espa?ol por Juan Villoro (Anagrama, 1988). En este libro impagable, emocionante, hermos¨ªsimo, su autor se sirve de cinco episodios de su propia vida para tratar, con extraordinaria delicadeza y complejidad de matices, un sentimiento que, como ning¨²n otro en la historia (y muy en particular en la historia reciente), ha dado lugar a las m¨¢s reiteradas y monstruosas manifestaciones de intolerancia. Von Rezzori, que se cri¨® en el seno de una familia aristocr¨¢tica de la Bucovina (provincia oriental del viejo Imperio autroh¨²ngaro), rastrea en s¨ª mismo las aprensiones y las ambig¨¹edades que, en diversas ¨¦pocas y escenarios (la Bucarest de entreguerras, la Viena nazi, M¨²nich durante los a?os cincuenta) determinaron su relaci¨®n con personas de origen jud¨ªo. Lo hace con humor pero sin cinismo, y con una inagotable reserva de piedad que nunca emplea, sin embargo, en el dibujo que hace de s¨ª mismo.
A un jud¨ªo, por cierto, y a un jud¨ªo tambi¨¦n originario de la Europa oriental, se debe la m¨¢s profunda exploraci¨®n de los ¨ªntimos resortes de la intolerancia. Con Masa y poder (Muchnik, 1962), Elias Canetti se propuso 'agarrar por el pescuezo' el siglo que le toc¨® vivir (el siglo de los campos de exterminio masivo). Pero hizo mucho m¨¢s que eso: sirvi¨¦ndose de una metodolog¨ªa personal¨ªsima, que acude con preferencia a testimonios antropol¨®gicos, pero que se vale tambi¨¦n de todo tipo de fuentes literarias, religiosas e historiogr¨¢ficas, penetr¨® con extra?a y obcecada perspicacia los impulsos que, desde los tiempos m¨¢s remotos, determinan la constituci¨®n de las masas, y que explican tanto su tendencia a la expansi¨®n como sus conductas hostiles. Contribuye decisivamente este libro a poner de relieve el car¨¢cter at¨¢vico y transindividual de las actitudes intolerantes, ligadas siempre a los reflejos de supervivencia que rigen la psicolog¨ªa del poder.
Al mismo Canetti cabe atribuir la idea de que toda manifestaci¨®n de intolerancia quiz¨¢ no sea m¨¢s que una limitaci¨®n del lenguaje y de su potencia intelectiva. 'No pide indulgencia, pide matizaci¨®n', dice un aforismo de 1982. Y es dif¨ªcil expresar mejor el convencimiento de que, sustra¨ªdo de su campo sem¨¢ntico todo sentimentalismo, la intolerancia se define como una atrofia de la comprensi¨®n.
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